viernes 19, abril 2024
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Escándalos con tintes religiosos

En las últimas semanas los medios de comunicación locales nos han expuesto dos tristes situaciones, relacionadas ambas con grupos religiosos. La primera tiene que ver con las denuncias de abuso sexual a menores perpetrados por sacerdotes católicos, la segunda con  el supuesto manejo ilegal y desordenado de los fondos de campaña del partido político representativo de los grupos cristianos.

No es para menos llenarse de tristeza por estos hechos, sobre todo cuando tanto los grupos como las personas involucradas se habían autoproclamado como adalides de la ética y la moral, y tanto unos como los otros tienen numerosos seguidores que, en este momento, se estarán cuestionando seriamente su adhesión a dichos grupos.

Con relación al primer caso, el de los curas pedófilos, para nadie es un misterio saber que éstos abundan dentro de las agrupaciones religiosas donde se reprime el natural deseo sexual del ser humano, así como tampoco que ciertas organizaciones religiosas han sido el reducto de innumerables individuos con tendencias homosexuales, como una forma de esconderse de la condena social.

Sin temor a equivocarnos podríamos afirmar que mucha de la perversidad sexual vinculada con el fenómeno de la pederastia, tiene que ver con la forma en que la sociedad cristianizada concibe el sexo.

El sexo no siempre ha sido tal como lo conocemos hoy, tuvo épocas mejores, más libres. Desde culturas ancestrales y tribales de diferentes partes del mundo, hasta el tremendo Imperio Romano y el breve experimento hippie, las percepciones del cuerpo, de la desnudez, de los genitales, de la menstruación, de cuándo, cómo y con quién o quiénes tener sexo, no tuvo la pesada carga de culpas y vergüenzas que le imprimió el judeo-cristianismo.

La privacidad misma fue diferente, no se ocultaban necesariamente los cuerpos y menos aún se acallaban los gemidos y placeres, el atractivo por diferentes objetos sexuales, el incesto, las prácticas sadomasoquistas o de dominación-sumisión, el sexo entre personas de edades muy diferentes o menores, etc.,  todo fue diferente, más libre, psicológicamente más sano. Ni hablar del simple y básico deseo masturbatorio o de la cópula heterosexual, ambos eran de tanto prestigio y naturalidad como comer, dormir o beber agua.

Pero el cristianismo encarceló todo esto, lo reglamentó, le puso un cinturón de castidad a la vida sexual tal como se expresa libremente, convirtió sus normas en divinas, el aburrimiento sexual en mandato, el deseo en culpa y pecado, los genitales en vergüenza y ocultamiento, y todo esto en mandato divino, su transgresión en ofensa a su Dios y legitimó así la represión y el castigo, no solamente con su sadismo mental característico, sino con prisión, tortura y muerte.

Se sabe, siempre se ha sabido de un modo u otro, que la represión sexual produce problemas psicológicos, físicos, inseguridad, temores, agresividad, problemas emocionales y de relación. Las personas sexualmente sanas, que fluyen en sus deseos y los pueden realizar, son más seguras de sí mismas, menos agresivas y se relacionan mejor con los demás.

En Wikipedia se lee lo siguiente: Los casos de abuso sexual cometidos por miembros del clero de la Iglesia católica hacen referencia a una serie de condenas, juicios e investigaciones sobre casos y crímenes de abuso sexual infantil cometidos por sacerdotes y miembros del clero católico en contra de menores de edad, que van desde los 3 años, e involucran, en la mayoría de los casos, a niños de entre 11 y 14 años de edad. Estos crímenes pueden incluir sexo anal y/o penetración oral. Los casos han sido documentados y denunciados ante las autoridades civiles de varios países, resultando en la persecución de los pederastas y demandas civiles contra las diócesis de la Iglesia católica. Muchos de los casos salen a la luz pública varias décadas después de los hechos. Las demandas ante las autoridades han sido hechas también contra la jerarquía católica, quien en muchas ocasiones obstaculiza las investigaciones, además de no reportar y de hecho encubrir a los sacerdotes pederastas, trasladándolos de las parroquias para evitar su detención y juicio.

Diferentes escándalos de abuso sexual involucrando a miembros del clero católico se han hecho públicos en Costa Rica, pues más de diez sacerdotes han sido acusados formalmente. Sin embargo uno de los eventos más recientes y más dramáticos por su exposición mediática se dio en 2019 cuando acusaciones judiciales contra los sacerdotes Mauricio Víquez y Manuel Guevara llevaron incluso al allanamiento de las oficinas de la Conferencia Episcopal por parte del Organismo de Investigación Judicial el 7 de marzo de 2019 .Víquez, quien fue portavoz de la propia Conferencia Episcopal y profesor en la Universidad de Costa Rica, fue dimitido del estado clerical por la Santa Sede y se encuentra fuera del país por lo que se elevó una orden internacional de captura en su contra. En el caso de Guevara, cura párroco de Santo Domingo de Heredia, fue arrestado por las autoridades.

Sin embargo otros casos notorios han sido:

El padre Minor Calvo, popular por su microprograma televisivo «Un encuentro con Cristo» y por ser director de la radio católica Radio María fue interpelado por presuntas relaciones sexuales con un menor de edad mientras estaba en un automóvil en el parque La Sabana de San José, aunque nunca fue condenado por estos hechos, se le condenó a prisión por enriquecimiento ilícito relacionado a la administración de Radio María.

Enrique Delgado, también figura mediática por su programa «La hora santa», fue condenado por violación y abuso sexual en perjuicio de tres menores.

El sacerdote Enrique Vázquez quien huye del país asistido económicamente por dineros de la Iglesia girados por el ex obispo de San Carlos, Ángel Sancasimiro.

Los escándalos en los cuales se vieron implicados miembros de la Iglesia Católica en diversos países, trajeron como consecuencia la acusación contra las estructuras jerárquicas de la misma, las cuales fueron vistas en la mayoría de las veces como protectoras del incriminado a través de un complejo y sistemático proceso. En consecuencia, muchos obispos y superiores religiosos fueron denunciados por las víctimas y presentados por los medios de comunicación social como encubridores del crimen. Los casos pusieron en evidencia una disparidad entre la justicia civil y la eclesiástica y el desconocimiento que la opinión pública en general tiene de la misma, por ejemplo de aspectos de competencia jurídica como los distintos concordatos. Sin embargo, algunos de los escándalos tuvieron notables repercusiones dentro del Derecho Canónico.

Todo está en la actualidad en el ámbito judicial y esperamos que no dejen correr el tiempo hasta la prescripción del delito, como se ha hecho anteriormente con el caso de la intermediación financiera ilegal que practicaba la conferencia episcopal.

Con relación al escándalo ocasionado por las acusaciones de supuestos manejos ilegales de fondos de campaña en la segunda ronda de las últimas elecciones, por el grupo que apoyaba al candidato cristiano, no demuestra otra cosa que quienes desde esos campos buscaban el poder político en este país, erigiéndose como los adalides de la fe, la moral y la ética en el comportamiento individual y grupal, al parecer, por las informaciones que han salido a la luz pública, y por la acusación oficial del Tribunal Supremo de Elecciones ante los tribunales de justicia, el asunto resulta bastante grave, por más que los aludidos utilicen el argumento ya desgastado de que son víctimas de persecución por parte de la prensa y ciertos grupos de interés.

Debe recordarse ahora que los cristianos evangélicos fundamentalistas, liderados por su candidato,  realizaron una campaña basada en mentiras, manipulaciones, amenazas y malas interpretaciones de pastores y malandros similares que apuestan al amor de Jesús en una tarima para que su rebaño pague el diezmo, pero no escatiman esfuerzos para atesorar o conseguir un patrimonio personal a costa de los demás, así como, evadir impuestos.

Una burda y descarada manera de actuar de aquellos que amenazan con el pecado y el infierno a quienes actúen o piensen de forma contraria a los supuestos designios de su dios, que no son más que interpretaciones amañadas para conseguir sus objetivos sociales y políticos.

Cientos de pastores que en la pasada campaña sacaron a relucir sus intereses politiqueros y tramposos desarrollando estrategias de comunicación para influir en sus fieles, quienes expresaron por ejemplo: “el PAC es una abominación de dios”, “ Su candidato es ateo, y ateos con ateos produce ateos”, “con esta elección se está legalizando el homosexualismo, el pecado, la brujería”, “se va a acabar la familia”, entre muchas otras arengas malintencionadas que llevaron incluso al jefe ultra conservador de la politiquería y el clientelismo , a expresar que en los acuerdos que se promovían entre los partidos para oponerse a Restauración Nacional se estaba imponiendo la ideología de género.

Se erigía entonces, como lo hacen ahora también, en los más acabados representantes de la fe, la ética y la moral, pero, al parecer, ello no funciona cuando se trataba del manejo de los fondos de campaña mediante una estructura paralela a la del partido.

No sabemos hasta dónde avanzarán las investigaciones relacionadas con las acusaciones presentadas, pero que el tiempo se encarga de develar todo lo que está oculto es absolutamente cierto. Y así como la campaña política pasada llevó a muchos líderes de grupos religiosos a las calles, preocupados por unas propuestas que supuestamente promovían el homosexualismo, lesbianismo y demás, paradójico resulta que nunca se hayan preocupado con tal ímpetu por la corrupción, la pobreza, la violencia, entre otros problemas más graves en el país, pero claro, en época de elecciones, fueron los primeros en asegurar su cuota política.

Ello tiene que ver con el hecho de que a partir de  aproximadamente los años 1990s se dio entre otros cambios, un proceso de pluralización del campo religioso debido al surgimiento de numerosas iglesias de origen pentecostal y carismático que incluyeron dentro de su agenda la participación en política, por su parte las iglesias del protestantismo clásico o “histórico” se orientaron hacia la incidencia pública política.

Este hecho hizo parte de la pluralización de la sociedad sin transformarla, de la irrupción de un actor con rostro religioso para la política sin lograr una renovación de la política. Las iglesias no católicas organizaron movimientos y partidos para participar en la política electoral con el objetivo de influenciar moralmente en el gobierno, mientras que otras iglesias orientaron sus esfuerzos en el trabajo social. Es decir, existe una clara intención de tomar el poder político, esfuerzos apoyados y hasta financiados por grupos religiosos norteamericanos, dentro de su política exterior, lo cual no es un secreto para nadie.

Veremos ahora en qué termina este sainete trágico y esperamos que el Poder Judicial no actúa con criterio religioso, aunque por sus últimas actuaciones todo es posible.

(*) Alfonso Palacios Echeverría

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