viernes 29, marzo 2024
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Desinformación y libertad de expresión en la era digital

El 26 de enero de 1993, en la Universidad de Costa Rica, se realizó la primera conexión de 12 nodos o puntos de acceso a internet. Pocos años antes, la UCR se había conectado a bitnet – una antigua red internacional de computadoras de centros docentes y de investigación –, por lo que el paquete de datos recibido, en esa oportunidad, fue el primer correo electrónico que llegó a nuestro país.

Este es un hito que, 26 años después, nos lleva a reflexionar sobre las aspiraciones que en aquella época tuvimos: que esta red que nos unía y nos permitía intercambiar información marcara el inicio de una era en la que todos tuvieran un papel. No nos equivocamos al pensar que era el inicio de una era: más de veinte años después, el mundo entero ha revolucionado gracias a la posibilidad de acceder, compartir y debatir la información que se encuentra en línea. Pero aún falta camino por recorrer. No han faltado actores; no se trata de eso. Se trata de pensar que aún quedan muchas personas excluidas de esta fuente de conocimiento, y no hemos resuelto el grave problema de equidad que afecta a muchas poblaciones del mundo.

Pero hoy son aún más las preguntas que inquietan nuestra convivencia en esta era digital. Internet nos ha abierto puertas, acercado a aspectos recónditos de las culturas, y permitido comunicarnos de múltiples maneras. Sin embargo, debemos insistir en que la misma desigualdad que aqueja nuestra sociedad real, tiene su reflejo en la sociedad virtual, con efectos multiplicadores.

Las llamadas noticias falsas, que no son ninguna novedad, tienen un eco tan poderoso en el mundo digital que ponen en riesgo el libre intercambio de ideas. En una región desigual como América Latina, en donde los derechos humanos siguen siendo vulnerados sin mayor disimulo, no podemos darnos el lujo de que la diseminación de información deliberadamente falsa debilite aún más el delicado equilibrio entre la libertad de expresión y el debate democrático, especialmente en períodos electorales. En años recientes, quizá esta ha sido la mayor evidencia de cuánto influyen en la opinión pública estas manifestaciones.

Son muchos los sectores preocupados por la puesta en marcha de campañas de desinformación, y el uso indebido de datos personales. La Universidad de Costa Rica ha manifestado, en reiteradas ocasiones, la necesidad de que en el país se cuente con legislación actualizada que responda a las necesidades de uso e intercambio de información en los tiempos que corren.

No solo para promover una comunicación plural e inclusiva – lo cual ha sido una de nuestras mayores luchas –, sino también porque cuantas más y mejores herramientas de comunicación tengan aquellas voces por años silenciadas, podremos rebatir más y mejor aquellos ataques que pretendan acaparar y establecer únicas vías de pensamiento.

La educación en el uso de estas herramientas, la alfabetización digital, no puede seguir siendo considerada educación para el futuro, pues ese futuro ya está aquí. La ciudadanía requiere tener mecanismos para identificar cuándo está frente a informaciones o desinformaciones, y por ello no debemos olvidar que la propia educación básica y el acceso a la información siguen siendo dispares para la población. Así, la vulnerabilidad es aún mayor.

Debemos promover la formación ciudadana en la lectura crítica de los medios, en todos sus soportes, desde la educación formal. A partir de ahí, cada persona podría dar un paso más hacia el pleno uso de sus derechos comunicativos: exigir información de calidad, definir sus estrategias informativas, y especialmente poder expresar sus criterios.

Hay quienes promueven que sea el Estado el que regule y castigue las noticias falsas. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones que tengan dichas propuestas, esto podría ser lesivo de la libertad de expresión. Podría provocarse un mayor daño que el que se desea prevenir.

Por eso, también es parte de la agenda académica profundizar en la investigación sobre la desinformación y su incidencia en la formación de la voluntad de la ciudadanía y, en general, en la libertad de expresión y el derecho a la información. Como ejemplo de ello, en abril, la Rectoría apoyará una encuesta a cargo del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), con el Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP), el Centro de Investigación en Comunicación (CICOM) y el Programa de Libertad de Expresión (PROLEDI), que aspira a profundizar en la recepción de contenidos, la producción y viralización de noticias falsas.

Nuestras preocupaciones son compartidas por muchos colectivos, en muchos países distintos. Especialmente en Centroamérica, hemos sufrido al recibir la noticia de una voz más que ha sido silenciada. Hemos llorado la pérdida de valiosas voces periodísticas, activistas, ciudadanas. Honramos su memoria al contribuir a que la población logre darle poder a sus propias voces y decisiones, desde las cotidianas hasta las electorales.

(*) Dr. Henning Jensen Pennington, Rector Universidad de Costa Rica

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