viernes 19, abril 2024
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El Big Stick, en Roosevelt y en Trump

De cal y de arena

Donald Trump, con sus políticas y sus imposiciones, rememora a Teddy Roosevelt y a Porfirio Díaz.

Al primero, porque desde la Presidencia de los Estados Unidos y con los vastos recursos económicos, políticos y militares hoy impulsa la reimposición de la política del big stick, el gran garrote con que pretende someter, hincar, sojuzgar al mundo entero ante sus caprichos y devaneos articulados a la medida del renacimiento del dominio imperial.

Al general mexicano que emergió curtido de las trincheras cavadas por la Guerra de la Reforma, porque advirtió lo que significaban las consecuencias del imperialismo yanqui. Solo que se quedó corto pues aquella su sentencia -“pobre México, tan cerca de los Estados Unidos y tan lejos de Dios”-, el inquilino actual de la Casa Blanca se ha encargado de darle otra dimensión dejando claro que el impacto por los desplantes imperialistas ya no solo apabulla a México; hoy cunde en general por el mundo.

Los analistas de la política internacional advierten la presencia de un patrón invariable en la conducta con que gestiona la política exterior  el presidente Donald Trump. Impulsivo, errático, bravucón, fanfarrón también, así echa al ruedo sus ocurrencias. Las acompaña de una inelegante presión sobre los Estados y los dirigentes políticos que escoge, a quienes intimida con la amenaza de reprimir las relaciones comerciales, los flujos de capital y hasta las migraciones, digan lo que digan los tratados y convenios en vigor. Así, Max Cancian, analista del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos con sede en Washington, refiere cómo Trump tras sus arrebatos prepotentes e intimidatorios, lleva la presión al punto de crisis para forzar a la contraparte a ceder y a someterse a un arreglo que el presidente, por mínimas que parezcan las concesiones, pintará como “lo mejor del mundo”.

Evidentemente, ese discurso se salta las pautas, todas las pautas de la diplomacia. Una norma, un protocolo, que ni él conoce ni le preocupa ni le desvela. Así ha arremetido contra todo y contra todos, llámese Rusia, China, Corea del Norte, Irán, Yemen, Siria, Bruselas, Latinoamérica… Arrastra a la humanidad al peligroso borde de un conflicto descomunal y así juega con fuego, en culto al eslogan “America First” o al otro pregón que tanto le gusta “Make America great again”.

En las últimas dos semanas todos los frentes internacionales que tiene abiertos Estados Unidos han experimentado aparatosas escaladas, advierte uno de los corresponsales del diario español El País en Washington. ¿Qué tendrá que ver esta escalada con el arranque de la campaña electoral? Así se conduce Trump, el mismo Trump que desvaría con un patrón de conducta que ha aplicado obstinadamente en sus negocios particulares y que como presidente no le preocupa, aun con los riesgos que tiene asomarle al otro gobernante el big stick.

Ese es parte del arsenal al que está echando mano para el tránsito hacia las elecciones del 2020 a las que ya anunció que se presentará como candidato republicano. Batallones, aranceles y acogotamiento diplomático. ¡Cuánto riesgo, cuánto peligro hay en ello!

A lo interno existe una masa en el electorado altamente crítica, que ve en él un  alto riesgo a la estabilidad del país y del orden internacional. En esta misma semana y con el trasfondo de la proclamación de su candidatura en Orlando, la encuesta promovida por The Orlando Centinel, el diario más influyente en Florida, muestra que Trump está atrás de Joe Biden, de Bernie Sanders y de Elizabeth Warren.

El presidente, sin embargo, les resta crédito y pertinencia. Confía en su núcleo duro que le apoya con firmeza de acero y que está decidido a partirse el pecho por él, convencidos del acierto de su gestión política y administrativa y seguros de que la economía está bien (como en efecto lo está ahora), del significado de un desempleo limitado a 3,6% y de que los augurios que otean vientos de fronda a futuro son infundados. Allí está la fe de Trump: depositada en ese núcleo duro que quizá se movilice a mejor ritmo que el de sus críticos a la hora de votar. Recuérdese que Hillary Clinton tuvo más votos populares que Trump; pero éste acopió más votos de  apoyo en el colegio electoral.

Habrá quiénes festejen un segundo período de Trump. Yo no.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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4 COMENTARIOS

  1. Trump con sus billetes, tiene la papa en la mano y la plena seguridad de ganar, máxime que en este mundo, el cual gira al compás del dinero, usando el cibernético ambiente, recurren hasta los “camaradas” como Rusia, quien le podría facilitar esos automatizados softwares. Además, debemos refrescar en consecuencia la memoria, ante el poder mediático interno, donde a fuerza de repetición, manipulación y medias verdades, idiotizan e hipnotizan a cualquier apasionado sector. Esa es la dizque democracia que nos han aplicado, en muchas partes del planeta, donde las mayorías indígenas, pobres, creyentes y faltos de reales derechos humanos, eligen a sus ejecutores o verdugos ilógicamente. Nuestras democracias tienen ahora especializados portillos que nos impone, a huevos o candelas esta clase de inconsistencias. Nuestras libres sociedades no han caído en cuenta de los avances, que hasta en ámbitos electorales, por falta de un control cruzado y paralelo están sojuzgados en función de un premeditado big stick, ya sea gringo o de poderosos sectores, blandos al vil dinero y al preciado, perseguido visceral poder. Trump entonces, apacíguate, toma tu tiempo o, nos llevarás a los infiernos.

  2. El dólar no tiene respaldo, EEUU está más endeudo que Venezuela o cualquier otro país en el mundo, nosotros mismos somos los que le damos ese «respaldo imaginario» al dólar, le tenemos demasiado miedo al imperio como para salir adelante por nuestra cuenta.
    La enfermedad imperialista se cura con independencia de recursos, los países que lo han tratado de implementar lamentablemente terminan en regímenes peores que el que trataron de erradicar, por pura avaricia de los dirigentes.
    Será que el ser humano está condenado a ser sumiso a un grupo de elite?, que nuestra especie trae en el ADN el gen de la obediencia a una jerarquía?.

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