jueves 18, abril 2024
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En los alrededores de la Plaza Principal

Como es de imaginar, la Plaza Principal de nuestra capital -que corresponde al mismo cuadrante donde está hoy el Parque Central- es un lugar impregnado de historia, y atestiguó dos hitos políticos de gran importancia.

En primer lugar, frente a su esquina suroeste, al ser las seis de la tarde del 15 de setiembre de 1842, al lado de la tapia del predio de Francisco Arrieta era fusilado el general hondureño Francisco Morazán Quesada, quien ese mismo año había derrocado a Braulio Carrillo Colina para convertirse en jefe de Estado. Fue pasado por las armas junto con su correligionario Vicente Villaseñor Lanuza, general salvadoreño otrora cercano colaborador de Carrillo pero que después lo traicionó para colocar a Morazán en el poder. Con la muerte de tan polémico líder se esfumó el anhelo de convertir a Centro América en una sola unidad política.

El segundo hito es que, posiblemente desde el corredor del segundo piso del Cuartel Principal, en la mañana del sábado 1° de marzo de 1856 la figura del presidente don Juanito Mora se irguió épica, para con voz decidida y tonante exclamar: «¡Compatriotas! ¡A las armas! Ha llegado el momento que os anuncié», para más adelante prometer algo que cumpliría a cabalidad: «A la lid, pues, costarricenses. Yo marcho al frente del ejército nacional. Yo que me regocijo al ver hoy vuestro noble entusiasmo, que me enorgullezco al llamaros mis hijos, quiero compartir siempre con vosotros el peligro y la gloria».

Como había urgencia, el lunes a las cinco de la tarde puntuales convergieron ahí los integrantes del Ejército Expedicionario para escuchar una alocución del obispo Anselmo Llorente y Lafuente, ya que en la madrugada del día siguiente partirían hacia el frente de batalla. La culminó así: «Os exhorto a que antes procuréis disponeros al combate por medio del sacramento de la penitencia, para que libres del pecado tengáis por defensor a aquel Señor a cuyo poder nada se resiste. Id, pues, llenos de confianza en que vuestro triunfo será seguro; mientras tanto los que quedamos acompañando a vuestras familias dirigimos nuestras súplicas por vuestro buen éxito al Dios de las misericordias». La prensa registró tan significativo y solemne momento así: «Las palabras del venerable sacerdote se repetían de uno en otro, a todos conmovieron, y cuando al terminar dirigió su paternal bendición a los soldados de la patria, todos se inclinaron a recibirla con religioso respeto, y enseguida cien vivas a la libertad, a Centro América y al Presidente de la República, resonaron en el extenso recinto».

Es oportuno destacar que, además, ese espacio urbano era un inevitable punto de confluencia y tertulias cotidianas para la ciudadanía, que quizás se intensificaban a la entrada y la salida de las misas y rosarios oficiados en la Catedral. Igualmente, era un lugar de encuentro familiar, así como de esparcimiento para los jóvenes. Pero también de compras, pues los sábados por la mañana se efectuaba ahí el día de mercado -equivalente a las actuales ferias del agricultor-, pero donde se vendían no solamente productos agrícolas, sino muchas otras mercancías. De hecho, el propio don Juanito, que tenía su tienda muy cerca de ahí, cada sábado colocaba sus bártulos para comerciar telas y otros bienes, sin importarle su investidura de presidente de la República.

Las pocas imágenes que hay de ese lugar, aunque parciales, sugieren que era una explanada empedrada, donde no había siquiera poyos ni árboles para sentarse a conversar a la sombra. Una evidencia de cuán descampado era ese sitio proviene de dos viajeros, el alemán Moritz Wagner y el austríaco Carl Scherzer, quienes señalaban que «el día de mercado semanal hay ya desde las siete de la mañana mucho movimiento en la Plaza Principal. Los vendedores de géneros y de quincallería (trucheros) llegan primero. Los primeros ponen sus tiendas cubiertas de lona en la parte oeste de la plaza, los últimos, al lado este hacia la Catedral». Es decir, no había obstáculos físicos que impidieran instalar los respectivos toldos o chinamos.

Acerca de esta actividad comercial, en la que sin distingos sociales se mezclaba la gente, el abogado y viajero inglés Frederick Boyle, al visitar ese sitio en 1866, detalló que «los principales tenderos, que son por supuesto los hombres prominentes del país, construyen puestos alrededor de la plaza, y al amanecer del sábado se exhiben allí toda clase de lujos vistosos. El espacio intermedio está reservado para frutas, pescado y legumbres, que ponen en el suelo, al cuidado de sus cultivadores. Desde la salida del sol hasta el mediodía está la plaza atestada de compradores y vendedores. Señoras de todos los rangos hacen sus compras, y se ven las esposas de los diputados, las hijas del ex presidente y las hermanas del presidente electo, canasta en mano, y sin sombrero, paseando entre las cestas de frutas y tratando con las vendedoras. Hasta mediodía la plaza está repleta de compradores y vendedores, pero después de esa hora las mujeres van a la iglesia, o al menos desaparecen, mientras que los hombres se apiñan en las vinaterías».

Como biólogo y aficionado a la historia, el interés por tan céntrico lugar proviene de mis investigaciones acerca del alemán Karl Hoffmann y el costarricense José Cástulo Zeledón, para el libro Trópico agreste: la huella de los naturalistas alemanes en la Costa Rica del siglo XIX. Durante esas pesquisas consulté periódicos, documentos de transacciones comerciales y catastrales en el Archivo Nacional, dibujos y fotografías de diferentes épocas, así como un sabroso artículo que después publiqué con anotaciones, intitulado La vida en San José a mediados del siglo XIX. Remembranzas de don Chico Rohrmoser.

Según mis hallazgos, Hoffmann, quien era médico, estableció su botica frente a la calle de Independencia, que corría al costado sur de la Plaza Principal, pero él vivía a la vuelta, sobre la calle de la Pólvora, unos 50 metros al sur de la esquina suroeste de la Catedral; es decir, un poco al sur del antiguo cine Rex, esquina ocupada hoy por un negocio de la cadena de comidas McDonald´s. En el caso de Zeledón, en 1890 adquiriría la Botica Francesa, por coincidencia localizada en la misma acera pero frente a la esquina suroeste de la plaza, exactamente donde está el edificio del extinto Banco de Crédito Agrícola de Cartago; asimismo, de joven él residió en la esquina suroeste de la cuadra que está detrás de la Catedral, donde hoy está el Banco Popular.

1. Mapa Gallegos- Plaza Principal y su entorno

Despejadas esas interrogantes, quedaron en mis manos algunos datos e imágenes que deseo compartir con los lectores, pues permiten visualizar mejor cómo era el entorno inmediato de tan memorable plaza. Y, para hacerlo, es pertinente partir del croquis elaborado en 1851 por Nicolás Gallegos Castro (Figura 1), el cual le fue encomendado por el gobierno de don Juanito para tasar las propiedades y mejorar la recaudación de impuestos. Ello explica que en dicho croquis aparezcan las dimensiones exactas, así como los nombres de los dueños de cada predio.

Al inspeccionar el croquis, se observa que, al igual que hoy, al costado este de la plaza se erguía la Catedral. Era la edificación más alta de ese sector, como se percibe en los tres dibujos con que se cuenta, trazados desde diferentes ángulos. Sin embargo, en palabras de los viajeros Wagner y Scherzer, «la Catedral solo tiene a su favor la ventajosa situación en el costado este de la Gran Plaza Principal, en el punto más elevado de la ciudad. Es, por lo demás, un edificio completamente insignificante, sin estilo arquitectónico alguno. La fachada en forma de muralla, con pilastras retorcidas, tiene unos sesenta pies de altura y está pintada de blanco. El adorno del interior es tosco».

2. Catedral y su vecindario, según Figueroa.

El primer dibujo data de 1854 (Figura 2) y fue elaborado por el notable intelectual José María Figueroa Oreamuno, quien lo incluyó en el célebre Álbum de Figueroa, de donde tomé esa imagen. Nótense unos cerros al fondo -uno de ellos es el volcán Irazú-, aunque bastante exagerados en sus dimensiones y su cercanía con respecto al casco capitalino. Asimismo, se observa una porción de la calle de la Pólvora -hoy Calle Central o Alfredo Volio Jiménez-, que se prolongaba hacia el norte hasta la Calle Real o calle del Comercio, que es la actual Avenida Central. La primera casa frente a la Catedral pertenecía a Joaquín Mora Fernandez, cuyo hermano Juan fue nuestro primer jefe de Estado.

3. Nuestras tropas, frente a la Catedral.

En los otros dos dibujos, el frontispicio de la Catedral se observa a plenitud. Uno fue trazado por C. Edmonds, corresponsal del periódico estadounidense Frank Leslie´s Illustrated Newspaper, el cual se publicó el 5 de julio de 1856; con el título Regreso de los costarricenses a su capital, San José, quedó registrado para la historia un elocuente retrato del retorno de nuestras tropas, diezmadas por el cólera morbus tras la batalla de Rivas. Llama la atención que, a diferencia del dibujo de Figueroa, en el lado derecho hay una especie de cúpula con una cruz, en tanto que se observan la casa de Joaquín Mora y el volcán Irazú, este último de tamaño descomunal (Figura 3); en términos arquitectónicos, esa estructura no es una cúpula, sino una cubierta apuntada, según el experto Andrés Fernández. Es lógico suponer que dicha cruz le fue agregada entre 1854 y 1856, y quizás por alguna razón técnica no se colocó en el centro del edificio.

4. La Plaza Principal y la Catedral.

El otro dibujo proviene de la mano del venezolano Ramón Páez Ricaurte, quien en 1858 acompañó  al viajero irlandés Thomas F. Meagher en un recorrido por Costa Rica. Su crónica, intitulada Holidays in Costa Rica, apareció en varias entregas en la revista Harper´s New Monthly Magazine. En realidad, Páez se concentró en captar la imagen de la Catedral, por lo que omitió la casa de Joaquín Mora y los cerros. Pero, en contraste con el dibujo anterior, la cruz aparece en el lado derecho del edificio (Figura 4), lo cual carece de lógica, pues es bastante improbable que en un lapso tan corto se le cambiara su posición. Por tanto, la explicación más plausible de esta discordancia es que al imprimir la imagen cuando diagramaron el artículo, quedó al revés; de hecho, como lo sustenté en el artículo Imágenes equívocas (Informa-tico No. 200, 16-VI-08), en el artículo de Meagher hay otras imágenes a las que les sucedió lo mismo. Para abonar a este argumento, en el dibujo anterior aparece el nombre de su autor (C. Edmonds), y no está invertido, además de que la casa de Joaquín Mora ocupa el mismo punto que en el dibujo de Figueroa.

5. Casa Joy & von Schöter

Ahora bien, aparte de la Catedral, y al recorrer los otros costados de la Plaza Principal en el sentido de las agujas del reloj, en su flanco sur destacaba la gran propiedad de Manuel Antonio Bonilla Nava, quien fue diputado, presidente del Congreso, vicejefe de Estado con Braulio Carrillo, así como vicepresidente con José María Castro Madriz y Vicente Herrera. En este predio se instaló después la casa comercial Joy & von Schröter, del inglés Eduardo Joy y el alemán Otto von Schröter. Por cierto, se cuenta con una foto de la casa ubicada ahí -que data de 1916-, en la que se observa un rótulo con la inscripción «Casa de Salud» (Figura 5), pues años después ahí funcionó un dispensario privado, de los doctores Eduardo Uribe y Rodolfo Espinoza. Al parecer, fue en un aposento de dicho inmueble donde el Dr. Hoffmann estableció su botica y consultorio.

A continuación había una propiedad de Magdalena Escalante, seguida por el predio esquinero de Narciso Esquivel [¿Salazar?].  Esa propiedad pasó a manos de María Josefa Esquivel Mora, quien la cedió a su hijo Francisco Quesada Esquivel para que estableciera la Botica Francesa, que después vendería a José Cástulo Zeledón. Cabe indicar que cuando Quesada fundó esta farmacia, en sociedad con el polaco Emilio Moraczewski, el local estaba frente a la esquina noroeste de la plaza, en una propiedad otrora perteneciente a Jacinta Morales Saravia de Carrillo.

En el croquis de Gallegos consta que la propiedad de esta dama, por entonces viuda de Basilio Carrillo Colina, era muy extensa y casi tan amplia como la de su vecino Francisco Arrieta; juntas ocupaban todo ese costado de la plaza. Como se indicó al inicio, fue frente a la tapia del solar de Arrieta que Morazán y Villaseñor fueron ultimados, según lo documentó el célebre historiador Rafael Obregón Loría; es de suponer que se hizo allí porque en la Plaza no había una estructura apta para ese acto, además de que se deseaba fuera presenciado por la muchedumbre. Resulta un poco irónico que esto ocurriera a pocos pasos de la casa donde otrora viviera Basilio, hermano del mandatario depuesto, quien en 1844 sería asesinado durante su exilio en El Salvador.

Cabe acotar que Arrieta, quien posiblemente debió dar el consentimiento para que su tapia se utilizara como patíbulo, era maestro de profesión. Según el genealogista Emilio Obando Cairol, había enviudado dos veces, y para entonces estaba casado con Ana Casimira Mora, hermana de nuestro primer jefe de Estado.

Para concluir el recorrido por los alrededores de la Plaza Principal, frente a su costado norte había tres edificios, según el croquis de Gallegos. El más importante era el Cuartel Principal, localizado diagonal a la Catedral, donde hoy está el Teatro Melico Salazar. De ese edificio se cuenta con dos dibujos y dos fotos.

6. Cuartel Principal- Figueroa

El primer dibujo, obra del ya citado Figueroa (Figura 6), tiene al pie la siguiente leyenda: Cuartel Principal y Palacio Municipal de San José, 1845. Sin embargo, en el segundo, elaborado por Páez, aunque los elementos arquitectónicos son los mismos (Figura 7), la esquina ahí observada no existía, como se percibe claramente en el croquis de Gallegos, pues no había ninguna calle a media cuadra. Esto indica que -una vez más- esta imagen quedó al revés cuando se diagramó el artículo de Meagher. En otras palabras, si uno invierte esta imagen en la computadora, al instante se capta que la citada esquina no estaba donde se le ubica, sino hacia el este -la misma del actual Teatro Melico Salazar-, y que la casa de alto que está al frente es la de Joaquín Mora.

7. Cuartel Principal- Ramón Páez

En favor de este argumento habla el hecho de que a continuación del cuartel había una casa de dos plantas, sin ni siquiera un callejón entre ambas edificaciones, lo cual concuerda con el dibujo de Figueroa. Según una nota al pie de éste, dicha casa pertenecía a Manuel Alvarado Alvarado, y en eso coincide con el croquis de Gallegos, de seis años después; para entonces, pareciera que Alvarado alquilaba o había vendido la porción esquinera a la casa comercial Montealegre & Cía.

8. Cuartel Principal y casa de Manuel Alvarado

En sendas fotos de muchos años después, cuando la Plaza Principal ya tenía una bella verja de hierro alrededor y estaba arbolada, se observa que la porción esquinera había sido sustituida por una casa de apenas una planta, y de construcción más sólida (Figuras 8 y 9); a continuación se aprecia la casa de Alvarado, así como una porción del cuartel. Durante gran parte del siglo XX, ese sector estuvo ocupado por la Soda Palace, el Cine Palace y el Teatro Raventós, en esa misma secuencia, aunque desde 1914 el edificio del viejo cuartel albergó a la Escuela Juan Rafael Mora Porras. Además, se cuenta con una foto en sentido inverso (Figura 10), pero se ignora si corresponde a la misma fecha.

9. Casa de Manuel Alvarado

De la casa de Alvarado hay una anécdota interesante. Cuando en setiembre de 1860 don Juanito retornó del exilio y trató de retomar el poder, sus fuerzas fueron derrotadas en Puntarenas, y él fusilado. En un informe del alemán Alexander von Frantzius, quien fungió como médico oficial del ejército, especificó que «el 25 de octubre entramos todos en buen estado, como a las once del día, a esta capital, y tuvimos el gusto de encontrar aquí en la misma plaza una casa muy bien provista de todo cuanto es necesario para un hospital, en donde estaban ya algunos de los heridos que antes habían salido de Puntarenas». En indagaciones posteriores pude determinar que, por permitir el uso temporal de ese inmueble como «hospital de sangre», se compensó a José Santiago Millet Castillo, esposo de Gertrudis Alvarado Barroeta, quien había heredado esa casa.

 

 

10. Cuartel Principal y casa de Manuel Alvarado
11. Casa Don Juanito- Figueroa

Ahora bien, completado este recorrido por los cuatro costados de la Plaza Principal, es imposible soslayar un elemento histórico clave, relacionado con don Juanito. En efecto, aunque por razones de espacio y resolución tuve que seccionar en dos la imagen de Figueroa, a continuación de la propiedad de Alvarado él dibujó una calle angosta, y en la siguiente cuadra una casa esquinera y baja perteneciente a Camilo Mora Alvarado, una de alto con la leyenda Casa del Presidente Juan R. Mora, y otra casa de una planta (Figura 11). Según el croquis de Gallegos, en 1851 el primero de estos predios era del comerciante francés Leonzo de Vars Dumartray, en tanto que el segundo representaba la fusión de dos propiedades -una de don Juanito y otra de su esposa Inés Aguilar Cueto-, mientras que la tercera era la casa de José María Jiménez.

12. Casa Don Juanito Mora- Ramón Páez

Por fortuna, Páez dibujó con bastante detalle la casa del prócer, en la que se observa un asta, así como un elegante farol (Figura 12). Este era uno de los faroles de hierro colado que el gobierno había importado de Inglaterra para iluminar la capital, y que funcionaban con aceite; estaban sujetados a algunos edificios en las intersecciones de ciertas calles. Asimismo, aparte de que en esa imagen se observa una pequeña parte de la vivienda de de Vars, así como la de Jiménez y otra más, de manera elocuente se capta cuán angostas eran las calles de entonces -típicas de las ciudades coloniales de nuestro continente-, en este caso la actual Avenida 2a. A ésta, la más ancha de la capital hoy, en 1990 se le bautizó Avenida Juan Rafael Mora Porras.

Cabe acotar que ese sector tenía un gran significado afectivo y hasta comercial para don Juanito. Vivía ahí en la calle del Presidente, a la par de la casa otrora perteneciente a su extinto padre Camilo; por entonces ésta estaba en manos de de Vars, cuya hija Mariana se casaría con el abogado y escritor Manuel Argüello Mora, sobrino e hijo de crianza de don Juanito. Además, él nació en una casa colindante, a la vuelta de la esquina, sobre la calle 2, donde por muchos años estuvo el Cine Central, edificio hoy sustituido por la tienda El Amigo Maravilloso. También, frente a su lugar natal don Juanito tenía su tienda de telas y otros bienes importados. Finalmente, le bastaba caminar una cuadra y media para llegar al Palacio Nacional -donde hoy está el Banco Central-, desde donde por casi un decenio defendió y le dio a Costa Rica un impulso como ningún otro mandatario lo ha hecho a lo largo de la historia.

En síntesis, y para concluir, aparte de los dos hitos descritos a inicios de este artículo, no hay duda de que en la cotidianidad de lo que acontecía en la Plaza Principal y sus inmediaciones se forjó mucho de lo que hoy somos como nación.

(*) Luko Hilje Quirós

(luko@ice.co.cr)

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5 COMENTARIOS

  1. ¡Qué bueno su artículo don Luko! demuestra estudio y análisis de la historia, es importante saber donde estamos y hacia donde vamos, pero no debemos olvidar conocer de donde venimos.

  2. Algo sobre la mencionada Casa de Manuel Alvarado (La Contigua)
    Se acentó en este predio la casa de Manuel Alvarado Alvarado -1771-1852-(miembro del Ayuntamiento de San José, de la primera Asamblea Constituyente y uno de sus presidentes, diputado por San José varias veces y Presidente del Congreso, Ministro Contador de la Tesorería General del Estado, Alcalde Constitucional de Bagaces, miembro del Consejo Representativo, diputado por San José a la segunda Asamblea Constituyente, diputado del Tribunal de Minería, Juez de Primera Instancia y Alcalde Primero de la Villa de Guanacaste) y su esposa Rosalía Barroeta Baca en el siglo XIX. Al mudarse los Alvarado, se instaló el consultorio del Dr. Lordly, médico del Ferrocarril. Posteriormente, su viuda, Jane y su hija, Anita, establecieron allí la primera escuela de inglés en CR. Estando la casa contiguo al Cuartel (allí desde 1799), fue comedor de los soldados y por eso se llamó «La Contigua». Luego se alquiló para almacén. Fue demolida alrededor de 1916. Después se construyó el Cine Palace y hoy día alberga varios restaurantes de comida rápida.

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