San José, 14 may (EFE).- Este 2017 se cumplen 140 años de los sucesos que dieron origen a la romería de Llano Grande, que se extiende por 30 días consecutivos en los que pasean a la imagen de la Virgen de Los Ángeles, patrona de Costa Rica, por cultivos, campos y casas en agradecimiento por librarles de la langosta.
La romería se inició el pasado 18 de abril y se extenderá hasta el próximo 17 de mayo, en un recorrido en el que la imagen visitará más de 400 fincas y un millar de viviendas en esta comunidad que se encuentra a una veintena de kilómetros de Cartago (centro) y a otros tantos del volcán Irazú, explicó a Efe un portavoz del arzobispado de Cartago.
La tradición tiene su origen en 1887, cuando unos habitantes de la zona solicitaron al gobernador y obispo de la época autorización para rezar a una réplica de la imagen la Virgen de Los Ángeles, conocida como «La Negrita», para que les librase de una gran plaga de langostas que asolaba el lugar.
Cuenta la tradición que, al día siguiente, no solo no apareció ninguno de estos insectos, sino que rebrotaron las hortalizas y cultivos que fueron asolados por la plaga.
Desde entonces, y todos los años, se venera a la Virgen y se la saca en procesión en agradecimiento por salvar la cosecha y porque, desde entonces, no se ha producido ninguna otra plaga.
La imagen es portada por un hombre a sus espaldas, entre flores, acompañado por explosiones de pólvora, música y canciones, que la traslada por los campos y las viviendas.
La comitiva se detiene a las puertas de las fincas y en los hogares, donde la imagen es colocada en un lugar previamente preparado por la familia y ahí los familiares y los romeros rezan unos 10 minutos arrodillados.
Creen que el acto produce bendiciones para los campos y las familias. Además se entonan dos canciones si es una casa, y una si es una finca. Al final de la jornada se guarda la imagen en el templo de la localidad donde se la vuelve a rezar.

Los romeros responden a todas las edades ya que la zona es «eminentemente católica», como explicó a Efe Antonio Montes, vecino de Llano Grande, aunque se crió en las montañas de Prusia, en las faldas del volcán.
«Desde pequeñito, y tengo 54 años, vengo a la romería y siempre salgo muy fortalecido en mi fe. Pero hay personas que no son católicos ni creen en Dios y vienen aunque sea solamente para disfrutar del paisaje maravilloso y la fiesta popular», añadió.
Los recorridos de la imagen en verdad que son espectaculares por las montañas de Llano Grande, Prusia, Tierra Blanca y los pueblos que existen entre las colinas del volcán Irazú.
Prácticamente todo el pueblo participa en las caminatas visitando los demás poblados de la zona. Se pueden juntar más de mil personas, cifra que aumenta cinco o seis veces el último día de la romería.
Pero los habitantes de esta zona también recuerdan «otro milagro» que ocurrió en 1963, cuando Llano Grande sufrió la ceniza del cercano volcán Irazú, que dañó los cultivos y los pastos para el ganado.
Eduardo Ramírez Cisneros, que fue maestro hace años en la localidad, cuenta en la página web del Centro de Conservación del Patrimonio Cultural de Costa Rica que la actividad del volcán, que mezclaba fuertes sacudidas y erupciones de ceniza y de piedras candentes, obligaron a una evacuación masiva del pueblo, que quedó abandonado.
Al cabo de meses, regresaron sus habitantes y «empuñando las azadas, los machetes, las palas y el arado», desafiaron al volcán y la tierra «bañada de ceniza que, al principio, se portó hostil e hizo difícil ponerla de nuevo a producir, pero al tiempo, esa ceniza incorporada al suelo se convirtió en aliño enriqueciendo la fertilidad de los terrenos», cuenta Ramírez.
Papas, remolachas y cebollas volvieron a los cultivos, florecieron los maizales. «Las lluvias lavaron los acostados tallos de grases, alfalfas, tréboles y kikuyos. Estos pastos dieron la bienvenida a los caballos, vacas, toros y becerros. Y el que fuera desolado paisaje, se tiñó con los variados colores de su flores», asevera.

Los pequeños agricultores de esta zona, en la década de los años 40 del siglo pasado, cultivaban en los solares de sus casas principalmente. En los 80, se levantaron invernaderos y se comenzó la producción de flores, factor de cambio de la economía de la zona.
Actualmente, se producen para el consumo nacional y para la exportación gerberas, claveles, rosas, lirios, gisofilas, boca de dragón, girasoles, pomas, calas y un largo etcétera.
Un segundo milagro más del fruto del trabajo de sus habitantes que de la mediación divina.EFE