Leí en una mezcla de dolor, rabia, odio e incredulidad, la carta de un médico con corazón bueno: aún hay muchos seres humanos buenos en el mundo; me pregunté qué hacía la autoridad, el Pani y tantos más, mientras esa víctima dulce e inocente: M, recibía toda la crueldad posible, que le arrancaba la vida cuando aún no estaba en capacidad de comprender. ¿Por qué tanto odio contra una niña pura y buena? La carta por sí sola basta para explicar lo que deberíamos sentir todos, cada vez que un niño es maltratado, se maltrata a toda la creación, una víctima más de la bestialidad humana: ¿a dónde hemos llegado como especie? Defendemos una mascota, lo que está bien, pero nos importa un bledo que maten a golpes a una niña, inocente como todas las niñas, buena como Los Ángeles, que debía estar entusiasmada y llena de alegrías porque ya casi llega el niño Dios: ella tenía que estar esperando su muñeca y no los golpes brutales que le arrancaron la vida.
Miles de niños estarán siendo amados mientras escribo esto, pero no basta porque como médico se muy bien que otros miles están siendo lastimados, golpeados, odiados. Hace muchos años, tantos que apenas recuerdo, leí una frase de el maestro Valeriano Fernández Ferraz: “el ser humano sin conciencia es el peor animal de la creación: peor aún que el felino y el reptil”, nunca pude olvidar esa frase. Al paso de los años, el maltrato infantil es muy común en esta sociedad vacía de valores y llena de materialismo, una sociedad que ha destrozado el medio ambiente y que tiene la cabeza vacía de sentimientos pero llena de odio.
Seguiremos leyendo y escuchando sobre muchas M que morirán por el abuso de unos padres que de amor no conocen nada, la vida seguirá es cierto, pero ahí estará el recuerdo de M: para nunca olvidar.
No hago un llamado a quienes legislan, ellos no escuchan estos llamados, pero solo con penas carcelarias largas sin conmutación, se puede sacar de la sociedad estos monstruos que igual que los pedófilos: no se curan con nada y cada que pueden vuelven a causar daño. Todos debemos ser M en este momento y cobrar conciencia que somos “todos” los llamados a velar por ellos. Ya la niña M voló al cielo de los niños, donde no hay dolor, donde reciben el amor que les negaron en este cruel e inhumano mundo. Queremos colonizar Marte, ¿para qué? ¿Para llevar este odio a un planeta que ya agonizó hace mucho? Seguimos matando niños en guerras demenciales solo por un poco de petróleo, y a eso le llamamos civilización, vemos las fotos de esos niños muertos en los periódicos, pasamos la página para ni siquiera pensar, no, eso no es conmigo.
Cada vez que un niño muere por causa de la crueldad humana, muere un pedazo más de nuestra alma, muere un poco más de esperanza y se pierde un ser humano inocente sin que nos importe nada, eso es allá, en otro lado.
La impotencia del médico que escribe esa carta sobre M, me llegó demasiado adentro, no pude evitar unas lágrimas que me hicieron recordar que yo fui un niño alguna vez, que uno como niño se siente un enanito impotente ante la actitud grosera de un adulto, recordé que tengo hijas a quienes amo y que tengo nietos a quienes amo, que una de mis mayores ilusiones es ver la sonrisa inocente de un niño o una niña, son las únicas almas buenas y puras, quizá el mundo todavía gira por ellos.
M, llevaré tatuada tu imagen en mi alma mientras viva, quizá algún día te conoceré personalmente.
(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico
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Juan Huezo Zúñiga
Es impactante la nota del médico ante tal situación. A veces creo que un costarricense no puede bajar a tales extremos y tener las entrañas para hacer semejantes atropellos. Monstruos con tales escrúpulos, son mal nacidos que Dios debe liquidar de oficio. Pero de todo hay en este mundo perverso, donde los principios y valores están cada día enterrándose en la profundidad de nuestro sistema. Sin embargo insisto: debe definirse quienes son esos adefesios de seres humanos, con nombres, apellidos y nacionalidad. Llevar esos récords podría sacarnos de nuestras razonables dudas. La descomposición del verdadero tico no puede ser -¿o sí?- tan perniciosa y criminal.
A M, te tenga con Dios, sos un angelito.