Las primeras enanas marrones fueron descubiertas en 1995. Los astrónomos denominan así a los objetos subestelares, un cuerpo intermedio entre las estrellas y los planetas. El peso de estos astros ‘fallidos’ —tienen menos del 7% de la masa del Sol— es demasiado reducido como para albergar reacciones nucleares en su seno. Por lo tanto, las enanas marrones van apagándose y enfriándose poco a poco.
En los últimos años, los científicos han descubierto una serie de características inusuales de las enanas marrones, como la presencia de climas en ellas y ‘nubes’ de plomo y minerales. Estas y otras propiedades hacen que muchos astrónomos crean que, en realidad, no son estrellas sino planetas muy grandes.

Según Yeats, en 2013, los astrónomos descubrieron una enana marrón inusual: una estrella ‘fallida’ extremadamente fría llamada WISE 0855, en la constelación de Hidra. Este año, los científicos han revelado que su superficie y atmósfera albergan densas nubes de agua y otros fenómenos más característicos de planetas que de estrellas.
Yeats y sus colegas sugirieron que estas estrellas también podrían albergar formas de vida similares a las bestias atmosféricas descritas por Carl Sagan. Los especialistas usaron las fórmulas e ideas del gran científico estadounidense para comprobar si su hipótesis era posible. Los seguidores británicos de Sagan querían averiguar cuál sería el tamaño máximo y mínimo de los organismos ‘residentes’ en las atmósferas de estrellas ‘fallidas’ para que estos no cayeran a las capas inferiores de la atmósfera ni se perdieran en el espacio.
Sin embargo, si en las atmósferas de las enanas marrones hubiera fuertes corrientes ascendentes, como en Júpiter y Saturno, en sus atmósferas podrían existir criaturas más grandes, como las descritas por Sagan.