jueves 28, marzo 2024
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Vivimos en tiempos de barbarie

Columna Poliédrica

En Costa Rica estamos viviendo, de hace rato, un tiempo de irracionalidad y urge que haya personas que centren el debate y lo racionalicen. Vivimos una época en que la denuncia infundada se le brinda mayor credibilidad que al principio de inocencia. Estamos cayendo en los excesos que tanto se le ha criticado a los regímenes totalitarios y hemos llegado al punto de que hay personas dispuestas a sacrificar los derechos más básicos del Estado de Derecho.

La realidad se ha vuelto una percepción que corre al tenor de las redes sociales. Y en esa línea de ficción, nos encontramos con los monstruos más destructores de la vida de las personas. Desde la calumnia más elaborada hasta el chisme más vil que hace de la reputación de las personas un papel higiénico que todos pueden usar y desechar sin que pase nada.

Los criterios fundados que antes guiaban a las personas para establecer quién podía tener la razón y qué persona no, han cedido su papel a la frivolidad y a los más superficiales modos de pensar. Decir esto es cansado porque ya se ha dicho hasta la saciedad, no de ahora, se ha venido diciendo desde hace décadas; la diferencia en este momento es que hemos tocado fondo, se trata de una época que será recordada por su decadencia.

Muchas de las conquistas que permitieron en algún momento un mayor equilibrio social y económico están siendo atacadas y suprimidas con el apoyo de sus beneficiarios. El triunfo ideológico de los grupos de interés que abogan por una sociedad polarizada, ha sido hacer creer que los beneficiarios del sistema son otros y no los sectores más poderosos desde la perspectiva política y económica.

Antes le decían a los jóvenes estudie para que sea alguien en la vida. En la actualidad esa frase ha dado paso a otros códigos de comportamiento en que el esfuerzo personal queda en un segundo o tercer plano. Muchos adolescentes, no todos como siempre, quieren las cosas fáciles, sin mucho esfuerzo y pasando por encima de cualquier persona. No se puede generalizar y hay excepciones como todo en la vida, pero esa tendencia es la que está imperando en nuestra sociedad.

Para lograr la igualdad entre hombre y mujer, por ejemplo, no importa si se abre la puerta a las denuncias falsas cuyo único interés es la destrucción de las personas y no el establecer la veracidad de lo que se dice. Ya no importa si al final de un proceso el acusado resulta inocente, la verdadera condena es el escarnio público que recibe el denunciado por medio de las redes sociales y los medios de comunicación irresponsables.

Vivimos en un relativismo que está desdibujando todo lo que antes se consideraba como importante. Vale más fugarse que ayudar a un prójimo que atropellé, lo importante es perjudicar al otro aunque sea con una denuncia anónima y sin fundamento, ya no es necesario pensar en la verdad porque esta se fabrica en lugar de establecerla.

Los cazadores de herejes y brujas andan sueltos. Los hombres y mujeres más entendidos están resguardados porque saben que, en cualquier momento, pueden ser llevados a la hoguera. Los más despistados, como ha sucedido históricamente, son los que pagan su ignorancia. Y los que mueven los hilos, buscan que toda esta barbarie sirva, como siempre, para sus intereses.

(*) Andi Mirom es Filósofo

columnapoliedrica.blogspot.com

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2 COMENTARIOS

  1. Con esa tónica al sistema le sirve que unos con otros se despedacen, sepultando en el fondo los temas medulares y la corrupción que nos envuelve irremediablemente. Y claro, los derechos humanos, ingeniados en creídas clamorosas universidades del mundo, al servicio del gran capital, nos han heredado e implantado tales temas para destrozarnos, apretando a países que nos les conviene ser libres y soberanos, de enarbolar su derecho a opinar y actuar, mientras otros, los poderosos se inhiben de pasar por esos tamices. Las redes sociales son a veces descargos, en jalar la cadena para la cloaca o enviar la razón, ecuanimidad y libertad al viento para emancipar la presa que algunos tenemos en cantarle cuatro frescas al sistema.

  2. Hace ya tiempo que leo sus artículos, don Andi Mirom. Alguna vez me han parecido interesantes, pero nunca he compartido sus opiniones. Hasta ahora. Me parece que por fin usted como filósofo ha podido decir algo que valga la pena.

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