“La historia del asesinato del Codo del Diablo resuena en nosotros a nivel personal y político. Es la historia de una injusticia, de la impunidad, de la complicidad de aquellos en el poder. Pero es también la historia de los que quedaron atrás, las familias que tuvieron que ajustarse a una nueva realidad, marcada por la violencia y la ausencia de alguien querido. Creemos que es necesario contar su historia, identificarnos con su pérdida, no para acumular resentimiento o buscar venganza, sino para tomar conciencia sobre el dolor y el sacrificio que han sido parte de la construcción de nuestro país y combatir la complacencia del olvido”
Ernesto y Antonio Jara Vargas, autores de la película documental EL CODO DEL DIABLO Producciones La Pecera y Ceibita Films San José Costa Rica 2014.
El hecho de que un cierto paraje geográfico, desconocido para la gran mayoría de la población alcance –de manera súbita- una cierta notoriedad, resulta ser algo que puede estar asociado a circunstancias muy diversas; ahora bien, si ese lugar, pero sobre todo su nombre, aparece asociado a unos hechos sangrientos y dolorosos que habían sido sustraídos de una memoria colectiva, siempre selectiva y siempre en proceso de construcción, conforme las distintas generaciones aparecen en el escenario histórico, sucede entonces que se produce una especie de ruptura con las formas de conocer-desconocer que habían prevalecido hasta el momento en que algún factor o acción humana pone de manifiesto esos hechos y los asocia, de manera explícita, con los parajes o el sitio mismo en que acontecieron. Tal ha sido el caso de los tristes y vergonzosos sucesos del Codo del Diablo, un paraje de la antigua vía férrea hacia el Caribe, próximo a la localidad de Siquirres y situado en la márgenes del Río Reventazón, con el ametrallamiento a mansalva de seis presos políticos que se encontraban esposados, a lo que se añade el agravante de que a algunos de ellos se les aplicó el tiro de gracia antes de arrojarlos a las aguas del entonces caudaloso río. La fecha del 19 de diciembre de 1948, estará siempre asociada a la muerte violenta de Federico Picado Sáenz, un dirigente obrero que había sido electo diputado por Limón, en las elecciones de febrero de 1948, cuyo desconocimiento dio lugar a la guerra civil de aquel año luctuoso por muchas razones, de Tobías Vaglio Zardi uno de los dirigentes de la huelga bananera de 1934, de Octavio Sáenz Soto otro dirigente obrero de la época, del también dirigente Lucio Ibarra, del agricultor Álvaro Aguilar y de Narciso Sotomayor, un nicaragüense capitán de lanchas e integrante de la Legión Caribe, una fuerza que combatió al lado de las del gobierno de entonces. Todos ellos víctimas del odio y de la violencia sistemática de quienes deseaban imponer un nuevo orden, a sangre y fuego, sin que hasta ahora se hayan podido establecer la naturaleza y el sentido más profundo de esas acciones, sobre todo las de sus autores intelectuales. Sin embargo, lo que pone de nuevo en un primerísimo plano ese olvidado paraje de la línea férrea hacia el Caribe Costarricense, es una producción cinematográfica de gran valor documental, donde sus autores llevan a cabo la ruptura con los perversos mecanismos del olvido, el que puede resultar incluso interesado por parte de algunos protagonistas de nuestra historia reciente.
La película documental EL CODO DEL DIABLO tiene la virtud de ponernos en contacto con diferentes ángulos y componentes del paisaje de la región caribeña de nuestro país, el principal escenario de los acontecimientos y nos da un testimonio excepcional acerca de los cambios experimentados por el ambiente y las formas de accionar de los seres humanos en una región productora de mucha riqueza, pero que también fue y continúa siendo un nudo esencial para las comunicaciones terrestres y marítimas con Europa y la Costa Este de los Estados Unidos, aunque en un grado menor que durante la primera parte del siglo anterior. El sólo hecho de poder mirar, durante algunos momentos, el desplazamiento de alguno de los protagonistas de estos hechos, por medio del ferrocarril desde Limón hasta la capital de la república, como es el caso del hijo mayor de Federico Picado Sáenz, quien viaja para buscar a su padre detenido por las fuerzas militares y se encuentra con la ingrata e inesperada noticia de su muerte, cuando alcanza a llegar a la casa de su tío en el Barrio Los Ángeles de San José, dentro de lo que es de verdad un viaje hacia los entreveros e imágenes de un pasado remoto. Entonces, ante el inmenso dolor de la tragedia, él y su tío, juran vengar aquella muerte que los impacta de una manera tan terrible, cosa que cambiará con el paso del tiempo, cuando deciden perdonar a aquellos que asesinaron a su padre y a su hermano, poniéndole fin a la locura homicida de los escalamientos bélicos. Las rápidas imágenes de su viaje en el ferrocarril nos enfrentan al hecho de que no podemos evitar la asunción implícita, de algo que emerge casi sin darnos cuenta, de que ese ferrocarril y todo el encanto de ese largo viaje ya no existen más, se perdieron en el vertiginoso paso del tiempo sobre las gentes, sus sueños, sus esperanzas y temores.
La ciudad de Limón, también escenario de la tragedia, aparece en el documental como un espacio donde se expresa la diversidad cultural e incluso lingüística, con la presencia del inglés criollo y una gran diversidad arquitectónica, con sus bellos edificios y sus muelles, en las proximidades del famoso Parque Vargas. El omnipresente cultivo del banano domina el paisaje rural y en todo momento se pueden apreciar imágenes de esa actividad agroindustrial, como también aquellas otras que muestran la riqueza de los fondos marinos con sus corales, tan propios de la costa caribeña de la América Central.
El documento fílmico está basado, en gran medida, en la reelaboración de los elementos testimoniales que nos aportan quienes sufrieron las consecuencias de aquellos hechos, algo que se recoge con gran cuidado y fidelidad, de una manera tal que nos sitúa en el centro del drama que vivieron (y viven aún) los familiares de las víctimas y la manera como esos horribles sucesos, que hoy nos parecen tan lejanos en el tiempo, continuaron impactándolos a lo largo de sus vidas.
Los historiadores Iván Molina, Mercedes Muñoz y David Díaz que intervienen en algunos momentos de la película documental para ofrecer sus opiniones acerca de los alcances más generales del conflicto bélico de 1948 y otros aspectos históricos, de no menor importancia, en cuanto a la heterogeneidad de los protagonistas del enfrentamiento bélico, presentes en los dos bandos con sus intereses y motivaciones, le dan un marco de referencia más amplio a la película, trascendiendo los hechos del Codo del Diablo en si mismos. La circunstancia de poner de relieve el papel jugado por los combatientes del Partido Vanguardia Popular, sobre todo en la condición de quienes de verdad lucharon y murieron allí a diferencia de los militares del gobierno de Picado y Calderón; sucedió así que, al poder mirar las imágenes de esos valientes hijos de la clase obrera, ese mero hecho me llevó a pensar en lo planteado por el escritor y filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940), por cierto el mismo una víctima de la violencia homicida del fascismo alemán en la Francia ocupada, en sus TESIS SOBRE LA HISTORIA, en cuanto a la necesidad imperiosa de rescatar la memoria de los vencidos: las fotos y las imágenes mismas de aquellos combatientes me condujeron, casi por inferencia espontánea, a preguntarme quienes eran esos hombres, todos ellos con sus historias personales(story o intrahistoria), dentro del gran cuadro del drama histórico que estaban protagonizando(history) y cuya memoria resulta preciso recuperar (v.g.r. nuestro reciente artículo EL TESTIMONIO GRÁFICO DE LA MEMORIA DE LOS COMBATIENTES DE UNA GENERACIÓN. Los vanguardistas de 1948). En realidad habíamos ido tomando contacto con las imágenes de aquellos combatientes del bando de los vencidos, a partir de la lectura y algunas imágenes del valioso libro de la historiadora Marielos Aguilar (“Álvaro Montero Vega. Memorias de una vida y un tiempo de luchas y esperanzas” Editorial EUCR San José Costa Rica 2013) sobre el gran dirigente sindical y militante político que fue mi recordado amigo Álvaro Montero Vega (1921-2009), fallecido hace pocos años y quien tomó parte en la batalla del Tejar, en el transcurso de la que algunos de sus amigos lo dieron por muerto, la película no hizo sino que reafirmar nuestras inquietudes en ese sentido. Tomar contacto visual con aquella generación de combatientes cambió radicalmente nuestra manera de abordar esos hechos históricos.
Dentro de la película cabe destacar como hacia el final de esta producción aparece el recuerdo emocionado del hijo mayor de Federico Picado Sáenz, al evocar la memoria de su padre, lo que le pone un cierto final al film, dentro de lo que constituye una sentida evocación de un padre con el que convivió hasta los doce años. Lo ve como un hombre justo que se imbuyó en las tradiciones cristianas, en su sentido más profético y de apego a la justicia social, las que terminó por fusionar con el pensamiento revolucionario marxista, hasta convertirse en el más importante dirigente de los trabajadores limonenses en vísperas de la guerra civil.
Vale la pena ver esta producción, además de analizarla con cuidado, y al mismo tiempo, debemos felicitar a sus productores por tan extraordinario y difícil esfuerzo para sensibilizarnos y permitirnos captar la intensidad de lo vivido por los protagonistas del drama, sobre todo en cuanto a la manera en que lo experimentaron aquellos(as) que perdieron a personas tan importantes en sus vidas, las que cambiaron de manera irreversible a partir de entonces.
(*) Rogelio Cedeño Castro es sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).
2 Comments
Juan Félix
En una ocasión Humberto Vargas Carbonell dijo lo siguiente.»Se ha querido señalar a un excanciller como responsable del asesinato del Codo del diablo, si yo llegara a tapármelo le pediría perdón. El responsable de este crimen fue la llamada Junta Fundadora de la la República, presidida por José Figueres Ferrer». Todavía no he visto este documental, me esforzaré por hacerlo lo más pronto posible, solamente con la curiosidad de cerciorarme si es así de contundente.
Rogelio Cedeño Castro
Si bien la intención de los autores de esta producción fílmica no es la establecer, de manera definitiva, la autoría del crimen del Codo del Diablo, me parece atinada la observación que hace Juan Félix. Desde hace muchos años se culpabilizó a una persona de haber ordenado estas y otras atrocidades que no llegaron a materializarse, por fortuna. Entonces estaríamos ante una culpa digamos que corporativa, la de los integrantes de la Junta de Gobierno 1948-1949. Por mi parte, insisto en la decisiva importancia de rescatar la memoria de los vencidos, la que sido hábilmente escamoteada por los vencedores y por una sociedad que ha venido tornándose cada más fría e indiferente, olvidando que Federico Picado Sáenz y sus compañeros lo dieron todo por el bienestar de las grandes mayorías nacionales. Estos valientes, al menos merecen nuestro recuerdo agradecido.