Es usual que después de las elecciones presidenciales, exista un grupo entristecido porque su candidato perdió, otro grupo que ni fu ni fa y un tercer grupo triunfalista, sintiendo que votar por el candidato ganador le convierte en ganador también.
En unas elecciones convencionales hace muchos años, después de un mes nadie se acordaba del proceso electoral, era como si nada hubiera pasado, después de seis meses todos los integrantes de los tres grupos le tiran piedras al presidente, como sintiéndose defraudados, siendo que los políticos siempre ofrecen hasta lo imposible y la población es crédula, demasiado crédula.
En el mes de diciembre se formó una verdadera tremolina con la respuesta consultiva (No fue un fallo) de la CIDH, que algunos medios de comunicación quisieron dar como “una orden” de dicho organismo. Esta respuesta magnificada, catapultó a Fabricio Alvarado entre cristianos y católicos, que vieron en él un mesías que los protegerían del maligno.
Fabricio, un verbo-fácil, aprovechó esta posición y se dedicó a alimentarla en la mente crédula de miles de cristianos de varias denominaciones, erigiéndose en el único capaz de enfrentarse a Abadón, el Ángel exterminador, y derrotarlo.
Enero fue pan comido, dos pésimos candidatos de los partidos mayoritarios: Álvarez y Piza, acabaron por tierra, terminados y exterminados pues no estuvieron en la batalla, no creyeron que esta campaña era otra cosa totalmente diferente a las campañas de últimos sesenta años. Con relativa facilidad los Alvarado consiguieron el primero y segundo lugar, convirtiéndose en los candidatos a una segunda ronda electoral.
Estos Alvarado, tienen en común además del apellido, la juventud: comparativamente con los fosilizados candidatos de los últimos veinte años, la ocupación de periodistas que los convierte en hábiles para manejar las mentes: el periodismo es especial en el arte del manejo de opinión pública, es su verdadero sino.
La desinformación y poca cultura política del pueblo, convirtió esta contienda entre una lucha entre el bien y el mal, Dios versus Satán, era prácticamente el “Armageddon Tico”, y eso bastó para llevarnos al lugar donde estamos parados hoy, a tres días de la elección presidencial.
Lo importante es que quienes eligen a X o a Y, serán responsables de lo que ocurra en los próximos cuatro años, todo el bien o todo el mal que venga, será responsabilidad de los que “ganen” la elección, los abstencionismos tendrán su gran parte en la responsabilidad, porque ese abstenerse es sumarle votos al ganador y restarle votos al perdedor; los perdedores no tendrán culpa en lo que suceda en los próximos cuatro años, ellos trataron de cambiar la historia, pero no pudieron.
El ciudadano debe estar muy seguro de lo que va a hacer el 1 de abril, dónde pondrá la cruz, esta responsabilidad es indesligable de lo que ha de suceder en los siguientes cuatro años, es por esa razón que se debe votar con la razón y no con el corazón, para que la democracia subsista de la mejor manera posible.
En una segunda ronda, cómo ésta particularmente, la importancia del voto presidencial es dramática, porque con la conformación de la Asamblea Legislativa, Carlos no podrá hacer lo que le venga en gana, mientras que Fabricio sí podrá pues tendrá los votos de su fracción y de la del PLN, con lo cual su poder será enorme y si ese poder no se ejerce con cuidado, el daño que puede causar en inmenso, lo mismo que el bien que pudiera causar.
Responsabilícese usted de su decisión este domingo 1 de abril, usted será responsable de las cosas buenas o las cosas malas de los siguientes cuatro años.
(*) Rogelio Arce Barrantes es Médico