De cal y de arena
La turbulencia que ha estremecido pasillos y oficinas del Poder Judicial no ha desaparecido; apenas amainó, cual si fuese un compás de espera para que su nuevo presidente, el Dr. Fernando Cruz Castro, pueda conformar los grupos de trabajo con que va a acometer las distintas tareas que demanda la maltrecha realidad política (en su mejor sentido), institucional y técnica del poder del Estado llamado a custodiar la integridad del Estado de Derecho.
Hay que reconstruir el buen nombre y el prestigio del Poder Judicial, tan venido a menos desde que a sus principales instancias hubo quienes llegaron a resultas de los intereses de las cúpulas de los partidos políticos donde se valoraron más aquellos dóciles a los renunciamientos a las fundamentales reglas de la idoneidad, independencia de criterio y honorabilidad, que otrora primaron las decisiones a la hora de elegir magistrados.
Esto fue lo que condujo a lo que el ex magistrado José Manuel Arroyo denunció como “el cuartel del lobby”, algo así como una madriguera donde coincidían en sus andanzas y propósitos innobles para la majestad de la Justicia, aquellos que sucumbieron a las trampas del toma y daca –por supuesto disimulado para preservar las formas- gustadas por los políticos. Había que ver los pasillos de la Asamblea Legislativa plagados de candidatos sumisos ante diputados que no pasaban de reunir los requisitos fijados por el artículo constitucional 108.
¡Así impactó en el Poder Judicial la crisis de valores que socava la institucionalidad nacional!
El Dr. Cruz puntualiza los grandes temas que le esperan: focalizar a la Corte Plena en la instrucción de la justicia elevada a sus instancias constitutivas, reservarse los trazos gruesos de la política judicial, excluirla de las tareas administrativas del Poder Judicial, fortalecer el Ministerio Público con una carrera fiscal y alivio de la carga que sobrelleva la Fiscalía General, y fiscales con mayor autonomía operativa. Enfatiza en el funcionamiento con transparencia y una fórmula que compatibilice la publicidad y la garantía de un juicio equilibrado del acusado (se supone que distante de los juicios mediáticos). No debe omitir don Fernando el rescate de las exigentes normas de idoneidad en la gestión y de preservación de los valores, quizá razón de ser de la pauperización de la misión del Ministerio Público que tanto ha empañado la imagen del Poder Judicial.
Tiene claro los límites del poder del presidente del Poder Judicial y de la necesidad de constituir comisiones de trabajo para emprender la construcción de las reformas.
Y aunque parezca una tarea titánica, el nuevo presidente del Poder Judicial debe imponerse como gestión de prima importancia agitar las instancias de instrucción de la justicia para que en verdad los ciudadanos veamos materializar como realidad incontrastable el principio de la justicia pronta y cumplida.
Estudioso, intelectualmente fuerte, ducho en los recovecos de la carrera, riguroso, severo y dicen que hasta dogmático. De repente el Dr. Cruz es la persona que las circunstancias reclaman para presidir el Poder Judicial. Ojalá le vaya bien.
(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista