Mientras nos desplazamos por varios puntos de Santiago, Valparaíso y otras localidades de la zona central de Chile, no podemos evitar el encontrarnos en las plazas y en las diferentes esquinas con los kioskos de venta de los diarios, revistas y otras publicaciones. A diferencia de lo que ocurría, hace ya treinta y seis años, durante aquellos mil días de la Unidad Popular, ahora las publicaciones son de un tono monocolor o si se quiere de una sola tendencia, ya que la gran mayoría de sus propietarios, formaron parte del grupo empresarial que impulsó el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, aunque ahora todo el mundo se proclame demócrata o democrático. Ocurre entonces que diarios como El Mercurio, La Segunda, La Tercera y la Cuarta, para citar los más importantes, que son los que tienen los mayores tirajes y una circulación más extensa pertenecen, en realidad, a un empresariado de tendencia liberal-conservadora, y por lo tanto, hostil a cualquier proyecto socialista.
Bastaba con recorrer los kioskos de los puestos de diarios, a lo largo de la Alameda Bernardo O’ Higgins, en pleno centro de Santiago, durante ese período, para darse cuenta de la gran pluralidad que caracterizaba a la prensa chilena de aquella época, hoy todavía tan satanizada o reducida al olvido por algunos actores sociales y políticos interesados. Al lado de El Mercurio, La Segunda y La Tercera el lector podía encontrar diarios como El Clarín y Ultimas Noticias, afines al Partido Socialista, El Siglo y el Puro Chile afines al Partido Comunista o La Prensa, vocero de la Democracia Cristiana. Todo un abanico de revistas que iban desde las corrientes más radicales de la derecha hasta las de la izquierda podían y de hecho eran adquiridas por los lectores, pero lo más importante de todo, es que los chilenos de aquella generación eran dados a la lectura y a un apasionado análisis, de los contenidos de esa gran variedad de publicaciones periódicas. Las revistas Punto Final y Chile Hoy, reflejo de las posiciones de la izquierda extraparlamentaria, tenían su contrapunto en las que editaba el Movimiento Patria y Libertad y otros movimientos de ultraderecha.
Ahora, algunas décadas después, nos dedicamos a leer los titulares de una prensa que, en su gran mayoría defiende el nuevo status quo de la postdictadura empresarial-militar y su excluyente sistema electoral, de naturaleza binomial, con excepción del gubernamental diario La Nación, una publicación que, desde hace muchas décadas, se tiñe del color de quienes ocupen, a título de gobernantes, el palacio de la moneda. Empezaremos destacando una información, en apariencia neutra, como en el caso del diario La Tercera, que abre su edición del miércoles 1 de abril de 2009, con un titular que indica, en relación con los efectos de la crisis mundial sobre la economía y la sociedad chilena: “Cesantes suben en 100 mil en un año y tasa de desempleo alcanza el 8,5%” seguido por un encabezado cuyo texto dice “Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la tasa de desocupación en el trimestre diciembre-febrero subió 1,2 punto porcentual respecto del mismo período de 2008. Las ciudades más afectadas – de un total de 33- son Coronel (17,1%), Valdivia (13,8) y Lota (13,6%)”. A lo anterior, se añade que la mayor pérdida de puestos de trabajo en relación a un mes atrás ocurrió en la agricultura, con 41.700 empleos menos y que un total 619 mil chilenos estaban cesantes a esa fecha, de inicios de abril.
En el diario La Segunda, del martes 31 de marzo de 2009, se indica la necesidad de mayores sacrificios y trabajo para enfrentar la crisis: “ Velasco: Cifras “malas” nos obligan a trabajar más duro. DESEMPLEO SUBE A 8,5% Y PRODUCCIÓN INDUSTRIAL SUFRE SU PEOR CAÍDA DESDE 1990: 11,5%. Analistas calculan un crecimiento sobre 3% negativo”. Un segundo titular que ocupa la mayor parte de la primera página, acompañado de una foto en que aparecen los presidentes de Chile y Venezuela, en el se indica que: CHÁVEZ ATACA A BACHELET EN QATAR. En plena cumbre de presidentes, la criticó por haber invitado a Santiago al Primer Ministro inglés y al Vicepresidente de los EE.UU. “Pone en peligro la unidad suramericana”, declaró… Nuevo exabrupto del venezolano encuentra abierto rechazo en la Alianza y en la Concertación y recuerda el incidente del “Por qué no te callas”. Como puede apreciarse, el consenso político entre las llamadas izquierdas y derechas, al interior de la sociedad chilena, se expresa en el rechazo a la críticas del presidente venezolano, pero también hacia quienes, dentro de Chile, se expresen de manera negativa, en relación con la forma como se gestiona la política exterior del país, por parte de los gobernantes de la Concertación, quienes cuentan con el entusiasta apoyo de la derechista y opositora Alianza Por Chile.

El recorrer las calles del centro histórico de la ciudad de Santiago, el núcleo original de la megalópolis en que se ha convertido la capital chilena, un área situada entre la Alameda Bernardo O’ Higgins por el sur y el río Mapocho por el norte y entre la Plaza Baquedano o Plaza Italia por el Este y la Estación Central, por el oeste, se constituye en un ejercicio fascinante, aunque también fatigoso, para el viajero que vuelve después de algunas décadas de ausencia. Las principales calles se han convertido en bulevares por lo que ya no circulan vehículos en buena parte de esa área, ya que el metro santiaguino se ha convertido en el medio de transporte por excelencia. Por otra parte, la Plaza de Armas, un punto neurálgico de la ciudad, desde los primeros tiempos de la colonización española, mantiene casi intacta su fisonomía, aunque con menos árboles y bancos para poder sentarse. El bulevar en que se ha convertido la calle que está frente a la vieja catedral y cuyo nombre se nos hace difícil sino imposible de recordar, le ha arrancado un trozo a la superficie de la plaza, reduciendo de manera notoria, las dimensiones que tuvo durante innumerables décadas, .
El viejo y bello edificio del correo central, situado a un costado de la Plaza de Armas, sede de los gobernantes de Chile, después de la independencia y hasta 1846, se mantiene intacto y tiene la virtud de ayudarnos a asociar imágenes del pasado y recordar así nuestras numerosas visitas que le hicimos, a inicios de la década de los setenta. En el costado opuesto de la plaza y frente a ella, el edificio del Portal Fernández Concha, no si ni porque recordamos su nombre, también se mantiene intacto y si bien ya no pudimos encontrar el viejo restaurante francés Chez Henry que se ubicaba allí, sí visitamos otros restaurantes y fuentes de soda donde pudimos degustar algunos de los platos originarios de este país tan austral. Otras edificaciones, ya existentes en la época de nuestras últimas visitas, vinieron a completar el panorama que nos permitió entablar una cierta familiaridad con ese entorno que mantiene muchos de sus rasgos originarios.
Después de caminar por las calles adyacentes a la Plaza de Armas, pasar por el edificio del viejo congreso nacional, donde sesionaban el senado y la cámara de diputados de la república, cuya institucionalidad fue barrida por el golpe empresarial-militar de 1973, terminamos por aproximarnos al Palacio de la Moneda, a través de la calle Morandé y la Plaza de la Constitución. Recordamos entonces que, durante aquellos años, dicha plaza era un gigantesco parqueo y estaba cubierta de cemento, lo que contrasta con los jardines que hoy dominan el paisaje. Los monumentos de los presidentes Jorge Alessandri y Salvador Allende, separados por pocos metros se destacan en el primer plano de la escena. Nos encontramos, de frente, con el monumento al chicho (nombre afectuoso que le daban los sectores populares al presidente-mártir de la vieja generación revolucionaria), por lo general adornado con claveles rojos que los visitantes emocionados le llevan. Sentimos, por un momento, un cierto pesar por no haber traído algunas flores y poder así rendirle un reconocimiento al Salvador Allende, que ante la violencia y la traición, encontró un momento para hablar de las grandes alamedas que se abrirán, a pesar de lo que muchos pragmáticos y cínicos digan, para que un día pueda pasar el hombre libre.
Caminamos por la estrecha calle Morandé, entre el Palacio de la Moneda y el Ministerio de Obras Públicas y la emoción nos invade, de nuevo y sin poder evitarlo, cuando nos encontramos, de manera súbita, con la puerta de Morandé 80, por donde los militares sacaron el cadáver de Salvador Allende y de otros compañeros asesinados, durante y después del combate de la Moneda. Por un momento, volvemos a ver hacia los últimos pisos del edificio del Ministerio de Obras Públicas, ubicado en la acera opuesta y no podemos sino recordar el testimonio de los combatientes que se apostaron allí, durante todo aquel fatídico martes 11 de septiembre, quienes demostraron con hechos las posibilidades que esa forma de combate ofrecía, aunque a algunos les suene como la mera expresión de una nostálgica terquedad acerca del significado y las consecuencias de una derrota del movimiento popular chileno. Se trata de un viaje que nos sitúa y nos confronta con el pasado histórico y con los escenarios de una tragedia que nos marcó a muchos, de diversas maneras, y persiste todavía en el recuerdo, la nostalgia de lo que no fue, de lo que no pudo ser dadas las circunstancias históricas de entonces. A pesar de ello, seguimos preguntándonos, si es posible que, de forma colectiva, aprendamos alguna vez las lecciones que la historia nos ofrece.
(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor.