jueves 18, abril 2024
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Es un problema político, no jurídico

De cal y de arena

La anquilosis que padece el Estado costarricense en su amplia variedad estructural, no se erradica –y ni siquiera se alivia- con recursos remediales que ni van al fondo de los problemas ni ponen la mira en las causas políticas y sociales. No porque se introduzcan reformas al régimen que gobierna la emisión de leyes se va a erradicar esa anquilosis, pues el mal no es jurídico sino político. De ahí que el malhadado expediente cosido en una junta de notables para recortar las potestades de enmienda de los proyectos de ley en nuestro Parlamento, no lograra hinchar velas siquiera para levantar unos cuantos metros. Murió al nacer, sin duda.

Nuestro modelo está fallando en cuanto a representatividad democrática y a eficacia de gobierno. La confianza del ciudadano se ha erosionado sensiblemente, en una caída que arrastra la credibilidad de políticos, partidos y entidades sociales. De no ser por la calidad de nuestros procesos electorales, todo ese mar de frustración, escepticismo, rebeldía y deslegitimación habría podido arrastrar esta sociedad a los fuegos en que se han quemado las democracias en otros países. Al ciudadano incrédulo, receloso, escarmentado, y que con sus desplazamientos masivos y sorprendentes en las urnas provoca resultados fuera de pronósticos (en lo que algunos analistas han llamado “la rebelión del votante”), no se le va a devolver la fe con parches ni con curitas. La evaporación de los liderazgos, la crisis de los partidos políticos, la desconfianza del ciudadano, no se enmiendan con leyes ni reglamentos.

¿Cómo salir de estos vacíos sin liderazgos ni partidos ni ciudadanos con fe?. He ahí lo más problemático de estos tiempos.

La ausencia de liderazgos gravita en todo el edificio de la institucionalidad y hace más difícil construir consensos sociales para emprender transformaciones, allí donde son precisas para superar la anquilosis y satisfacer las necesidades y apetitos del habitante.

Esta sociedad debe imponerse la tarea de construir un nuevo modelo para la arquitectura de su Estado, en formas y contenidos. Pero –vuelvo a la pregunta- ¿dónde están los liderazgos que la llevarían de la mano tras esa reconstrucción? Mucho se habla de internarnos en un parlamentarismo democrático, representativo y responsable, en armonía con partidos modernos, funcionales y al servicio de la ciudadanía. Lo que Rodolfo Cerdas Cruz (“Costa Rica en la Encrucijada”) visualizaba como “una democracia justa en lo social, equilibrada en lo económico y lo político, igualitaria en las oportunidades, participativa y no solo políticamente representativa, con controles efectivos, con rendición cabal de cuentas y con mecanismos para exigir responsabilidades, solidaria a nivel nacional y a escala internacional en las causas en que esté en juego el futuro de la humanidad y del planeta.”

Pero emprender esa ingente tarea sin  líderes políticos, sin partidos reciclados y sin movimientos sociales en capacidad y condición de convocar y orientar a los ciudadanos en torno a propuestas de cambio, es como decidirse por un salto al vacío. En esa coyuntura nos encontramos. ¡Qué jodido!

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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