De una manera simplista y hasta mal intencionada, se ha efectuado una sobresimplificación esquemática, colocando las posiciones políticas y económicas en nuestro país entre la alternativa intervencionismo versus libre mercado. Un esquematismo que puede resultarle útil a los miembros de determinados partidos políticos para efectuar un posicionamiento de tendencia, pero que conduce a un error si se quiere mantener como razonamiento indefinidamente.
La realidad nos demuestra que es posible concebir fórmulas impuras o mixtas entre una y otra, según en qué casos y situaciones, y especialmente cuando se conjugan dos elementos: un sector privado débil que creció al amparo del proteccionismo estatal, como es el de Costa Rica, y unas necesidades sociales amplias y profundas, como resultado de una situación de subdesarrollo nacional. Por ello creo, sinceramente y sin fundamentalismos de ninguna índole, que deben tenerse muchos cuidados al defender la economía de mercado tal y como se malentiende en nuestro país.
No se puede negar que, a nivel teórico, la institución del mercado tiene efectos positivos, como es, por ejemplo, el que la competencia libre reduce los precios de los bienes y servicios, pero sabemos por experiencia que lo bueno para algo puede ser malo para otra cosa, y la sacralización del mercado que se hace actualmente es similar a la que épocas pasadas se hizo del intervencionismo de tipo socialista. La realidad nos pone frente al hecho de que no existen mercados puros, y que sus deformaciones son variadas y diversas. Además de que no todo puede estar sometido a las leyes del mercado, y ello deriva básicamente de que cada cosa tiene su esencia y sus características, y que el mercado, fuera de lo que sería su ámbito propio, produzca efectos distorsionantes.
Por otro lado, cuando bajo la corriente neoliberal se eliminaron los controles sobre el mercado, como pasó a nivel mundial en el caso financiero, se produjo la enorme crisis financiera que llevó a la quiebra a muchas instituciones, y a la pérdida de sus casas (en los EEUU) a muchas familias. Con lo cual quedó absolutamente comprobado que la ausencia de controles por parte del Estado lleva a la barbarie mercantilista, que padeció al menos occidente, como consecuencia de esas circunstancias.
Las reglas del mercado, en consecuencia, no deben ser aplicadas ilimitadamente, ni siquiera en aquellas materias aptas para estar bajo su regulación.
Primero porque no puede minusvalorarse el dato empírico de que en las decisiones de mercado influyen poderosamente motivaciones extraeconómicas que, por consiguiente, en alguna manera lo alteran. La más citada al efecto es la publicidad, que evidentemente manipula las transacciones, distanciándolas de lo que resultaría del libre juego de la oferta y la demanda. Y en segundo lugar porque los efectos deseados o esperados del mercado producidos por el mecanismo sicosocial del contagio, que fue muy estudiado por Freud y sus discípulos, que permite la cohesión de las comunidades y la obediencia a los dirigentes y que hace dar por verdadero o conveniente algo que casi nadie haya pensado que si lo es, pero que se supone que sí, porque aparece aceptado por otros cuyo ejemplo se sigue. Por otro lado, porque en sí mismo el mercado es menos objetivo de lo que se nos quiere hacer creer.
Lo más importante de todo lo dicho anteriormente es que aun cuando no operaran en el mercado motivaciones extraeconómicas, y aunque el mercado tuviera unas reglas de funcionamiento perfectas (que no las tiene) y fuera económicamente infalible (que no lo es), habría que seguir recordando que el óptimo al que teóricamente condice el mercado es el óptimo económico y no el humano en sentido amplio: de suerte que ese óptimo puede ser inconveniente para las personas aunque lo sea para una empresa en particular, o un sector o gremio individual.
Debemos tener muy en consideración el relativismo con que se aplican ambos conceptos en nuestro país, que llegaría a parecer hasta una incoherencia, pues se mantiene el concepto de libre mercado en algunos aspectos, al mismo tiempo que por diversas razones, como las derivadas del ecologismo, se siguen políticas intervencionistas.
La gran pregunta que deberíamos hacernos es si no puede llevarnos a un extremismo neoliberal (como el que impulsan Liberación Nacional, los Social Cristianos en sus dos versiones, los cristianos panderetas y los libertarios) al mismo antihumanismo de las utopías totalitarias del Siglo XX.
En una actitud trasnochada utilizan el argumento de que todo control estatal huele a intervencionismo, cuando no es así, sino que detrás de sus argumentos se encuentra la ambición desmedida de gremios claramente identificados.
Porque siendo cierto que las empresas buscan siempre la simpatía de los poderes políticos locales, no es menos verdadero que los políticos, y la política en general, viven condicionados, influidos, a veces dirigidos, por el empresariado, o por ideas o instrumentos movidos por la clase empresarial. Y cuando el aparato productivo de un país (como es nuestro caso) está en gran parte controlado por extranjeros, esta influencia se orienta en función de países ajenos o de sectores de países ajenos. Y ello es peor aun cuando el país considerado se ha terciarizado, cuando su economía predominante es la de servicios, ya que los servicios, por su esencia, son más dependientes de la actividad primaria o secundaria.
Son muchas las personas que perteneciendo a campos culturales alejados del marxismo o del socialismo, o incluso formando parte de agrupaciones de derechas, denuncian en este momento los peligros que traen consigo las posturas del neoliberalismo excesivo. Y quizá porque fui educado en la lectura de los clásicos y aprendí lo de in medio virtus; y en todo caso porque, a través del estudio y la observación de la realidad, fui viendo cómo aquello que se consideraba como verdad racional e indiscutible, fue llevando al mundo en direcciones contrapuestas, y muchas veces con resultados de desastre y sangre, propugno que en la vida política nada se debe aplicar con extremismo, por mucha aceptación que la idea tenga. Todo extremismo es pernicioso, incluyendo el extremismo de la moderación.
Hoy el mundo es claramente proclive a un extremismo liberal; cuando el neoliberalismo ha triunfado, derrotando netamente a los socialismos y los comunismos antagónicos; cuando esos socialismos y comunismos, en la medida en que subsisten, ya tienen que aceptar las reglas del libre mercado y se pronuncian contra los intervencionismos; es decir, cuando el neoliberalismo gobierna los países y las mentes sin contradicción y aparente alternativa, el peligro de un extremismo neoliberal es patente.
La realidad nos hace ver que hemos llegado a lo peor de lo más malo. Existe hoy un fundamentalismo del mercado, que puede ser peor que el totalitarismo. Para estos fundamentalistas el mercado tiende al equilibrio y el equilibrio representa la más eficiente asignación de recursos. Y toda limitación al mercado perturba esa eficiencia. Esta es la teoría liberal-reduccionista que se expresa en términos como los expresados por Fukuyama: si el intervencionismo es malo, entonces dicen, la ausencia de intervencionismo es bueno. (Entiéndase la reducción del estado a su mínima expresión y la instauración de la ley de la selva, literalmente). Esta posición de los neoliberales es cientificista, igual que la marxista. Procede del Siglo XIX cuando torpemente se creía en la infalibilidad de la ciencia.
Así pues, por el contagio de esta idea dogmática, irracionalmente interiorizada, se van desprendiendo otra serie de pronunciamientos que, por conectados con la idea base que se considera indiscutible, participan asimismo de su cuestionabilidad, y sirven para justificar, sin esfuerzo intelectual alguno, más y más cadenas de consecuencias negativas para la sociedad.
Estas reflexiones tienen el propósito, únicamente, de llevar a los lectores hacia un campo de pensamiento que pocas veces se escucha en nuestro país, tan simplista, tan ignorante, tan maleable por las corrientes de la moda política y económica. Y estimularlo a pensar.
Siempre hemos defendido el justo medio, el mercado es necesario, pero la actividad de control del Estado es indispensable, no solamente necesaria, y no por ello se nos debe de acusar de estatistas. Todo lo contrario, creemos firmemente que cada quien tiene un papel en la sociedad. Pero es responsabilidad del Estado velar por la justicia y la protección de los menos favorecidos por la fortuna. Frenar los excesos del mercado y los empresarios, que solamente buscan el lucro, sin considerar sus responsabilidades sociales.
Hasta tal punto ha llegado la contaminación del extremismo neoliberal en nuestro país, que hasta las mismas cooperativas (como la Dos Pinos, por ejemplo), y las organizaciones públicas que prestan servicios a los ciudadanos, como los Bancos del Estado, el ICE, la CNFL, y un largo etcétera, actúan con la misma voracidad mercantil, apartándose del espíritu y la letra de sus leyes constitutivas.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
2 Comments
Minos
Todos y cada uno de los problemas que acaba de listar en este texto es producto de la influencia del Estado sobre el Mercado, la última crisis que usted menciona no fue ocacionada por un Mercado Libre.
Es mas, se lo digo, la actual crisis fue predicha por lo que usted llamaría «Neo Liberales»… hace mas de 150 años, no voy a entrar en detalles, porque sería my largo y, francamente, las posibilidades de que me publiquen este comentario son mínimas.
Pero, la Ley de Peel se instauró en Inglaterra a finales del siglo 19 para detener la influencia de Banqueros y el Estado sobre el valor de los Bienes, sin embargo, la misma se dejó imcompleta por un error y hoy en día las crisi actuales son producto de no tener una Ley de Peel completa.
¿Porque no se completa?
Porque blinda el flujo de caja de los países, lo cual evita que los Bancos presten dinero a mansalva o que el Presidente populista de turno imprima dinero para construir casas y pasarle la cuenta a los mas pobres como inflación.
Rosendo Torres.
Al señor Minos. Dónde dice el autor que la crisis financiera mundial fuera producida por un mercado libre? Lo que dice es que la ausencia de regulación estatal para evitar la especulación delictiva, que sí se dió, fue lo que provocó la crisis. Por favor, lea de nuevo a ver si entiende. Por su respuesta se nota que es un fundamentalista neoliberar. Y de los fundamentalistas líbreme Señor, que de todos los otros pillos me libro yo.