Viajes por mi biblioteca, 18
Los libros jalan libros. A este ratón de biblioteca, por el hecho de tener tantos libros, sus amigos le regalan más, sobre todo con ocasión de sus numerosos, interminables cumpleaños. Pero hay regalos especiales, y ahora tengo entre las manos el libro que me regaló Gastón Fournier, que es la espléndida antología cuya edición él mismo coordinó, titulada “GUSTAV MAHLER. Mi tiempo vendrá” (il Saggiatore, Milán, 2010).
Y es que Mahler representa, junto a Brahms, Beethoven y unos pocos más, la música de mi mayor preferencia; punto de llegada de una melomanía que empezó en mi niñez, en las visitas dominicales a casa de mis abuelos paternos, donde podia pasarme media tarde con los primos ‘ejecutando’ obras inmortales en la pianola; o escuchando a mi propia abuela o a mi tía Lucía tocando al piano algún nocturno de Chopin.
El placer de la música, el misterio de la música forman, pues, una parte importante del menu de este depredador de libros, que muy pronto incluyó en sus lecturas obras sobre la Historia de la Música, sobre la Historia de los Instrumentos Musicales; sobre apreciación musical y sobre la vida de los grandes compositores: por ejemplo las obras de historia y apreciación musical de Kurt Pahlen, músico austríaco que vivió más de veinte años en Uruguay y estuvo un par de veces en Costa Rica (donde contrajo buena amistad con don Fernando Baudrit, jurista-musicólogo); la pequeña pero optima Historia de la Música de Emile Vuillermoz (Fayard, Paris, 1973); el ‘Diccionario Oxford de la Música’ editado por Percy A. Scholes (La Habana, 1981); el ‘Atlas de Música’ de Ulrich Michels (Alianza, Madrid, 1985); el magistral estudio de Romain Rolland sobre la música de Beethoven (Hachette, Buenos Aires, 1954).
Por su parte, la biografía musical de nuestro tiempo cuenta con centenas de libros dedicados a narrar la vida de compositores y concertistas de todas las épocas, desde Palestrina y Monteverdi hasta Schonberg, Cage y Berio. Esto no era así cuando, ya adolescentes, mi hermano mayor y yo empezamos a frecuentar grupos de aficionados a la Música Clásica. En ese tiempo, el número de los músicos a los que teníamos acceso era bastante reducido: Corelli, Vivaldi, Bach, Haendel, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelsohn, Schumann, Chopin, Liszt, Brahms, Brückner, Mahler, Dvorak, Debussy, Ravel; los rusos Mousorsky, Rimsky-Korsakov, Tchaikowsky y los ‘modernistas’ Stravinsky, Prokoviev y Shostakhovich. Pero la investigación historiográfica y musicológica ha poblado de nombres el espacio comprendido entre el Gregoriano y el Barroco, y ha exhumado centenares de autores y partituras incluso en países que antes no figuraban en el mapa de la Música.
En todo caso, antes como ahora siento que la Música continua siendo un enigma. ¿Existe un vínculo entre música y literatura? La frase atribuida a Shakespeare: “donde mueren las palabras nace la música” ¿postula una jerarquía?
No hay duda de que, a su manera, la música constituye un lenguaje: un mensaje cifrado cuya clave ignoramos. Pero ¿por que ‘nos llega’? ¿por qué nos emociona?
Los teóricos no han logrado establecer ninguna forma de correspondencia entre una palabra (verdad) y un sonido (belleza), pero los poetas, desde Homero, intuían esa correspondencia cuando cantaban sus poemas acompañándose con la lira; de manera que la asociación de ambos elementos para producir, mediante su combinación, un efecto emocional, o tal vez también intelectual, tiene carta de ciudadanía en la República de las Artes y las Letras.
El género musical donde esa búsqueda/tensión entre música y poesía se resuelve en obra de arte es el de la canción alemana (Lied), cultivada ya en el Siglo XVIII por Haydn y Mozart, pero que adquiere sus contornos definitivos en Beethoven y los románticos del Siglo XIX. ¿Qué tienen de particular estos Lieder? Aunque son piezas breves, las reglas para su confección son estrictas, para que la combinación entre la palabra y la música sea perfecta. Porque precisamente el Lied sería el resultado de una operación artística de gran delicadeza, en la que el músico/creador se sumerge, por decirlo así, en las entrañas del poema, y muestra ser capaz de extraer de cada verso su musicalidad interna, para componer con el material extraído la parte musical del Lied.
Los grandes compositores de Lieder como Beethoven, Schubert, Mendelsohn, Schumann, Brahms, Hugo Wolf, Mahler, espigaron en la mejor poesía en alemán de su época, para ofrecer sus breves Lieder de altísima calidad. Pienso, por ejemplo, en las colecciones de Lieder de Franz Schubert (1797-1828) llamadas ‘La Bella Molinera” y “Viaje de Invierno”, ambas inspiradas en textos del poeta prusiano Wilhelm Müller (1794-1827). Pienso también en Robert Schumann (1810-1856) quien adoptó para sus Lieder, entre otros, textos de Heinrich Heine, como por ejemplo ‘Los dos granaderos’. O en Mahler, que creó la música precisa para los poemas del ‘Cuerno Maravilloso del Muchacho’, de Clemens Brentano y Achim von Armin.
Wehet der Sterne
heiliger Sinn
leis durch die Ferne
bis zu mir hin.
(El aliento sagrado
de las estrellas,
flota a lo lejos
y llega a mí)
(Clemens Brentano)
Sigue
(*) Walter Antillon Montealegre es Abogado y Catedrático Emérito de la Universidad de Costa Rica.
2 Comments
R. C. B.
Don Walter, ¿quién fue la persona que hizo brotar y cultivó mayormente su pasón por la lectura? ¿cómo sucedió?
Libreando
Libros traen libros, música trae música y buenas recomendaciones traen comentarios y shares