jueves 25, abril 2024
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El Museo de los Niños, inspiración y dinámica a imitar

De cal y de arena

También chocó con un muro de objeciones. El mismo muro del “no se puede porque no hay plata” construido para desalentar las iniciativas del cambio, de la innovación, de la ruptura con el statu quo.

Cuando Gloria Bejarano de Calderón Fournier trataba de abrir camino a un sueño, el sueño de asentar en suelo costarricense unas instalaciones destinadas a proveer el desarrollo y estímulo de la cultura del niño mediante un modelo de amplia participación interactiva, no se imaginaba la clase de faena que le esperaba. Aquella idea la había visto ya al servicio de la población infantil durante una visita a Venezuela. Lo que había acariciado como un sueño, allí lo vio realizable. Esa fue la semilla que quiso verla germinar en suelo costarricense.

Y nada mejor que presentándosela así poco menos que en rasgos generales –para comenzar- a su marido, el Presidente de la República. Doña Gloria recuerda la mezcla de entusiasmo con escepticismo con que recibió don Rafael Ángel la idea de construir un museo para el niño. Vio la pertinencia de la iniciativa pero la topó con la difícil situación de las finanzas públicas.

Con esas reservas y pensando en positivo, el presidente Calderón le aconsejó exponer la iniciativa al Consejo de Ministros. Para hurgar adónde pudiera asentarse el proyecto y de qué forma pudiera hallar financiación y sostenibilidad. Si es que hubiese factibilidad financiera, principalmente.

Los piropos brotaron pero también los reparos. Los ministros expusieron los más apremiantes compromisos de sus despachos, que limitaban realmente el patrocinio de los desvelos de la Primera Dama.

Rememora ella cómo, cuando terminaba la conversación, el ministro de Ciencia y Tecnología, Orlando Morales, sugirió examinar la posibilidad de asentar el museo en los ya ruinosos predios de lo que fue la Penitenciaría Central.

Así, el proyecto tomó otro cariz. No se trata de abordar aquí en esta columna cómo se desarrollaron los acontecimientos y cuál ángel encontró que la constitución de una fundación –la Fundación Ayúdanos para Ayudar- que asumiría la responsabilidad del inmueble, su recuperación, su transformación y su puesta al servicio del país, era el expediente idóneo para impulsar la cristalización de ese sueño, como en efecto sucedió.

Hoy en esos terrenos  de la ruinosa Peni se levanta un hermoso complejo de edificios e instalaciones. Allí está efectivamente para fomento de la cultura en un ámbito que excede el objetivo inicial del desarrollo de las capacidades de la infancia, el Centro Costarricense de la Ciencia y la Cultura, el Museo de los Niños, la Galería Nacional, una concha acústica exquisitamente dotada, y CREA, un espacio dedicado a fomentar la interacción de los jóvenes, sin faltar la reconstrucción de los espacios ejemplarizantes de lo que fue la Penitenciaría Central, como para que las nuevas generaciones tengan alguna referencia de lo que allí hubo y de la deriva que tuvo aquel régimen de tratamiento del delito y del delincuente.

Ese complejo resalta, no sólo por lo que físicamente abriga, por los proyectos culturales que fomenta, por los espacios que abre al conocimiento de nuevas formas de acrecer la cultura entre la población de niños y jóvenes, siendo que ese Museo de los Niños es el único museo 100% interactivo de Costa Rica. También por la exquisitez de la condición en que se encuentran las instalaciones, por el éxito con que se impulsan los objetivos iniciales hoy multiplicados, que han merecido el halago de los ocho millones de visitantes que esos espacios han recibido en estos 25 años desde que se inauguraron.

De aquella inspiración, de aquellos senderos por los que la idea/semilla caminó, de los avatares que experimentó hasta llegar a los exitosos espacios donde relumbra hoy… de todo ello se empapa quien visite esas instalaciones. Que lucen como un ajito y que en este cuarto de siglo ejemplifican que cuando se quiere, se puede; que cuando hay alguien comprometido de corazón y con capacidad para contagiar a un selecto grupo de personas que se han convertido en padrinos y patrocinadores de ese exquisito emprendimiento, los proyectos pueden cristalizar exitosa y ejemplarmente.

Hace poco más de 70 años los sueños del presidente Calderón Guardia de un mundo identificado con la justicia social, fueron las raíces del árbol de la prosperidad de la sociedad y de los individuos, tal  cual “es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes”, escribió aquel Presidente de Costa Rica.

Hoy es doña Gloria de Calderón Fournier la madrina de un noble y ejemplar empeño en el interés de abonar las tierras del fomento de la cultura y del conocimiento de los infantes de la Patria.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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