viernes 29, marzo 2024
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Pobre Venezuela

De cal y de arena

En Juan Guaidó se acuñan las esperanzas de un renacer de la democracia en Venezuela que abra también las perspectivas de la reconstrucción de la economía y de las finanzas públicas, hoy en virtual estado de bancarrota, así como de una reparación del tejido social.

El sueño de un modelo de desarrollo inspirado en los principios universales de justicia social y de respeto a los derechos humanos consagrados en cartas y tratados internacionales de los que Venezuela es parte, quedó hecho trizas. Seguramente no fue este el objetivo que acarició Hugo Chaves.

Hoy la sociedad venezolana arde en un conflicto muy complicado y con ramificaciones que se extienden allende las fronteras de la patria de Bolívar. No hay democracia, con todo lo que ello significa. Tampoco un régimen que aunque autoritario y liberticida, pudiese exhibir un legado material suficiente para vivir con salud, con comida, con educación, es decir para vivir mejor que ayer y mantener viva la esperanza de un futuro mejor.

¡Pobre Venezuela!. ¿Cuántas veces han aparecido en su historia capítulos como el presente y figuras portaestandartes de una bandera de esperanzas?. Juan Guaidó hoy en día es el depositario de esas esperanzas redentoras. Si conoce la historia de su patria, está en el deber de conocer la dimensión y los significados de los desafíos que encara así como de los riesgos que le acechan. En particular, una reedición de lo que está presente en la vida política de los venezolanos: el autoritarismo y la corrupción que hacen la negación de la democracia.

La historia de Venezuela está preñada de dictaduras y de golpes de estado. Desde que irrumpe en los albores de la centuria pasada Cipriano Castro, -en cuyo mandato Venezuela sufrió un bloqueo marítimo decretado por los gobiernos europeos acreedores de una deuda insatisfecha reiteradamente-  dictadura que fue emulada con signos más endurecidos por la del general Juan Vicente Gómez y tras él, por el régimen de Eleazar López Contreras. Este militar oriundo del Táchira también–tierra de dictadores- se perfiló  como otro autócrata más de la ya larga historia escrita por los tachirenses en el país. Empero, tuvo un giro “esperanzador” –uno de los tantos que aparecen en el horizonte político de Venezuela- cuando un día amaneció henchido por aires de demócrata: acortó su mandato, restableció el goce de libertades básicas, permitió el registro de partidos y sindicatos, reconoció el derecho a la huelga y el ejercicio de la crítica ciudadana. Hasta que esa atmósfera le fastidió y se mortificó con lo que le decían y le hacían sus críticos: ordenó el destierro de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios y 43 opositores más y la proscripción registral de partidos.

Fueron esos los quinquenios interminables de gobiernos autoritarios, tiranías en toda la extensión de la palabra, que se convirtieron en generosa fuente de enriquecimientos para los benditos de los regímenes. El latifundismo creció sin límites y la sociedad venezolana padeció los efectos de una pésima distribución de la riqueza, al lado –desde luego- de una total ausencia de libertades.

En 1941 López Contreras volvió a adherir aires de demócrata. Convocó a elecciones presidenciales por delegación en colegiados (segundo grado). Su favorito Isaías Medina Angarita, otro general tachirense, le arrebató el triunfo al escritor Rómulo Gallegos.

Para no fallar en los movimientos cíclicos de esa penosa evolución de la política venezolana, el general Medina también jugó de “redentor de la democracia” y llamó a las urnas. Sólo que su delfín quedó inhabilitado por enfermedad y quien escogió a dedo no tuvo el asentimiento del partido Acción Democrática que –además- pidió a Medina Angarita hacerse a un lado, abrir un interregno y convocar a elecciones de primer grado. Lo que el hombre fuerte no aceptó.

Acción Democrática forjó una alianza con el ejército y tumbaron a Medina en abril de 1946. Y de nuevo el ciclo: declaraciones de fe democrática, nueva Constitución, nuevas elecciones, nuevos gobernantes…. Rómulo Gallegos, otro golpe, nueva junta militar de gobierno con Marcos Pérez Jiménez presente…. otra junta y su presidente –Delgado Chalbaud-secuestrado y asesinado.

Llegan los años de una dictadura más, la del general Marcos Pérez Jiménez, despiadada y corrupta, aunque respaldada por una vigorosa inversión en obra pública en todo el país, lo que no logró compensar la demanda de libertad y democracia. Un grito que al final se impone con sus pretensiones tras la fuga de Pérez Jiménez y el retorno de Venezuela a los predios libertarios.

Vinieron los años de Betancourt, Leoni, Caldera, Carlos Andrés Pérez. Y también los descarrilamientos ideológicos y éticos de Acción Democrática y Copei, que fueron el abono ideal para la aparición en el tinglado de “otro salvador”: el coronel Hugo Chaves Frías, sus sueños libertarios, sus sueños de redención social, sus sueños de ascenso del país a potencia del tercer mundo. Sus “misiones” dieron pase a la concreción material de los anhelos de los venezolanos marginados que, así, se hicieron el soporte masivo suficiente para darle a Chaves una carrera de éxitos electorales.

Lo que sigue es cosa de estos años con el colapso del modelo que impulsó porque se quedó sin oxígeno financiero. Colapsó por su inoperancia, por la corrupción rampante y por su muerte. Su vacío fue aprovechado para el secuestro de una revolución por una gavilla de autócratas sinvergüenzas e incompetentes, con fuerza –eso sí- bastante para arramblar con todo vestigio de lo que fue la democracia en Venezuela. Nicolás Maduro es la encarnación del “zoon politikon” en el peor sentido del concepto: un animal en la política.

Legado de la conflagración causada por adecos y copeyanos es la imparable ola chavista y la cascada de distintos salvadores que enarbolaron la bandera de la redención libertaria. Con los resultados conocidos –hasta hoy- para infortunio de la patria de Bolívar.

Venezuela está al borde de un baño de sangre. Convertido está su territorio en el tablero de una confrontación con todas las características de un hecho propio de la Guerra Fría. Comenta Matt Ferchen, analista del Centro Político Global Carnegie-Tsinhua, que por efecto de la precaución que tiene Estados Unidos para no entrar a un choque frontal con Rusia y China, Washington prefiere hacer de Venezuela el tablero para mover sus fichas. No por un interés idealista, libertario, custodio de los derechos humanos, sino por su necesidad de sacar a esas potencias extracontinentales de su patio trasero que en este caso es la localización de una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

El movimiento de fichas que inspira, dirige y sostiene el gobierno de Estados Unidos tiene todas las características de una operación internacional montada para tumbar a Maduro sin los amparos jurisdiccionales emanados de la OEA o la ONU. No se vislumbra –por ahora- un desembarco de tropas pero sí un ataque masivo contra las finanzas del régimen, quizás suficiente para dejarlo sin oxígeno y precipitar su caída. ¿En qué circunstancias?. Muchos temen un baño de sangre si no se abren las válvulas que permitan quitarle presión a esa caldera. Hay unas interesantes reflexiones a este respecto que hace el analista político venezolano Luis Vicente León, de la firma Datanalisis.

Negociar, al fin y al cabo, y dado que la quiebra de la economía por su columna vertebral haría inevitable la salida de Maduro de Miraflores, dice León que también abonaría los intereses financieros de Rusia y de China, cuantiosos por cierto, pero no suicidas como para fundirse en las llamas de la conflagración por salvarle el pellejo al ex dirigente sindical.

Juan Guaidó es la figura que está unificando la resistencia. Y aunque no es el único actor en el drama, sí tiene en sus manos el liderazgo sobre el cual recaerá el dictado de la historia. Ojalá los capítulos  que Juan Guaidó termine de escribir no sean una nueva edición del mismo libreto redactado por otros compatriotas en otros tiempos y que terminó siendo la tumba de los ideales de los venezolanos demócratas.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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