viernes 19, abril 2024
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Cuba, Venezuela y Nicaragua: mitos y realidades

Desde muy joven cuestioné la revolución cubana, no llegaba aún a los doce años cuando empecé a entender por dónde y hacia dónde iba Fidel y su camarilla. En Costa Rica se había tratado de hacer algo similar en el 48-49, por parte de algunos intelectuales del movimiento revolucionario; no obstante uno de los grandes demócratas costarricenses: Don Alberto Martén Chavarría, segundo en mando del ejército de liberación nacional, puso en alerta a muchos líderes del futuro PLN.

Estos demócratas convencieron a don Pepe de detener ese movimiento, entre ellos don Chico Orlich, gran demócrata y hombre de un valor incuestionable. Al fin, Pepe supo darle un viraje a los obcecados izquierdistas y convertir el país en una ínsula social-demócrata, que por cierto funcionó por tres décadas.

El ser humano es un enamorado del poder y sus frutos por antonomasia, con excepción de los filósofos y los tontos útiles. Es comprensible que quien no nace en la opulencia, desea muchas cosas de quien si nació en las comodidades que da el dinero; también quienes nacen en una clase media (que al final nadie sabe qué significa clase media) envidian lo que tienen los ricos.

Normalmente los movimientos revolucionarios de izquierda en Latinoamérica, han sido liderados por personas pertenecientes a la clase media: tienen mejor educación que los pobres y se mueven en esas esferas sociales donde no caben los pobres, pero además sienten aversión por los ricos (¿Envidia?). Son los líderes ideales para la izquierda, tienen todo lo que se necesita, e incluso aunque no gustan de los pobres, tienen una gran facilidad de convencerlos de las injusticias y señalarles a los ricos como sus verdugos.

Cuba fue el gran ejemplo con Fidel, hijo de un hacendado español afincado en Cuba, quizá inicialmente la intención fuera una democracia con una ideología social-demócrata, pero ebrio de poder ya no quiso bajarse del podio, y se enquistó en el poder.

En “Anatomía del poder”, John Kenneth Galbright describe con lujo de detalles la mecánica para quedarse en el poder, y no quisiera ser largo y cansino, por lo que definiré solamente que para mantener el poder hay que dar a manos llenas frutos de dinero y comodidad a quienes te rodean, para que sigan elevándote a la capacidad de líder. En otras palabras tienes que crear una élite alrededor tuyo, que será tu protectora. Nadie como Fidel supo hacerlo, además de aprovechar el interés de EEUU de mantener a Cuba fuera de las manos de la mafia y evitar las grandes migraciones de cubanos. Esa simbiosis convirtió a Cuba en un protectorado de los EEUU, pero utilizando una mecánica diferente.

El caso de Venezuela, donde los ricos hacían lo que les daba la gana con las ganancias del petróleo, y un inútil político como Carlos Andrés Pérez dio el pedestal a Hugo Chávez Frías y los militares, para convencer al pueblo de que él era el mesías esperado, al fin y al cabo lo que necesitaba EEUU era petróleo barato y lo consiguió, lo sigue explotando a su gusto, por tanto el régimen chavista-madurista, sigue en su apogeo.

La oposición venezolana le dio la espalda al proceso y llegó incluso a retirarse de los procesos electorales, posiblemente con la peregrina idea de que el tío Sam los libraría: ¡jamás!, no iban a perder un petróleo tan barato y la gran franja del Orinoco. Mientras haya una gota de petróleo barato en subsuelo venezolano, ese régimen seguirá siendo lo que es. Debemos comprender que el pueblo pobre se ha beneficiado del régimen chavista muchísimo más que cuando dependía de la oligarquía criolla.

Nicaragua, un dolor de cabeza que ya dura dos siglos, es nuestro verdadero problema de vecindario, no los nicaragüenses en sí, sino los gobernantes de turno. Daniel Ortega, el clásico dirigente de izquierda que viene de una familia acomodada, ahora que los ricos empiezan a hostigarlo porque se ha convertido en una amenaza económica para ellos, entonces busca la receta mágica de Fidel Castro: radicalización de su régimen hacia la izquierda, contando con el apoyo de la élite que él mismo se ha creado, ya no necesita a los ricos, ahora tiene a los chinos en el canasto, o los chinos lo tienen a él.

¿Podrá mantenerse en el poder? Si, ahora que la demencia de la Casa Blanca aislándose con el muro, ¿qué mejor ayuda que un problema político en Centroamérica? Ortega no podrá llevar a Centroamérica a la izquierda, pero posiblemente volveremos a estar igual o peor que antes de Esquipulas, gracias a las maras y Ortega, será un tipo diferente de lucha.

La lucha por crear un corredor económico en Centroamérica está llegando al final, porque los EEUU no tienen interés en que los chinitos armen este negocio en sus fronteras.

A grandes rasgos, estos fenómenos tienen explicaciones racionales, donde al fin y al cabo todos, absolutamente todos, perdemos.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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