Mientras nos denomina animales de países de mierda, el presidente de los Estados Unidos de América nombra como directora de la CIA a una delincuente comprobada, que participó en las torturas que esa agencia del gobierno norteamericano tiene por costumbre practicar. Mientras Corea del Norte desmantela y destruye su campo de pruebas nucleares y suspende todas sus pruebas, el principal requisito impuesto a esa nación para efectuar un diálogo, el presidente cancela la reunión pactada con el gobernante coreano, haciéndose el ofendido por declaraciones realizadas por este último, como si su verborragia no fuera ofensiva y vulgar.
Estamos, como podemos comprobar, en el paroxismo de lo absurdo, guiado por un… ¿desequilibrado mental?… que desea imponer a la fuerza, ya que no lo puede hacer por la razón y el diálogo, el dominio del imperio sobre todos los países del planeta, a través de bravuconadas, groserías y salidas de tono. Pero, lo peor de todo, con amenazas de utilizar la fuerza contra todos aquellos que no bajen la cabeza ante sus exigencias. Y ha llegado al punto de menospreciar y transgredir las normas legales internacionales en todos los campos.
Y me pregunto: ¿con qué autoridad puede, el país más violento del mundo, exigir nada a otras naciones?
Vemos –como señala Manuel Castells- cómo la política nacionalista de Trump ha liberado a Europa de la tutela estadounidense que ha condicionado el proyecto europeo durante más de medio siglo. Aunque ahora habrá que pagar la factura de la independencia, tanto en gastos militares como en competitividad financiera con los principales centros globales, Londres y Nueva York, libres de operar sin necesidad de negociar con el Banco Central Europeo.
En cualquier caso, no hay otra opción. Trump ha dejado claro que le da igual la actitud de los países europeos, que sigue apoyando al Reino Unido en el Brexit, que aplaudió desde un principio, y que no le interesa el calentamiento global. Sólo toma en serio a Alemania pero para reñir a Merkel por su superávit comercial y por las exportaciones de automóviles a Estados Unidos, mientras sigue sin pagar sus deudas con la OTAN y las bases militares en Alemania. Ni siquiera le preocupa que Europa se acerque a Rusia para reequilibrar sus alianzas porque Trump tomó la delantera en la amistad con Putin. Y el desprecio a los medios de comunicación europeos es la continuación del que manifiesta cada día a los de su país.
En realidad, lo que parece una sarta de groserías y torpeza diplomática revela una estrategia absolutamente consistente. Porque Trump es una personalidad auténticamente enferma, a las claras, que cree que no rinde cuentas a nadie porque puede desplegar a voluntad todo el poder de la presidencia estadounidense, sin tener ni siquiera que respetar las reglas de sus propias instituciones. Su narcisismo se retroalimenta con la aprobación de quienes lo vitorean y el desprecio para quienes lo critican.
Cierto que es impredecible, y eso siembra de incertidumbre el orden mundial, pero es coherente con su actitud y su política. Si dicta la política de la primera potencia mundial por medio de tuits emocionales improvisados en medio de la noche, es porque es más que un presidente. Es el líder de un movimiento nacionalista que deja atrás el papel hegemónico que fue el tradicional de Estados Unidos como representante de los valores e intereses comunes de Occidente, para afirmar su “America First” sin que le tiemble el pulso. Sus ímpetus pueden ser parcialmente refrenados en Estados Unidos por un Congreso cada vez más nervioso, por jueces independientes y por las investigaciones judiciales y políticas de sus tratos con Rusia. Pero no hay un control equivalente en el plano internacional.
En realidad, el nacionalismo de Trump forma parte de un nuevo proyecto de dominación global, esta vez antieuropeo y en que las viejas alianzas de la guerra fría se invierten: alianza con Rusia, negociación con China y liberación de las trabas ecológicas y de derechos humanos que aún caracterizan las políticas europeas.
Por eso no preocupa a Trump la enemistad que genera en parte del mundo. Porque él quiere pasar de la hegemonía a la dominación y utilizar el poder económico, tecnológico y militar de Estados Unidos para imponer nuevas reglas de juego. No tanto para revertir la globalización sino para reestructurar la globalización en beneficio de su país y sus empresas.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
3 Comments
Maria
Se puede decir que Tump tiene una actitud dictatorial y casi que tiranica. Con que derecho puede criticar e imponer sanciones a otros que considera dictadores como a Cuba , Venezuela y Corea del Noerte.
Ernesto Jiménez Morales
En la era Trump y Merkel, se han dictado un mar de “sanciones económicas” contra Rusia, ¿a que se refiere Ud. Sr Palacios cuando señala que ” … las viejas alianzas de la guerra fría se invierten: alianza con Rusia,..” ? En que consiste y materializa esa alianza ?
Franklin Rojas H.
Los creadores del “nuevo orden mundial” y Donald Trump a la cabeza, son esta vez más agresivos e irracionales; usan el cinísmo y la mentira en todas sus retóricas; no tienen el más mínimo respeto hacia ninguna nación o país.