viernes 29, marzo 2024
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El Banco Central, ¿Otro planeta?

Quizás más que garantizar en grado extremo la autonomía del Banco Central, la pretensión que se incuba en un proyecto de ley para restringir al Consejo de Gobierno la facultad de remover al presidente de su junta directiva a cuando incurra en “incumplimiento grave y manifiesto de sus deberes”, se trasluce el afán de dominar los contenidos y el rumbo de la política económica y financiera del país desde el instituto emisor, con despecho de lo que el Presidente de la República visualice y defina como las tareas a acometer por el Banco Central.

Hoy en día la ley da la potestad del Consejo de Gobierno de removerlo en ejercicio de una potestad discrecional para hacerlo a su mejor parecer. Pero la reforma introduce la variante de que el presidente del BCCR incurra en “incumplimiento grave y manifiesto de sus deberes”.

Este objetivo de distanciar de la Casa Presidencial y  “blindar” al BCCR y a su rector es perseguido hace rato, casualmente por las corrientes de pensamiento promotoras del desmembramiento de las potestades del presidente de la República en el sentido de armonizar en un solo esfuerzo de acción política sus líneas de pensamiento –por lo demás expuestas en campaña electoral y avaladas por el voto mayoritario- y derramarlas por todo el aparato estatal. Dominando el  Central desde su presidencia, se asegura el control de buena parte de los contenidos de la política del Estado. Se comprende el interés del Jefe de Estado en que su pensamiento, el pensamiento que expuso al electorado que le votó, encuentre acogida en el BCCR. Por ejemplo, creer en una mayor liberalidad en la administración del sistema monetario a fin de lograr otros objetivos ajenos a la inflación, como la producción y el empleo. Podría darse el caso de que ya entronizado,  el rector bancario no sea un fiel intérprete del pensamiento del mandatario y termine –por ello- defenestrado mediante la aplicación de la discrecionalidad que al respecto permite la ley actual. Y eso, piensan algunos, atenta contra la independencia del ente emisor. Promueven, por ello, eliminar este portillo.

Es absurdo, es un contrasentido político, sustraer al Banco Central de la posibilidad de que el Presidente de la República lleve hasta él su concepción de lo que debe hacer el Instituto Emisor para dar cabal cumplimiento –en el área que le compete- a la plataforma programática que el Jefe de Estado presentó al electorado en campaña y que mereció de éste el mayoritario aval en las urnas. El bisturí disociador contenido en el proyecto de ley 21033 llega al grado de despojar al Ministro de Hacienda como miembro del directorio del BCCR, de su derecho a votar, como si la prerrogativa de votar atentase contra la autonomía.

El Banco Central no es un ente disperso y aislado en una estratosfera ajena al conjunto de la institucionalidad del Estado. Ni el BCCR ni ninguna entidad del Estado ha de pretender independencia y lejanía de las políticas estatales que se definan en la Presidencia de la República. Máxime en el caso del Banco cuyas competencias en lo monetario y lo cambiario derraman efectos mucho más allá de la inflación y las tasas de interés, en particular en algo tan sensible como el empleo. Por ello es tan importante como necesario que haya una visión de conjunto, armónica, cohesionada, en la línea de acción de todo el aparato estatal, el Central incluido, para impulsar las políticas públicas.

La potestad del Consejo de Gobierno –y en particular la influencia del Presidente de la República en la toma de sus decisiones- debe preservarse en lo concerniente al nombramiento del directorio del Banco. En sus manos radica la responsabilidad de escoger directores con idoneidad académica, con probada ética y fortaleza moral,  distantes de los intereses particulares que puedan ver en el BCCR la cantera de decisiones  proclives al favorecimiento de grupo de poder sectario.

Si se desconfía de la integridad con que los políticos puedan conducirse ante las políticas propias de las competencias del Banco Central, ¿no cabría pensar lo mismo de quienes presumen de ser apolíticos y resultan susceptibles a las influencias de las cúpulas que dominan el sector financiero?

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y periodista

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3 COMENTARIOS

  1. Las instituciones autónomas existen precisamente porque en el desarrollo institucional se ha prevenido que el presidente de la república tenga un excesivo poder, el cual puede ser perjudicial debido a maldad o a ignorancia de quien ejerce el cargo de presidente.

    La dirección del banco central no solo debe ser técnica sino libre de las tentaciones del Poder Ejecutivo para usarlo como caja chica.

    En la literatura económica es mucho lo que se ha discutido a favor de la independencia técnica del Banco Central.

    El Banco Central, al igual que el Tribunal Supremo de Elecciones y tantas otras entidades estatales deben estar fuera de las manos del presidente de turno para poder avocarse a quien deben: no al presidente sino al ciudadano.

    • Claro Carlos, ceder a la mafia política tradicional sería la gran «solución» o mejor aún, no le parece, a las potencias mundiales para que nos hagan como les dé la gana. Al carajo los países del orbe, incluidos Venezuela, México, Irán, Sudáfrica y cuanto nación que les interese por sus riquezas. Seguro el ciudadano común está bien representado con semejantes diputadillos y jerarcas de tercera, con excepciones. Y los tercer columnistas, haciendo su “sutil” entreguista labor. Sendos dólares o euros, podrían ser un merecido pago, como se usa mundialmente.

  2. ¿Qué podríamos esperar cuando su jerarca es y fue jerarca de las garroteras trasnacionales, quienes buscan encadenar por siempre nuestro sistema financiero? Y estos pasados de vivos, observando el panorama actual diputadil, donde han demostrado que nocivas leyes han recibido el apoyo como rebaño, donde demuestran la traición al interés popular, tienen la oportunidad a su medida. Claro, atrapar la opinión y libre determinación del Poder Judicial y las universidades estatales ha sido, pan comido. El desastre social debe ir acompañado del económico, para garantizar su intocabilidad futura y ser «sujetos de crédito» al endeudamiento e hipotecar hasta la saciedad los destinos de Costa Rica. Vaya favor nos hacen estos perjuros al pueblo, cobijados como viles cuervos en el BCCR, para sacarnos no solo los ojos, sino hasta las entrañas.

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