Decir que la presencia del Dr. Aníbal Quijano en la Universidad de Costa Rica es un inmenso honor y una enorme alegría, es una afirmación que va bastante más allá que el mero formulismo usual en los actos protocolarios e institucionales. Todo lo contrario, se trata de una afirmación que expresa y resume los sentimientos de gratitud y admiración que la obra y la figura del Dr. Quijano provoca en muy numerosas personas, estudiando y trabajando muy diversos problemas, en muy distintas latitudes. Para todas estas personas, las ideas planteadas por el Dr. Quijano a lo largo de las diversas etapas de su pensamiento, han sido vitales para sus propias reflexiones y obras. No es en absoluto aventurado afirma que la obra de este pensador peruano es una de las que mayor impacto ha tenido, dentro y fuera de América Latina, durante el último cuarto del siglo XX y lo que va del XXI. Sus muy numerosos textos han sido y continúan siendo leídos por muchos de los principales pensadores que trabajan en campos disciplinarios y temáticos muy variados, desde sociólogos pensando el tema del marxismo hasta filósofos e historiadores trabajando nuevas concepciones de la modernidad, pasando por pensadoras y teóricas que abordan el feminismo desde una perspectiva decolonial. Es posible afirmar que, desde los tiempos de la Teoría de la Dependencia, no ha existido un pensamiento latinoamericano tan influyente a nivel global como el de las diversas líneas analíticas cuyo principal vínculo teórico es el impacto que en todas ellas han ejercido algunas de las ideas de Quijano.
Quisiera referirme, con la brevedad obligada por la ocasión, a unas pocas de las principales razones que fundamentan el impacto de su obra. Es claro que un motivo recurrente en la casi totalidad de las líneas más críticas de pensamiento sobre el mundo social, lo es su negativa a aceptar falsos consensos, su voluntad de evidenciar las agudas contradicciones que se encuentran en el corazón mismo de las estructuras sociales. De las numerosas contradicciones señaladas por el pensamiento social de los últimos siglos, tres resaltan por su hondura, impacto y extensión. El siglo XIX teorizó, en particular en la obra de Marx, las contradicciones y opresiones articuladas alrededor de las clases socioeconómicas. El siglo XX, por su parte, develó y teorizó las contradicciones de género que marcan a la virtual totalidad de las sociedades donde el tema ha sido estudiado. La obra de Quijano, por su parte, es, al día de hoy, el principal foco articulador de lo que empieza a ser crecientemente reconocido como la tercera categoría de control y opresión social: la articulada alrededor de las nociones de etnia y raza. Tales contradicciones no son, desde luego, las únicas que generan relaciones de poder y opresión al interior de las diversas sociedades y grupos humanos. Abundan los factores que sustentan la construcción y mantenimiento de otredades a las cuales se oprime por muy diversos medios. Algunos son tan extendidos como la orientación sexual o la afiliación religiosa. Otros son altamente particulares y localizados, como el albinismo. Ninguno de ellos, independientemente del número de personas a las que se discrimina o persigue por tales características, debe ser ignorado. Todo lo contrario: todas las relaciones de poder y opresión cimentadas en tales fenómenos deben ser analizadas y desmontadas. El hecho, sin embargo, es que las relaciones de poder que afectan de manera directa, con impactos a menudo brutales, a grupos más amplios de la población, son las relaciones de clase, de género y étnico-raciales. Y es este último factor, el étnico-racial, no el único, pero sí aquel en el que la contribución de Aníbal Quijano ha sido fundante y continúa siendo determinante.
No se trata, claro está, de que él haya iniciado por sí solo las reflexiones sobre el tema, ni fundado desde la nada sus principales categorías analíticas. Todo lo contrario, su obra se alimenta de pensadores previos, como Marx, Fanon y Mariátegui, o del diálogo con coetáneos como Wallerstein, Mignolo y Dussel, para limitarme a unos pocos de los más notorios. Lo cierto, sin embargo, es que su noción de “colonialidad”, grosso modo concebida como una relación de poder fundada en las nociones de raza y etnia creadas por el colonialismo moderno, cuyo alcance e impacto continúan sintiéndose mucho después de la caída del colonialismo como tal, ha sido el principal elemento aglutinador del creciente grupo de intelectuales trabajando en esta dirección. No cabe duda que hubo, antes de los textos clásicos de Quijano, numerosos textos que abordaron la temática, caso de diversas obras de pensadores como Franz Fanon o Aime Cesaire. Pero es con Quijano con quien esta corriente emerge de forma nítida, y es su obra el principal punto de partida de sus distintas versiones contemporáneas.
Lo anterior es aún más notorio si se recuerda que algunos de sus textos más influyentes son relativamente cortos. Escritos en una prosa tan apretada y tensa como clara, a menudo despojados, de forma voluntaria, del voluminoso aparataje erudito y citatorio que caracteriza muchos de los trabajos académicos sobre este y otros temas, muchos de los textos de Quijano nos sorprenden por su inusual capacidad de sintetizar, en pocas pero contundentes páginas, visiones profundas sobre temas complejos, que a veces abarcan amplios periodos históricos. Ensayos como “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, “Colonialidad y modernidad/racionalidad”, o “Americanity as a concept or the Americas in the modern world-system”, escrito en conjunto con Immanuel Wallerstein, todos ellos de lectura obligatoria para los interesados en el tema de la colonialidad y de la faceta colonial de la modernidad, son notablemente sucintos. Otra característica notoria del accionar de Quijano es su indiferencia a lo que podría denominarse los grandes mercados de la escritura académica. Así, muchos de sus ensayos aparecieron en revistas de escasa circulación, y sus libros fueron a menudo publicados por editoriales de limitada difusión. A pesar de todo ello, tales textos han sido inmensamente influyentes.
Resulta imposible predecir las líneas maestras por la cuales se enrumbarán las principales líneas del pensamiento crítico de las próximas décadas y más allá. Pero es no solo posible, sino probable, que cuando el pensamiento de muchas figuras intelectuales hoy en boga hayan sido relegadas a un discreto olvido, numerosos textos de Quijano guarden toda su vigencia y sigan siendo leídos con la misma o incluso mayor atención e intensidad que la que han venido recibiendo desde su aparición.
Honrar a un pensador como Aníbal Quijano con el Doctorado Honoris Causa que en breve le entregaremos, honra a la Universidad de Costa Rica. Por ello deseo terminar por donde empecé: afirmando que su presencia, Dr. Quijano, es motivo de una enorme alegría para todos nosotros. Considere a esta institución donde tanto se le lee, se le respeta y se le aprecia, como una más de sus ya muchas casas académicas.
(*) Dr. Henning Jensen Pennington, Rector de la Universidad de Costa Rica (UCR),