Se inicia un año difícil para el mundo y para nuestro país. Para el primero porque se están dando cambios importantes en la conducción de las potencias mundiales de occidente, y no puede preverse la forma y manera en que ellas serán conducidas en medio de unas tormentas políticas, económicas y mediáticas que ya han dado muestras de su fuerza. Sobre todo cuando es a todas luces transparente el uso de la mentira de los gobiernos en los medios de comunicación, como acaba de comprobarse en los Estados Unidos de Norteamérica, donde uno de los principales periódicos publicó una mentira evidente y sumamente peligrosa, teniendo que retractarse luego, la cual forma parte de una fiebre absurda anti rusa.
Para el segundo, al iniciarse pronto el año electoral, el hervidero de mentiras, calumnias, medias verdades y manipulación de hechos y conceptos, será la tónica común durante estos meses, con el consiguiente daño a la opinión pública, y con la clara intención de desprestigiar oponentes a fin de obtener réditos electorales.
La mentira política se caracteriza porque se fabrica en masa y se dirige a la masa, es de un estándar muy bajo, se distingue por la bajeza y la ordinariez de sus acciones, que muestran un desprecio absoluto por la verdad, como vemos en videos, memes, historias de hackers, etc.
Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿es inaceptable el uso de la mentira en la política? ¿Es acaso la primera vez que se miente en la ciudad del hombre? No, hay que decirlo con realismo, es un asunto muy antiguo. “La mentira es tan vieja como el mundo, o, al menos, como el hombre” (Koyré). Maquiavelo fundamentó la mendacidad en la política al aconsejar al hombre de Estado sobre las consideraciones morales, que existen y prohíben la mentira y la infidelidad, pero, afirma, “el príncipe debe actuar como si no existieran”.
Para los populismos de izquierda y de derecha, la mentira es un arma. La democracia social y constitucional niega esta perspectiva. La veracidad pone las bases de la obediencia del ciudadano al derecho que el Estado establece. En la política debe haber una prohibición de mentir.
En los populismos de derecha e izquierda no son importantes la capacidad de pensar, la razón y el juicio; ellos se basan en la pasión, no saben pensar, ni actuar; solo saben obedecer y creer. Pero una política democrática debe articular la sagacidad con la moral. Kant escribe: “Sed listos como las serpientes”; la moral añade “y sinceros como las palomas”. En la política que debemos construir no hay que permitir que la conducta de las serpientes políticas se nutra de una doctrina inmoral de la sagacidad. Hay que crear el político moral.
La mentira forma parte integral de la condición humana. Resulta imposible concebir alguna persona que no ofrezca en algún momento una versión que no se corresponde con exactitud o que omite una parte de la realidad. Incluso las personas de mayor elevación espiritual o religiosa, o aquellas que se rigen por un estricto fundamento moral, se ven en la obligación de expresar alguna vez una mentira u omisión parcial de la realidad.
Existen las llamadas “mentiras blancas”, que se pronuncian para encubrir aspectos de la realidad que resultan incómodos o de poco gusto, o para mantener a los niños en la inocencia sobre aspectos de la vida que no están edad de comprender, pero que en fin de cuentas no hacen daño a nadie en particular. Hay, pues, una gradación de las mentiras: desde las más inocentes, inocuas y a veces involuntarias hasta aquellas que por su profunda mala intención y divorcio de la verdad llegan a provocar verdaderos conflictos y hasta crisis en una comunidad.
La política es una esfera donde la mentira posee un valor de cambio muy particular. Siendo ella un espacio público en el que se dirimen intereses y conflictos entre los grupos humanos, es comprensible que quienes allí actúan ofrezcan distintas interpretaciones sobre el mismo acontecimiento y que cada una reclame para su versión la cualidad de verdadera; en este caso puede tratarse de opiniones y no de mentiras, pero de este último modo es como son percibidas por el común.
Por otra parte, la lucha política –como también los negocios- requieren de herramientas como la táctica, la estrategia, los planes y ardides, cuya elaboración y ejecución llevan implícitas la ocultación de propósitos y hasta la simulación de actos o situaciones. Son formas de mentira sin cuya práctica sería imposible participar de la actividad política o empresarial. Por eso los ciudadanos corrientes suelen pensar que todos los políticos son unos mentirosos consumados y que la política es el reino de la mentira. A nadie se le ocurre pensar lo mismo de los estrategas de mercadeo o de los managers de béisbol o de fútbol, quienes practican a diario tales prácticas de ocultación, simulación y engaño.
En las sociedades democráticas más avanzadas existe un control ciudadano con el uso de la mentira entre los políticos: se les tolera un cierto rango de ella para el ejercicio de su diatriba normal, pero se les condena severamente cuando el grado de la falsedad sobrepasa ciertos límites. Es frecuente ver carreras políticas arruinadas y elecciones perdidas a causa de mentiras que son percibidas como graves por la población. En los Estados Unidos renuncian a cada rato gobernadores, senadores y hasta candidatos presidenciales por haber sido descubiertos en mentiras flagrantes, incluso algunas no muy graves.
De esta forma la mentira ocupa un espacio innegable en la vida personal, en las relaciones interpersonales, en los negocios y la política. Solemos aceptar que en determinados ámbitos y situaciones se presenten versiones distorsionadas de la realidad, en formas y medidas razonables; pero ninguna sociedad normal se muestra dispuesta a admitir la mentira como sistema permanente en las relaciones humanas y sociales y tampoco el empleo de mentiras flagrantes acerca de asuntos de auténtica gravedad.
La caracterización de la mentira como arte abre las puertas, desde su misma formulación, a la inquietud, a la sospecha de que el uso de la mentira puede ser aprendido y perfeccionado sobre la base de una serie de técnicas que habrían de conducir, en última instancia, a la presentación de la mentira ante el resto de la sociedad como un discurso verídico que da cuenta sin distorsiones de lo que realmente está ocurriendo. La mentira pasada por el tamiz del arte, del aprendizaje de sus entresijos, podría irrumpir como construcción verosímil que socava la posibilidad de la duda para asegurar y cimentar su credibilidad. El arte de la mentira sería así el arte de la construcción de lo verosímil, el arte que enmascara la pertinaz presencia de lo mendaz porque lo mendaz, cabría aducir, nunca acaba de irse.
Por todo lo anterior es que decimos que se acercan vientos que ensuciarán la mente de los ciudadanos de forma más sistemática y constante. Este año será crucial para el planeta y para nuestro país, pue habrá muchas cosas importantes en juego y la mentira ocupará un puesto importante, con sus dañinos efectos.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
3 Comments
Jaime Lopez Vargas
La mentira.Interesante tema.
Los vientos que soplan para el periodismo son positivos.
El publico ha conocido a traves de las redes sociales y el internet toda clase de sitios con las noticias vistas desde el angulo que se desee.Poco confiables y llenas de mentiras.
Por ello soplan tiempos buenos para los medios de comunicacion por los cuales el publico paga por la informacion,el contenido.Saber discernir lo que es cierto de lo que es mentira es un arma muy poderosa.
Resurgiran los medios serios y organizados alrededor del mundo.
Carlos Salas
El único sacrilegio, el auténtico pecado, es la feroz estupidez de nuestro tiempo.
Fernando
Un gran tema. Y es que en este mundo actual donde fluye «información» como ríos, quizá lo bueno es que nos obliga a los pensantes a discernir la verdad entre tanta mátráfula, verdades, medias verdades, manipulación, reductos ideológicos.Debemos leer más, confrontar posiciones, en fin ser más serios en los «análisis. Lo bueno es que ahora sabemos que muchos han mentido y mienten descaradamente, hemos descubierto que las teorías conspiratorias no son tan teorías. Hemos descubierto muchas suciedades que intuíamos los mal pensados, y que se tragaban los incautos. Esperemos que todo sea para bien.