jueves 28, marzo 2024
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Un viaje por las páginas y las vivencias de una gran revolucionaria

Lenin dice que el Estado burgués es un instrumento para oprimir a la clase trabajadora, mientras que el Estado socialista no es más que un estado capitalista puesto cabeza abajo. Esta concepción simplista deja de lado lo esencial: el gobierno de la clase burguesa no necesita el entrenamiento y educación política de toda la masa del pueblo, al menos no más allá de determinados límites estrechos. Pero para la dictadura proletaria se trata de elemento vital, del aire mismo sin el cual no puede existir” Rosa Luxemburgo LA REVOLUCIÓN RUSA Página Indómita, Barcelona, abril de 2017, p. 115.

Un libro como este que nos presenta a los lectores el historiador Rodrigo Quesada Monge, en esta oportunidad, es antes que cualquier otra cosa la condensación de un gran esfuerzo desmitificador de una serie de nociones y percepciones erróneas sobre algunos hechos esenciales de la historia europea y universal de la primera mitad del siglo XX, las que sin ningún espíritu crítico, y sin contar con el menor manejo de fuentes confiables, hemos venido aceptando desde tiempos inmemoriales como verdades sacralizadas.

Para el autor, el violento y despiadado asesinato de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y otros dirigentes del ala izquierda más radical, al concluir la primera quincena del mes de enero de 1919, por parte de las autoridades socialdemócratas de la República Alemana de Weimar en ciernes,  surgida de la revolución de los obreros, marinos y soldados de finales de octubre de 1918, la que condujo a la capitulación del Imperio Alemán del 9 de noviembre de 1918, se había venido decantando y descomponiendo en beneficio de las viejas clases dominantes, lo que condujo al aplastamiento de las más caras aspiraciones de la clase obrera, acudiendo al uso de los paramilitares de extrema derecha, reclutados rápidamente entre los soldados desmovilizados del frente. El régimen naciente tuvo poco o nada de democrático, y lo mismo podría decirse del Partido Socialdemócrata Alemán(SPD), cuyas prácticas nada democráticas borran la imagen benigna que los historiadores burgueses le habían fabricado, en contraste con la descomposición de la democracia socialista en la naciente Unión Soviética, a partir del fracaso de la Revolución Alemana, entre 1918 y 1923, cuyas diferentes etapas nuestro autor aborda con detenimiento, y  el grave hecho de la agresión de casi todas las potencias imperialistas en ese período, como factores que debilitaron al régimen de los soviets, propiciando el centralismo y la burocratización dentro del proceso revolucionario, los que se aceleraron a partir de la muerte de Vladimir Lenin, en 1924. Se trata de hechos históricos esenciales sobre los cuáles la historiografía no sólo ha sido omisa,  algo que nos ha conducido a la trampa de asumirlos desde una visión mítica y distorsionada, por eso la ruptura con este tipo de visiones y falsas interpretaciones es uno de los grandes aportes de esta obra, la que está llegando al público, en momentos en los que se cumple el centenario del asesinato de la así llamada Rosa Roja y sus compañeros espartaquistas.

 La tarea de hablar de un personaje histórico, cuyos avatares existenciales se han movido siempre entre las sombras, las medias verdades o las mentiras completas, la falsa compasión o la presunta simpatía, la tergiversación y el ocultamiento de lo más esencial de su pensamiento y acción, dos elementos cardinales de su fructífera, además de coherente y corta  existencia, como unos ejes siempre presentes y determinantes, concordantes e incluso avasalladores si se quiere, y que por ello fueron siempre temidos por los políticos de los más diversos regímenes, de cuya brutalidad política e inhumana nos dio una abundante cosecha el siglo anterior, con sus dos guerras mundiales, y la sucesión de guerras no tan frías que las sucedieron. Todo esto, es en esencia lo que significa referirse, e intentar rescatar del olvido y la falsedad reiterada, a un personaje tan apasionante como Rosa Luxemburgo(1871-1919), ignorado en su condición e importancia histórica, alguien cuya imagen hoy nos parece tan vaga, además de lejana, cuando ha transcurrido  ya un siglo, desde su brutal asesinato en las calles de Berlín, por lo que no deja de ser una tarea desafiante y cautivadora para quien la emprenda; esa y no otra es la que, con un inmenso amor, honestidad y valentía singulares emprendió, hace ya algunos años, el escritor, historiador y ensayista costarricense, Rodrigo Quesada Monge, quien hoy nos ofrece este volumen de más de cuatrocientas páginas, un ambicioso texto en el que se combinan, de una manera admirable y plena, tanto el rigor analítico como la exhaustividad en el uso cuidadoso de las fuentes historiográficas y literarias, pero sobre todo, o antes que nada, el sentido de humanidad y fraternidad, así es como autor nos habla de humanidad, y nos trae al centro de la escena a ese ser humano, tan pleno de humanidad en el buen sentido que había en esa mujer, tan fuera de serie e incómoda para todas las ortodoxias, como también para las pasajeras modas intelectuales o acomodos oportunistas de toda clase, los que suelen aparecer con cierta recurrencia.

Si hace algunos años, no muchos por cierto, Rodrigo Quesada Monge, con otra obra de capital importancia, nos permitió sumergirnos en toda la riqueza del legado y de las tradiciones revolucionarias anarquistas, en esta oportunidad su inmensa honestidad y creatividad nos permiten calibrar, a través del despliegue del estudio de las acciones de un personaje histórico tan singular como este, situado en una encrucijada tan compleja y temible de la historia contemporánea, toda la riqueza del marxismo revolucionario, visto desde la perspectiva de un revisionismo histórico crítico, como el de Rosa Luxemburgo, quien fue capaz de evidenciar, desde fechas muy tempranas la traición y oportunismo de los próceres “socialdemócratas” de la Segunda Internacional, a quienes enfrentó a partir de 1898, año de su llegada a Alemania, después de una larga estadía en Suiza que fue esencial para su formación política e intelectual. Todo este proceso de luchas políticas y formativas, en el orden de lo académico, es considerado en esta obra, donde el autor hace un cuidadoso recuento, y un análisis de las condiciones de su vida puramente personal, a partir del análisis de su correspondencia y otras fuentes que nos revelan sus cualidades profundamente solidarias, su empatía e interés por la naturaleza, los temas de la literatura y otras dimensiones no menos importantes de la vida social, cuyo conocimiento en su caso se vio facilitado por el dominio que poseía, de numerosas lenguas europeas como el polaco, el ruso, el  alemán, el francés y el inglés, algo que le permitió ensanchar el horizonte cultural en el que le correspondió desenvolverse, a lo largo de su corta, apasionada y agitada existencia.

Estamos ante una persona, recién llegada a Alemania, hacia fines del siglo XIX, alguien que hizo frente en todo momento, sin vacilaciones ni eufemismos de ninguna clase, a  las posiciones oportunistas y claudicantes asumidas por los líderes del partido alemán del que entró a formar parte, pues estaba convencida de que los Bernstein y los Kautsky, al frente de la Socialdemocracia Alemana(SPD), no se oponían de verdad a la guerra imperialista, porque en realidad lo único que pretendían era reformar el régimen capitalista, pulirlo o perfeccionarlo buscando siempre las migajas que el régimen parlamentario de la Alemania Guillermina, o Segundo Reich (1871-1918)  pudiera otorgarles, con  lo que estaban ignorando que dada su naturaleza, y las necesidades imperiosas de la reproducción ampliada del capital, estaba obligado a recurrir al militarismo con sus gastos crecientes, y a embarcarse en una feroz empresa colonialista, a partir del reparto europeo de África, que tuvo lugar en la Conferencia de Berlín de 1885, lo que después del cambio de siglo, lo llevaría a la carnicería de lo que se conoció después como la Primera Guerra Mundial(1914-1918), cuando los imperios británico, francés y ruso se enfrentaron en los campos de batalla con el alemán y sus aliados austrohúngaros y turcos, arrastrando a la muerte violenta a miles de jóvenes obreros, campesinos y estudiantes de toda Europa. En su obra más importante, LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL, publicada en 1913, Rosa desarrolló estas tesis con gran solidez teórica, determinación y valentía.

En síntesis, el revisionismo de la alta dirigencia del SPD alemán implicaba en sí mismo, el abandono de las posiciones revolucionarias que Carlos Marx había defendido en obras tan importantes, como El Manifiesto Comunista, El Capital y en su célebre Crítica del Programa de Gotha (del SPD) de 1875, como bien lo hace notar Rodrigo Quesada en esta obra que estamos presentando. Cuando en agosto de 1914, en el seno del Reichstag o Parlamento Alemán, los diputados de ese partido, supuestamente llamado a defender los intereses de la clase trabajadora, terminan votando los créditos de guerra, apoyando así al imperialismo alemán para lanzarse a la guerra imperialista, la traición de esa dirigencia se consuma de ahí en adelante, dentro de los avatares de un proceso contrarrevolucionario siempre en ascenso, el que culminó con el asesinato, en el mes de enero de 1919, de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Leo Jogiches, entre otros dirigentes de la Liga Espartaco, desprendida del SPD, y precursora del Partido Comunista de Alemania (KPD), hechos que fueron ordenados por parte del gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert y Gustav Noske, surgido al concluir la Primera Guerra Mundial, quien utilizó a fuerzas paramilitares de la ultraderecha,  como los Freikorps formados por desmovilizados del frente de la recién concluida guerra europea, como ya habíamos indicado supra, los que actuaron como un brazo del gobierno para cometer ese y otros crímenes no menos atroces, siempre en procura de frenar las ansias revolucionarias de amplios sectores de la clase trabajadora, sin olvidar que durante casi todo el período de la guerra, tanto Rosa como Karl Liebknecht, quien como diputado del SPD había votado en contra de los créditos de guerra, guardaron prisión por oponerse al conflicto bélico y a la traición que representaba. Después, la revolución alemana que condujo al fin de la guerra, la que dio lugar a una insurrección obrera en Berlín, como respuesta a las ya mencionadas manipulaciones del ala derecha del SPD, una corriente adversa que había asumido el gobierno de la nueva República(de Weimar, como se le conoció en la historia) sin dar tiempo a que cuajara una organización revolucionaria, dentro de los términos en que ellos habían pensado: La Liga Espartaco, que a partir del 1 de enero de 1919, pasaba a llamarse Partido Comunista de Alemania, fue descabezada por el asesinato de sus principales líderes, así se selló la suerte de la revolución alemana y de la naciente Rusia Soviética.

Si bien, Rodrigo Quesada se pregunta en su texto: “porque la Revolución Rusa, liderada por los bolcheviques, feneció en la cuna” (p. 296) e intenta construir algunas explicaciones, dejando planteadas otras posibilidades de investigación y de análisis de lo acontecido, no podemos sino dejar constancia, como bien lo hace el propio autor, de las críticas que la propia Rosa hace, en su texto sobre la revolución rusa (no publicado en vida de ella, sino en 1922 por Primo Levi, cuando muchas circunstancias políticas y sociales habían cambiado, incluso dentro del Partido Comunista Alemán) al manejo político de la revolución que ejecutaron Lenin y Trotsky, durante el primer año de aquel importante proceso histórico in statu nascendi, al desconocer la importancia de la democracia dentro de la revolución misma, pues para ella era esencial la participación de las bases obreras y campesinas en los consejos obreros o soviets, como se les llamó en Rusia. Para Rosa Luxemburgo la revolución y la construcción del socialismo había que hacerla, desde abajo y con las gentes, no desde las intuiciones (por geniales que pudieran resultar) de los integrantes de un politburó y desde una centralización de las decisiones en la vida política de la nueva sociedad, hija de la utopía. La represión del soviet de los marinos de Kronstadt, sublevados en 1921, por parte de Lenin y Trotsky, un núcleo revolucionario de los que fueron la fortaleza de la etapa bolchevique inicial de la revolución, en octubre de 1917, y la represión de los experimentos agrarios del anarquista Néstor Majno en Ucrania, durante los mismos años, revelaron las graves limitaciones a la democracia dentro de la revolución, en una etapa que Rosa ya no vivió, pero que intuyó genialmente como veremos a continuación.

Para Hannah Arendt, en un texto de los años sesenta, que sirvió de prólogo al opúsculo de Rosa sobre “La Revolución Rusa” (Página Indómita, Barcelona, abril de 2017 ”..Lenin pedía la publicación de “la biografía (De Rosa Luxemburgo) y la edición de sus obras completas” sin purgar los “errores”(o diferencias que sostuvo con ellos), y reprendía a sus camaradas alemanes por la “increíble” negligencia que habían mostrado en la tarea. Esto ocurrió en 1922. Tres años después, los sucesores de Lenin decidieron “bolchevizar” el Partido Comunista de Alemania y, por lo tanto, ordenaron “un ataque específico y violento contra todo el legado de Rosa Luxemburgo”. La tarea fue aceptada con alegría por una joven miembro del partido, llamada Ruth Fischer, quien acababa de llegar de Viena. Ruth le dijo a sus camaradas alemanes que Rosa Luxemburgo y su influencia ”no eran más que un vacilo de sífilis” (pág 54) .Según Hannah Arendt, empezaba así otra faceta de la demolición del legado de Rosa, una que no venía de los socialtraidores y del reformismo oportunista del  SPD, más tarde vendrían rehabilitaciones parciales de su obra, sobre todo después de la muerte de Stalin, en el caso del KPD, y durante la existencia de la llamada República Democrática Alemana o Alemania Oriental, porque dentro del estalinismo y sus tradiciones políticas nunca se lo vio con buenos ojos, ni muchos menos aceptación.

Para el autor de este libro, una joya única sobre los diversos temas alrededor de los que gira la existencia de una mujer tan poco común, como fue Rosa Luxemburgo, particularmente en el medio centroamericano y latinoamericano en general,       le resultó inevitable señalar también el papel del imperialismo y su agresión militar a la naciente Revolución Rusa a que habíamos hecho referencia líneas atrás, como un factor  esencial para tornar imposible la concreción del socialismo democrático en ese proceso, y más bien para facilitar el ascenso burocrático del estalinismo, en una sociedad tan autoritaria como la rusa donde la democracia era, si se quiere así decirlo, una planta exótica cuya semilla nunca pudo fructificar, ni siquiera al cabo de tres siglos de zarismo que terminaron con la revolución, pero que siguieron teniendo un peso determinante. Sostiene Rodrigo Quesada que resulta esencial también comprender, el hecho de que: “Hay que tener claro que la invasión extranjera en Rusia pretendía no sólo estrangular la democracia soviética en ciernes, sino también impedir a toda costa que el ejemplo se extendiera, como podría estar sucediendo en Alemania. Aniquilar a la Revolución Rusa implicaba al mismo tiempo, fortalecer la penetración y la práctica reales del capitalismo financiero que se había extendido en Rusia, de forma espectacular entre los años de 1870 y 1917.”(p 228). Los ejércitos que atacaron a la Rusia Soviética, entre 1918 y 1921 la dejaron exhausta, minaron el espíritu democrático de los soviets, la privaron de muchos de sus mejores cuadros revolucionarios, abriéndoles paso a las tentaciones centralistas, para que un puñado de dirigentes actuando, a la manera de la vieja tradición blanquista, se sintieran en su nicho por excelencia, siempre a la cabeza de un partido de revolucionarios profesionales(v.g.r.Lenin), muy alejados de la espontaneidad revolucionaria tan cara a Rosa Luxemburgo, a partir de sus observaciones de terreno sobre la Revolución Rusa de 1905, revividas inicialmente por la de 1917, pero que fueron quedando en el camino. Todo un conjunto de temas para reflexionar, pero también actuar, los que conservan su plena vigencia en el convulso período histórico por el que estamos atravesando en este nuevo cambio de siglo, cuando muchos abjuraron hace ya mucho tiempo de la utopía revolucionaria, y se dejaron seducir por las ilusiones del mercado, como una parte esencial del orden natural del que formaría parte, según los ideólogos del pensamiento único neoliberal/neoconservador del tiempo histórico, dentro del que nos ha correspondido vivir.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica(UNA).

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4 COMENTARIOS

  1. Le recomiendo Trostky en Netflix.Produccion rusa ,en ruso ,así que la va a disfrutar.Decia Trostky :
    «Que muera el 30 , el 50 ,el 70 % de la población no importa ,la ruta hacia el comunismo debe continuar.»

  2. Esa no es una fuente confiable, si bien el tema que estoy tratando se refiere a Rosa Luxemburgo, reseñando un libro que no es de mi autoría, no creo que Trotsky haya afirmado tal cosa, aunque el criminal paranoico de Stalin probablemente lo hizo, valga decir que lo que sus acciones fueron aún más monstruosas, como cuando dejó morir de hambre a casi de tres millones de ucranianos, entre 1932 y 1933, o durante los procesos de Moscú de 1936 y 1938, cuando mandó a ejecutar a poco mas de millón de bolcheviques, por sólo citar algunos de sus crímenes, algunos de los cuales le confesó a Winston Churchill, otro criminal sólo que «democrático»( ja ja ja). Parece que el zarismo moscovita actual prefiere denigrar a Trotsky e ignorar el monstruoso Gulag de la década de los treinta y cuarenta(trabajo esclavo). Más importante es destacar, y el historiador Rodrigo Quesada Monge lo hace con sumo cuidado y con fuertes fundamentos historiográficos, los señalamientos quel Rosa Luxemburgo le hizo a Lenin y a Trotsky, en un pequeño libro escrito durante 1918, sobre las desgracias que traería la falta de democracia a la naciente revolución. Muchos años después Jean Van Heijenoort(1912-1986), quien fuera traductor, secretario y guardaespaldas de León Trotsky, entre 1932 y 1939, llegó a conclusiones semejantes, cuando afirmó » En 1948, las concepciones marxistas-leninistas sobre el papel del proletariado y su capacidad política me parecieron cada vez más en desacuerdo con la realidad. Fue también en ese momento cuando conocieron, quienes no querían cerrar los ojos ni taparse los oídos, toda la amplitud del universo concentracionario estalinista. Bajo esa impresión, me puse a examinar el pasado y llegué a preguntarme si los bolcheviques, al establecer un régimen policial irreversible, al anular toda opinión pública, no habían preparado el terreno sobre el que habría de salir el enorme hongo venenoso del estalinismo»(VAN DER HEIJENOORT CON TROTSKY DE PRINKIPO A COYOACÁN Testimonio de siete años de exilio, 2014, p.128). En el centenario de su vil y cobarde asesinato por las hordas fascistas Rosa Luxemburgo está más viva que nunca, no habría socialismo verdadero sin democracia, sin la participación de las gentes, una democracia de los abajo que frene los abusos de las élites del poder, ya sean burguesas o «proletarias».

  3. (Versión corregida)Esa no es una fuente confiable(una película rusa en Netflix), si bien el tema que estoy tratando se refiere a Rosa Luxemburgo, reseñando un libro que no es de mi autoría, no creo que Trotsky haya afirmado tal cosa, aunque el criminal paranoico de Stalin probablemente lo hizo, valga decir que sus acciones fueron aún más monstruosas todavía, como cuando dejó morir de hambre a casi tres millones de ucranianos, entre 1932 y 1933, o durante los procesos de Moscú de 1936 y 1938, cuando mandó a ejecutar a poco más de medio millón de bolcheviques, por sólo citar algunos de sus crímenes, parte de los cuales le confesó a Winston Churchill, otro criminal sólo que «democrático»( ja ja ja). Parece que el zarismo moscovita actual prefiere denigrar a Trotsky e ignorar el monstruoso Gulag de la década de los treinta y cuarenta (trabajo esclavo). Más importante es destacar, y el historiador Rodrigo Quesada Monge lo hace con sumo cuidado y con fuertes fundamentos historiográficos, los señalamientos que Rosa Luxemburgo le hizo a Lenin y a Trotsky, en un pequeño libro escrito durante 1918, sobre las desgracias que traería la falta de democracia a la naciente revolución. Muchos años después Jean Van Heijenoort(1912-1986), quien fuera traductor, secretario y guardaespaldas de León Trotsky, entre 1932 y 1939, llegó a conclusiones semejantes, cuando afirmó » En 1948, las concepciones marxistas-leninistas sobre el papel del proletariado y su capacidad política me parecieron cada vez más en desacuerdo con la realidad. Fue también en ese momento cuando conocieron, quienes no querían cerrar los ojos ni taparse los oídos, toda la amplitud del universo concentracionario estalinista. Bajo esa impresión, me puse a examinar el pasado y llegué a preguntarme si los bolcheviques, al establecer un régimen policial irreversible, al anular toda opinión pública, no habían preparado el terreno sobre el que habría de salir el enorme hongo venenoso del estalinismo»(VAN DER HEIJENOORT CON TROTSKY DE PRINKIPO A COYOACÁN Testimonio de siete años de exilio, 2014, p.128). En el centenario de su vil y cobarde asesinato por las hordas fascistas Rosa Luxemburgo está más viva que nunca, no habrá socialismo verdadero sin democracia, sin la participación de las gentes, en una democracia de los abajo que frene los abusos de las élites del poder, ya sean burguesas o «proletarias».

  4. Honor y gloria eterna para nuestros héroes y mártires de la revolución proletaria mundial, muy en especial para la Rosa Roja de Luxemburgo, Karl Liebknecht y León Trotsky.
    Siempre leo con mucho cuidado las valiosas aportaciones del amigo don Rogelio Cedeño.

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