La muerte esperada de Fidel Castro, por su avanzada edad, ha desatado ríos de tinta en los medios de comunicación, y la mayoría de las reseñas que nos llegan a través de aquellos alineados con los intereses del capitalismo neoliberal, están llenas de referencias negativas, incapaces de reconocer los aportes que este cubano extraordinario realizó al pensamiento de América Latina.
Pero lo que más les duele a quienes celebran hoy de manera grotesca su muerte es constatar que aun cuando él ya se había retirado de las funciones de gobierno, todo el sistema continuó funcionando, a pesar de los augurios negativos que se desataron en su momento. Con ello quedó claro que no era un régimen de una persona, sino de un sistema, y ello les arde profundamente. Y por lo tanto, en Cuba, fuera del duelo, no ha pasado nada.
Allí radicó, precisamente, uno de los gestos más inteligentes de todo el período en que su figura sostenía la valentía y la paciencia del pueblo cubano frente a la agresividad desproporcionada de los gobiernos norteamericanos: no hacer radicar en él lo logrado, sino dejar que otros asumieran las funciones y responsabilidades para seguir adelante en el proyecto cubano.
Ante la grandeza evidente de un ser humano, no importa cuál, y Fidel fue uno de los grandes latinoamericanos, siempre se desatan las terribles pasiones que nacen de la bajeza y la mediocridad de quienes se sienten apocados frente a la luz que proyectan, y buscan diversas formas de menoscabar los méritos y logros obtenidos por éste, resaltando sus yerros y defectos y no reconociendo sus logros.
La historia de las naciones las construyen los hombres y mujeres grandes, esos que se pueden dar el lujo de equivocarse y arrepentirse, esos que son capaces de ejercer su humildad tendiendo la mano al adversario de turno. Pero solo tienen grandeza, aquellos que poseen convicciones suficientemente sólidas como para evitar la mirada corta del incidente menor. Ser grandes es una actitud que solo poseen algunos pocos. Para ello, es imprescindible tener principios, seguridad en sí mismos. Solo los débiles, los inseguros, los que no califican para el rol que les asignó la sociedad muestran los colmillos. Su avaricia moral, es propia de sus personalidades inseguras y frágiles.
Podemos no estar de acuerdo con la nacionalización que realizó de los monopolios norteamericanos regentados por la mafia de ese país, al inicio del proceso, y las ejecuciones de asesinos, traidores y ladrones que se habían enriquecido a costa del pueblo. Podemos no estar de acuerdo con la interpretación del marxismo a la cubana.
Podemos expresar cualquier cosa en contra del país, el modelo político, sus gobernantes, cualquier corruptela que se descubriera, porque somos libres de pensar como nos dé la gana, pero alegrarse por la muerte de un grande, lo único que demuestra es nuestra pequeñez y mediocridad. Y nuestra ceguera para reconocer los logros obtenidos a pesar del bloqueo económico de casi cincuenta años para aplastar al país entero.
Por otro lado, no tardaron en aparecer los pitonisos que auguran transformaciones espectaculares en Cuba, como si lo contrario dependiera de la voluntad de una sola persona, y todos esos augures no son más que los deseos personales de aparecer como entendidos de una realidad mucho más compleja de lo que podemos apreciar superficialmente. Ese país seguirá su evolución lenta hacia los deseos de su pueblo, el real, no el que vive la pesadilla americana en Miami, y no les dará gusto a los que quisieran que todo fracasara para pontificar las bondades del capitalismo aberrante que tiene el mundo entero sumido en una profunda crisis.
Se le acusa al régimen de no ser democrático a pesar de las elecciones que se realizan, y que se encuentra todo en manos de un partido único, y que se reprime a los disidentes. Y yo me pregunto: ¿existe un modelo de democracia perfecta? ¿O es que la democracia cautiva y mentirosa de los plutócratas constituidos en cúpulas de partidos políticos es mejor? ¿No son nuestras elecciones, por ejemplo, una burla asquerosa hacia el pueblo ignorante que se deja llevar como rebaño por la demagogia de quienes manipulan la opinión pública? No lo creo, y así como encuentro fallos en otros modelos, los encuentro en el nuestro.
Antes de criticar y maldecir lo que otros pueblos han escogido o aceptado para sí mismos, deberíamos hacer un ejercicio de introspección y reconocer que estamos igual o quizá peor que ellos. Recordemos que la soberbia es la peor de todas las consejeras, y si además el ignorante, el ridículo aparece de inmediato.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
4 Comments
Rogelio Cedeño Castrro
Gracias don Alfonso: Un balance y una reseña conmovedora de la inmensa presencia del viejo líder revolucionario frente a la mediocridad y la envidia de lo que no han construido nada y se ponen al servicio de los poderes imperiales del planeta, además de una expresión de respeto hacia el pueblo cubano y las instituciones que supo construir, en medio de la agresión y el odio de los serviles de este capitalismo aberrante que nos tiene sumidos en una profunda crisis.
Eddy
Sr. Palacios, muy objetivo e instructivo su articulo. NO PASARAN MUCHOS ANOS, sin que los pueblos se liberen del Modo Capitalista de Produccion. Veremos como los paises de America, que aun tienen la bota militar sobre ellos, puedan liberarse y alcanzar la Soberania como Pais y gozar de la Independencia Economica y Social que hoy disfrutan los cubanos en salud, educacion, alimentacion, arte, cultura, en fin, en todas las esferas de la vida, aunque tienen que continuar trabajando para obtener mejores resultados. Viva la Revolucion Fidelista.
Carolina Jimenez
Excelente articulo de valoracion objetiva sobre Fidel Castro, sus aciertos y errores. En este articulo hay una reflexion relevante: «O es que la democracia cautiva y mentirosa de los plutocratas constituidos en cupulas de partidos politicos es mejor?»
Greivin Madrigal Mora
Exelente artículo, exelente!