Dicen que jugar ajedrez es boxear con el cerebro. O bien, que boxear es jugar ajedrez con los puños. Y con la cintura, las piernas, la cabeza…
Lo digo porque tras un análisis de la posición en el tablero, tal y como quedó hace cuatro años y tal y como se vino moviendo durante el gobierno de Luis Guillermo, la derecha de este país elaboró una estrategia muy clara para recuperar el poder. Hizo en mi opinión una lectura correcta –desde sus propios intereses- y lanzó un par de durísimos golpes que por poco nos tumban por completo.
No lo lograron a cabalidad, y en esencia fracasaron, pero vale la pena estudiar lo que hicieron porque urge armar una estrategia que los derrote en la segunda ronda en abril.
El PLN y el PUSC se originaron en los bandos de la guerra civil del 48. Sobradísima razón para que durante sus primeros decenios fueran rivales acérrimos. Pero setenta años después acabaron pareciéndose a esos viejos mercaderes que venden los mismos productos a los mismos precios, y que tienen sus bazares a ambos lados de la misma calle. Mercaderes que aparentan sentir un fuerte encono por el otro, pero que por debajo lo negocian todo.
Así pasó con el bipartidismo nuestro, una progresiva convergencia hacia posiciones más y más conservadoras. Era lógico: se enriquecieron mucho y entonces los sueños originales debían dar paso al pragmatismo requerido para la conservación de los privilegios logrados. Así, la social democracia verdiblanca, protagonista de la construcción de un estado potente y exitoso desde los años cincuenta hasta setenta del siglo pasado, optó por la apertura de los mercados y la liberalización de la economía, acompañada de un ajuste estructural que –visto en macro- favoreció al sector de servicios y dejó abandonado al agro. Y la “Unidad”, como se le conoce, pues hizo el necesario contrapunto en la comparsa.
Con el viraje a la derecha se frenó la construcción de obra pública, provocando el colapso absoluto del sistema vial, se descuidó la administración de los servicios de salud hasta crear una saturación inmanejable en el sistema hospitalario, se debilitó la educación, sobre todo en los niveles primario y secundario, se atascó la reforma tributaria en tanto se consolidaban las protecciones y privilegios para el sistema bancario. Y así por el estilo… es una larga lista de factores, decisiones, consecuencias, redefiniciones.
Resultado: un país cada día más desigual. Un país que crece económicamente, pero que crece también en violencia, en desesperación, en desorientación. Que crece en marginación y que decrece en oportunidades. Que cambia las leyes del que habría sido posible llamar el “sueño tico”. Por ejemplo, convirtiéndole ese sueño, a muchos jóvenes, en un proyecto de vida que requiere hablar en inglés y trabajar a deshoras atendiendo ludópatas gringos en un así llamado “sports book”. Es sólo un ejemplo, pero hay muchos otros igualmente a mano.
Mientras esto sucedía, nuestro pueblo actuaba con asombrosa paciencia. Se aguantó el gobierno de Abel Pacheco, que entregó las cuentas del estado con saldos buenos a base de no hacer casi nada. Y después, se ilusionó con la posibilidad de que la primera mujer presidente cambiara para bien el rumbo. Ella era joven, bien preparada, daba la sospecha de querer desmarcarse de esos viejos líderes (Óscar Arias, sobre todo) que habían escorado el barco del estado hacia la derecha, encallándolo… ¡y fue un fiasco! Torpeza y corrupción, promesas y decepciones, de todo se acumuló durante su mandato.
Entonces se desbordó el descontento. Fue en el 2014. El Frente Amplio, un partido de izquierda diminuto como todos los de su tipo, se vio de repente invadido de votantes. Y en vez de uno o dos diputados, tuvo de golpe y porrazo nueve. Y no tenía la menor idea de cómo actuar en plan de partido grande, con grandes responsabilidades ante el pueblo.
Con todo, la inundación de votos que ahogó al Frente Amplio no fue lo más importante que provocó esa marejada de descontento: fue la elección del PAC. Ese era, desde varias elecciones atrás, el destinatario de la disensión, ahí se vertía el desencanto que provocaban los dos viejos mercaderes, ahora llamados con sorna “PLUSC”.
En consecuencia, el panorama del PLUSC en la presente campaña no era fácil. Para nada. Debía empezarse por eliminar dos grandes obstáculos, dos amenazas complicadas:
Primera, la posibilidad de que el PAC se mantuviera en el poder. El gobierno había venido haciendo una labor respetable, con sus altas y sus bajas, con sus improvisaciones –explicables para un partido que debuta en el poder-, pero en general con un buen desempeño en el campo social y también con una imagen que se mantenía bastante limpia.
Segunda, la posibilidad de que el descontento ahora se desbordara hacia una opción populista. ¡Y esa opción surgió y creció! Y su líder, el abogado Juan Diego Castro, tenía verbo y enjundia y tenía también argumentos. Si usaba con habilidad y astucia el arsenal a su disposición, podía en efecto convertirse en un peligro real para el PLUSC.
¿Cómo hacer, entonces, para aniquilar al PAC? Y al mismo tiempo, ¿cómo hacer para detener al populista y anularle su verborrea?
Había que aprovechar cualquier elemento coyuntural. Cualquier descuido táctico cometido por el contrincante, como bien saben los ajedrecistas y los boxeadores. La combinación tenía que ser completa y clásica. Lo que cualquier peleador de ring sabe: un jab, un cruzado y un gancho, seguido de otro cruzado en caso necesario. Es la fórmula mejor conocida para el nocaut.
El jab iría directo al PAC, el cruzado al populista.
Luis Guillermo paseaba mucho… pero ese no era motivo suficiente. El déficit fiscal crecía, pero ya venía grande desde antes… no se avanzaba en la creación de empleo, pero sí había logros en salud… en fin, ¡no había por donde darle duro al PAC!
¡Y de repente surge la oportunidad: hay un enredo con un cemento chino!
Había pasado casi inadvertido en las primeras informaciones, pero era cuestión de alborotar por todos los medios el panal. Y se armó, como todos sabemos, la de San Quintín y medio gobierno salió pringado y gente importante fue a dar a la cárcel. Se le catalogó como el escándalo de corrupción más grande en la historia del país.
El cementazo es corrupción, claro que sí. Pero a lo largo de nuestra historia ha habido escándalos peores, asociados a hechos que le hicieron mucho más daño al país y que no resonaron tanto. Aquí, en principio, se trataba de algo que podría hasta haber sido bueno: romper un duopolio de la producción y venta de cemento que encarece indebidamente la obra pública y privada.
No voy a ahondar sobre el cementazo; han corrido ríos de tinta al respecto. Pero sí reitero su carácter boxístico: fue un jab al mentón, que mandó a la lona al PAC.
Entre tanto, el populismo crecía. Corrían los meses de octubre, noviembre… y Juan Diego Castro se disparaba en las encuestas. “La Nación” arremetía contra él, pero Teletica le hacía honor a la relación laboral que han tenido durante muchos años. Otros medios no atinaban qué hacer… y de pronto, ¡zas!, un fallo de la CIDH le ordena A TODOS SUS ESTADOS MIEMBROS (no sólo a nuestro país) que suscriben su competencia contenciosa, que reconozcan todos los derechos existentes en la legislación a las parejas del mismo sexo, incluyendo el polémico derecho al matrimonio.
Esos derechos ya están vigentes en otros estados latinoamericanos más avanzados socialmente: Colombia, Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, México… pero en la mojigata Costa Rica el tema es un tizón al rojo vivo.
¡Ojo, aquí está el golpe cruzado que se necesitaba para tumbar al populista!
Es una carambola curiosa, pero cuando los medios conservadores afines al PLUSC exacerban la reacción contra el fallo de la CIDH, don Juan Diego se va al suelo porque otro populista, el salmista evangélico Fabricio Alvarado, empieza un ascenso increíble, en todo sentido imposible de prever.
Le ha caído en las manos el billete premiado del gordo de la lotería, y él puede decir que “la familia” costarricense está en riesgo por culpa del demoníaco fallo de la CIDH, y que “sólo nosotros” (vale decir los extremistas evangélicos) “podemos salvarla” de esa asechanza de Satán.
Por supuesto que la familia costarricense tiene mucho, muchísimo, tiempo de estar amenazada por múltiples problemas: machismo, violencia doméstica, presión económica, adicción a las drogas (Internet entre ellas), excesivo tiempo de los padres fuera de la casa (entre el trabajo y las presas), y tantos factores más entre los cuales no se cuenta por supuesto el hecho de que ahora las personas del sector LGTB puedan legalizar su estatus.
¡En todo caso la razón qué importa! ¡Es momento de manipular las emociones, de exacerbar los tabúes, de aprovechar las dobles morales! ¡El el momento añorado por Fabricio y los suyos!
Rodolfo Piza del PUSC y Antonio Álvarez del PLN se han de haber percatado de inmediato: Juan Diego Castro –tan amenazante para ellos en tantos aspectos- se fue al suelo, a cambio del ascenso de un político extrañísimo, inédito, atípico. No tiene equipo, no tiene plan de gobierno, su esposa habla “en lenguas” con el Espíritu Santo… su jerarca en la iglesia es un tal Rony Chaves, de pésima reputación como estafador.
¡Y deciden que vale la pena ese cruzado a la mandíbula de don Juan Diego! ¡Y se lo lanzan entre ambos y lo tumban!
Vale la pena la movida, habrán pensado en el PLUSC, porque al inusitado Fabricio será fácil vencerlo en la segunda ronda. Entusiasmados, Álvarez y Piza reeditan la vieja rivalidad. Los mercaderes de nuevo se gritan de acera a acera y Piza le saca un enjuague bucal al otro… y todo se hace evidente: ¡están luchando por ser el que pase a la segunda ronda!
Todo iba bien, y la dupla de la derecha estaba feliz: el PAC noqueado con un jab contundente; Juan Diego, el hablantín, en la lona tras un cruzado, estrambótico pero efectivo al fin.
Los números de las encuestas funcionaban: Fabricio Alvarado de primero –pero eso no importaba…- los viejos mercaderes del PLUSC disputándose el segundo lugar, Juan Diego relegado al cuarto puesto… ¡y el PAC con el 5% en la intención de voto!
Entonces sucedió lo que nadie pudo prever: una buena parte del país, la de mayor cultura política y más alto nivel educativo, la que en alguna medida se podía hasta entonces dar el lujo de alzar los hombros cuando le hablaban de las elecciones –hartos, con justa razón-, esa parte de nuestra sociedad se percató a su vez de que había un peligro gigantesco que se cernía sobre la nación.
Y medio a lo remolón, muchos sin decir nada, sin ponerse camisetas de ningún color en particular… vinieron a votar ayer. ¡Y hoy tenemos la inmensa sorpresa: el PAC se levantó del suelo! ¡Se levantó antes del conteo hasta diez!
Yo en alguna publicación en este muro lo anticipé: Alvarado contra Alvarado en la segunda ronda. Fue hace un par de semanas como mucho. Todo ha sucedido con extraordinaria rapidez. Ha sido, de verdad, una historia de infarto.
Pero Costa Rica ha demostrado cuánto tiene, cuánto vale, cuánto puede.
¡Y cuánto debe! Sí, la verdadera deuda interna que tenemos no es con los bancos o inversores. ¡Nuestra verdadera deuda es con ese medio millón de personas que votó por Fabricio!
Ellos están desesperados. Ese país que giró a la derecha cuando se vino la oleada neoliberal y que lo hizo bajo la batuta del PLUSC, los ha castigado a ellos más de lo que uno, desde la burbuja en la que vive, puede imaginarse.
¡Y tienen todo el derecho a reclamar! Más aún: tienen todo el derecho a considerar, desde su lógica y con sus recursos para analizar la realidad, que la mejor opción para gobernar este país es un cantante de salmos. Y tienen derecho a argumentarlo con toda potencia, y a que los oigamos, y a que los tratemos de entender y encontremos los puntos de contacto con los cuales sea posible construir ese consenso que al país tanto le urge, y desde una nueva época de nuestra realidad política, con el PLUSC en el baúl de los recuerdos.
Para eso va a servir esta segunda ronda.
Del lado de Fabricio estarán ahora los dos viejos mercaderes, porque él es la escotilla que se les abre a última hora, y por la que querrán salir a respirar, otorgándole al evangélico ultra conservador un equipo de gobierno a cambio de poderlo controlar.
Del otro lado, lo digo con pocas palabras, nos ubicamos todos los que estamos convencidos de que lo anterior será, por donde se le mire, un desastre.
El combate sigue. Es una pelea honorable. Crucial. Una lucha cerrada, por nuestro querido país.
(*) Rodolfo Arias Formoso, licenciado en informática, computación y escritor
8 Comments
Allen Perez
Rodolfo,que extraordinariamente escrita y pensada es la presente ponencia tuya. Irrita que en los últimos 40 años nos hayan ido derrumbando, de a poco, todo ese andamiaje de alfabetos inaprensibles y paradojales, reales y no raramente explícitos, energías conectoras de un sinfín de arterias que le dieron vida a una plaza común y al gratuito mercado de las ideas y del ser costarricense. Daba gusto disfrutar una oración bien dicha, terminada con un certero punto, dispuesta a avanzar hacia un verosímil silencio, cual si fuera un paréntesis, para degustar la ingesta de zumos verbales con sentido de realidad y de realidad viviente. No raramente implícitos son estos silencios y aprehenderlos es una destreza al que somos invitados a pronunciar. Pero la corrupción se ha interpuesto a media tirada de la vereda y la mirada se nos dificulta más allá de sus linderos. 40 años de corrupción y de injusticia social ya son suficientes. La república de las grandes mayorías debe ensancharse a su paso frente a la república de unos pocos. La respuesta es la asamblea nacional constituyente, una que reclame para sí la ruptura con lo viejo venenoso y el abrazo de lo nuevo por nacer. Pero ahora, en las actuales condiciones de desgracia, la bandera de la constituyente ya NO procede pues lo conservador ha sido privilegiado por el electorado en detrimento de los valores occidentales de la democracia. Los resultados electorales actuales han secuestrado las posibilidades de hacer grandes saltos cualitativos en materia de democracia, justicia social y derechos humanos.
nilfs2
Excelente análisis, así está la cosa, ahora viene la peor batalla electoral que ha afrontado nuestro país, una guerra santa, dios VS satanás, si tuviéramos ejército y nuestro pueblo estuviera acostumbrado a empuñar armas se soltarian los balazos, herejes contra inquisidores.
hugo
Gracias por tu analisis.
Maquiavelo gómez
Si los partidos tradicionales de CR fueron mercaderes que vendieron ilusiones, los nuevos mercaderes venden sueños de opio, categorías metafísicas travestidas en fetiches, tales como «vida eterna», «sanación divina», «prosperidad», «vivir en la gloria» y así; donde el «más allá» y el «más acá» se unen en un solo discurso: la pobreza es maldición del demonio, la bonanza económica, bendición celestial. La pasión y el dogma, se vuelven cortinas de humo que llenan de opacidad las nociones de «tolerancia», «comprensión», «justicia humana», y «piedad». El poder que el demonio tiene en esa esquema es monumental, casi rivaliza con la divinidad suprema. El demonio nos rodea, solo los «justos», están a salvo. La salvación depende, entonces, del juicio de un tonsurado o tonsurada, que se considera escogido y por lo tanto, vocero de la divinidad.
A su nombre y por su nombre, se enarbola el son de guerra de la batalla final, el Armagedón. Ese desenlace fatal y sangriento, es necesario para la venida mesiánica, la gran promesa, la mayor de todas, donde todo será paz y tranquilidad. ¡Vaya, casi compro boletos para esa obra teatral tan bien orquestada!
Fernando
Súper interesaante comentario. Excelente plantemiento de la realidad política nacional.
José Di Stefano
Maravilloso análisis. Como dice don Gerardo Vargas del FA, me preocupa que una cantidad imp. de personas piense que Dios nos va a salvar del desastre en que nos han dejado los famosos partidos tradicionales.
Gabriel Loria Salmeron
Don Rodolfo buenos días, también soy informático a mucho orgullo, tengo mi propia empresa de desarrollo de software con la cual hemos salido adelante mi familia y yo. Y también soy cristiano, aunque por estos lados la gente se sienta insultada por decirlo.
Le comento que apoyo a Fabricio Alvarado antes de que este casi medio millón de personas lo apoyara, antes de que se hiciera acreedor de ser el representante de todo lo malo en Costa Rica, de lo pasado y de lo futuro según parece. Y sin embargo, en cuestiones de fe, en cuestiones cristianas, no comparto con Fabricio y hasta creo que le falta mucho para llamarse cristiano.
Pero don Rodolfo, me parece que el papel de la familia sí se ha maltratado lo suficiente no solo por el PLUSC, sino también por el FAC (FA + PAC) y por otros tipos de menor categoría que se han prestado para el juego del PLUSC. Desde nuestra perspectiva (aunque sea medieval o conservadora como se nos tilda ahora) muchos de los problemas que nos aquejan se pudieron prevenir si el papel de la familia tuviera la importancia que se debe.
En su texto usted indica que «Por supuesto que la familia costarricense tiene mucho, muchísimo, tiempo de estar amenazada por múltiples problemas: machismo, violencia doméstica, presión económica, adicción a las drogas (Internet entre ellas), excesivo tiempo de los padres fuera de la casa (entre el trabajo y las presas), y tantos factores más entre los cuales no se cuenta por supuesto el hecho de que ahora las personas del sector LGTB puedan legalizar su estatus.» Sin embargo mi opinión es que la familia no está amenazada por estos problemas sino que estos problemas empezaron a tomar fuerza conforme la familia y los valores familiares se fueron debilitando.
EL otro día leí las guías de educación sexual impulsadas por el MEP (PLUSC + FAC) No voy a meterme en nada de agenda LGTBI pero hay algo en todo esto que me preocupa mucho y es que como padres y/o madres de familia no veo por donde podamos poner límites a nuestras(os) hijas(os) Me refiero a que en estas guías los roles de padres y/o madres de familia desaparecen, no es importante nuestra opinión, nuestra experiencia. No tengo un respaldo para poner límites. No me refiero a límites estúpidos como «eres una mujer por lo tanto no puedes ser una astronauta» o «naciste maceta y del corredor no pasas». Me refiero a límites morales. Si mi hijo o hija de 14, 15, 16, 17 años quieren ir a una fiesta donde sé que invariablemente se invita al sexo puedo yo decirle que no? Sé que puedo, y aunque no pueda lo voy a hacer (así me sigan llamando medievalista o ultraconservador) pero será que mi hijo o hija puede demandarme ante el estado porque le estoy privando de un derecho a experimentar su sexualidad? Como será la clase de afectividad sexual cuando mi hijo o hija expongan ante el docente la situación antes descrita? Estará el docente en la capacidad de decir que como papá yo estoy en lo correcto y que como hijo o hija me deben respetar mi decisión, los límites que puse? O estará obligado el docente a decirle a mi hijo o hija que yo no tengo la razón y que no puedo interponerme ante sus deseos de experimentar? Qué procede?
Y que tiene que ver todo lo anterior con los problemas fiscales de mi país? Con la inseguridad tan lamentable que vivimos? Con los problemas de pobreza y desempleo que vivimos? Bueno desde mi perspectiva tiene que ver mucho. En cuestión de seguridad como podemos ver muchos de los asesinos, ladrones, traficantes de drogas, etc. son los que hace apenas tres o cuatro años eran adolescentes. Son parte de esta generación perdida que empezamos a (des)educar sin límites.
Sé que este no es el comentario que agradará a las mayorías de por aquí. Pero en todo caso don Rodolfo este es un sentir de muchos de los que votamos por Fabricio y que ningún otro candidato tuvo los pantalones puestos para decirlo.
Muchas gracias por generar un espacio de diálogo con su comentario.
Fabián Solís Murillo
Al candidato evangélico (así como a los diputadillos) no les bastarían cuatro, ni ocho años para aprender siquiera a leer y escribir, da pena que ni en castellano puedan hacerlo… Da pena también que tales santurrones pretendan enderezar a punta de oraciones ininteligibles el rumbo social, económico y político del país. Mucho más penoso resulta que se la pasen mirando la paja en el ojo del otro sin sacarse antes la viga del suyo para ver bien. La idea de que la única figura familiar posible y legal sea la tradicional es absurda, hay familias cuyos miembros son dos personas y un gato que funcionan mejor que aquella compuesta por papá, mamá y los hijos, más importante aún, esa familia y ninguna otra necesitan los consejos (control) de autoridad religiosa alguna como para que ahora se autoproclamen nuestra salvación. Los homosexuales no quieren contraer matrimonio en ninguna iglesia, como cualquier otro ciudadano lo que buscan es el reconocimiento de sus derechos civiles, acceder a créditos de vivienda, asegurar ante la CCSS a sus parejas, heredar sus bienes a quienes los acompañan y no quienes les cierran las puertas de sus hogares. Si algún aprendizaje se puede rescatar de este proceso electoral es la doble moral que acertadamente apunta el titular del artículo y sobre todo que nos equivocamos al pensarnos como país modelo ante el mundo.