sábado 20, abril 2024
spot_img

La indig-nazión

Decía que no puedo escribir “mi anarquismo claudicante”, porque el mío no claudica.  A despecho de todo, moriré creyendo que la humanidad no ha creado ideal mayor: una sociedad organizada sin Estado.  ¿Realizable?, probablemente no, mucho menos con esta humanidad, en donde las inmensas mayorías prefieren seguir detrás de cualquier bandera, cualquier crucifijo o media luna, cualquier “líder” o “salvador”, cualquier soporífero, antes que atreverse a pensar por sí mismo o misma y decidir por sí mismo o misma.  Por eso es, que sí escribo mi humanismo claudicante.  Ante el reino pavoroso de la inhumanidad en todas las esquinas del planeta, solo me resta repetir las dos eternas cantinelas de los viejos (como yo): una, todo tiempo pasado fue mejor y dos, entre más conozco a las personas, más amo a mi perro (o a mi gato).  Digo lo de las esquinas del planeta porque me parece atractiva (“estética”) y escalofriante, la idea de los terraplanistas: no puedo imaginarme, sin un hueco en la barriga, estar al borde del planeta. Como en la lejana infancia, cuando me acerqué por primera vez al cráter del volcán Irazú. Volcán que rigió mi infancia y adolescencia.  Disculpen sus majestades, maestros de la coherencia, del método y del buen y bien pensar, pero soy del estilo de Machado de Assis, o del borracho de la esquina del mercado.  Mi indignación ya no es de este mundo.  No me indigna ya, que un juez falle en contra de la ley misma, que un banquero público se enriquezca robando, que un político mienta y luego se dedique al saqueo del erario público…  Me indigna la inhumanidad prevaleciente en todo el planeta.

El odio como manera natural de interactuar con los demás, la intolerancia como norma cotidiana, la mentira como piedra angular del pensamiento y de la información.  El espectáculo en el imperio del norte es la verdad, la realidad de este mundo.  La exvíctima de “bullying”, portavoz esperpéntico del Poder, dirige la cotidianidad desde “twiter”, gozando hasta el delirio, de los sustos que les pega a los gobernantes de otros reinos.  Y lo peor, los medios de incomunicación sirviendo de vehículo divino a las canalladas del criminal.  Es un criminal, pero, igual que el rey del cuento, todos ven la ropa que lo cubre.

Mi indignación no es terrenal, porque todo lo terrenal me indigna.  Y eso que no estoy sobre el bien y el mal, ni mucho menos.  Siervo de todos los venenos, aplastado y deformado por todo el peso de la realidad cotidiana, solo encuentro placer en quejarme, en tratar de responder con cinismo, a la inhumanidad triunfante; en hacer humor negro para no tomar la decisión necesaria.  ¿Verdad, Camus?  “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio.”

Lo demás es distracción, vaguedad, escape…  No entiendo sociedades tan violentas como la mexicana, y que sus víctimas se distraigan viendo más violencia ficticia por televisión o por internet.  No entiendo sociedades con una vida tan falsa como la costarricense, y que sus víctimas sigan tragándose todas las mentiras de los sumos sacerdotes de la política y de la religión, y que vean en cualquier atisbo de rebelión, un atentado “a mi libertad de tránsito.”  Mejor no sigo, o sigo después.  Aclaro que prefiero a los tres chiflados en blanco y negro.

Poquito, porque es bendito.

Villanina, Cabo Velas, un día antes del iva.

(*) Julián Arenales.

Noticias de Interés

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Últimas Noticias