«El huevo de la serpiente» es una expresión que se popularizó a finales de los años 70 y principios de los 80 pero que aún suele ser utilizada en algunos espacios sociales a modo de alerta sobre inminentes peligros que se ciernen sobre una determinada sociedad. Tal nombre proviene del título de una película, estrenada en 1977 y ambientada en el Berlín de los años 20, del famoso director del cine sueco Ernst Ingmar Bergman.
Uno de los personajes es el Dr. Vergerus, un científico que en sus investigaciones afirma que el futuro próximo de Alemania es predecible como un huevo de serpiente, a través de cuya fina membrana se puede distinguir el pequeño reptil ya formado. Al alertar sobre el peligro que encierra una vez salido del huevo, establecía un simbolismo con una sociedad alemana en donde ya se vislumbraba el peligroso auge del totalitarismo nazi, algo que entonces nadie quería admitir a pesar de la virulencia del lenguaje que se utilizaba contra quienes no pensaran igual.
Traemos esta historia a colación debido a la creciente preocupación que suscita en esta creciente confrontación debido a un Plan Fiscal que el actual Gobierno impulsa a golpe de tambor, el surgimiento de intolerancias y de un lenguaje descalificador plagado de burlas e insultos hacia quienes se vienen manifestando en contra de los contenidos de este proyecto de ordenamiento de las finanzas públicas.
Al margen de las diferentes opiniones o puntos de vista que se pudieran tener sobre su contenido es inadmisible en una sociedad como la costarricense que dejemos pasar sin inmutarnos el que desde las altas esferas de Gobierno se les llame en forma despectiva “4 gatos” a los ciudadanos y ciudadanas que discrepan y protestan, o lo que es peor se les tipifique en las redes en boca de dirigentes afines al actual gobierno como “chusma y gentuza”que no merece ninguna consideración.
De ahí la importancia de vigilar el huevo de la serpiente no vaya a ser que algunos descuidos permitan que se incuben odios sociales y esos monstruos que si bien vistos a través de la membrana parecieran inofensivos cuando crecen se vuelven incontrolables. Ninguna sociedad está vacunada contra ese peligro. Ojalá que esta Costa Rica, tolerante y respetuosa de la diversidad de opiniones en donde la práctica democrática se convirtió una vez en atributo individual y colectivo de todo un pueblo nunca tenga que enfrentarse a una versión criolla de aquel “Juden Raus”.
(*) José Luis Callaci
3 Comments
Luis
Estoy de acuerdo con la tolerancia y respeto, sin embargo los huelguistas no son tolerantes ni dan respeto a quienes discrepan de sus posiciones.
José Luis Callaci
Con el mayor de los respetos le contesto al ciudadano Luis. Créame que si tuviera evidencia de lo que usted dice lo hubiese comentado en mi escrito. Eso por un lado. Lo más preocupante es que la intolerancia manifestada en descalificaciones, burlas e insultos cuando provienen de esferas oficiales y afines a ella es grave, muy grave. Es algo nuevo en Costa Rica que mueve a reflexiones que he intentado sugerir en mi escrito. En su oportunidad hablaremos de los montajes de provocaciones para generar malestar en la opinión pública. Algo que va de la mano con lo otro y que es parte, a todas luces, de una estrategia de quienes manejan la comunicación en este gobierno. Armas políticas espurias que generan odios y que fueron muy utilizadas durante las dictaduras militares en América Latina y por gobiernos autoritarios.
Habib Succar
Don José Luis, yo creo que estamos perfectamente jodidos. Ya no hay espacio para la discusión seria, respetuosa, sesuda. Y no es culpa del gobierno y sus focas, como dirían los opositores recalcitrantes, no, es una poderosa ola de pachuquismo e ignorancia que se ha apoderado de la gran masa, que hoy encuentra visualización en las RR.SS. y expone, sin vergüenza alguna, no solo su ignorancia, sino sus prejuicios y un dramático desconocimiento de la historia patria y las conquistas de los movimientos sociales.
Estos movimientos, además, hoy casi acéfalos de una dirigencia íntegra, se han devaluado por la irresponsabilidad de los gremios (sobre todo de educadores) que no les ha importado nada de nada con tal de mantener odiosos privilegios que no corresponden al producto que ellos entregan a la sociedad: precisamente, esa degradación del diálogo o la discusión nacional es producto de una educación pública en decadencia absoluta. Creo que ahí tenemos el origen de muchos de nuestros males.