viernes 19, abril 2024
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Memo Villegas: Un carrusel del recuerdo en mi memoria

A nueve años de su partida definitiva.

Tiene el leopardo un abrigo
En su monte seco y pardo:
Yo tengo más que el leopardo
Porque tengo un buen amigo.
José Martí.

Me parece ahora mismo, hurgando a veces en los recovecos de la memoria, que fue ayer, o hace apenas unas horas, cuando conversaba animadamente con mi recordado amigo, el periodista y escritor de estirpe alajuelense, Guillermo Villegas Hoffmeister (1932-2010), quien con su chispeante ingenio nos hacía reír y reflexionar acerca de las más disímiles cosas de la existencia humana, individual o colectivamente considerada, por eso tengo la sensación de que el tiempo se hubiera detenido, o simplemente no hubiera transcurrido, y que nos vamos a encontrar por allí, para seguir con nuestras animadas pláticas, allá en su amada ciudad de Alajuela (a la que le dedicó numerosas páginas e incluso un libro, intitulado BAJO LOS MANGOS, editado por la Editorial de la UNED, en el año 2000), en algún café o restaurante, o en el hermoso parque con sus árboles de mango, rodeados de un animado grupo de conversadores. La inmensa vitalidad que irradiaba sobre quienes tuvimos el privilegio de contar con su amistad, a prueba de cualquier obstáculo, fue la de un hombre generoso hasta lo insospechado, a pesar de la imagen de hombre “duro” y “retirado”, que en vano trataba de vendernos, al menos en mi caso, tal vez para quitarse de encima a todos aquellos que eran incapaces de alcanzar su calidad como la persona excepcional que siempre fue, son estas circunstancias tan propias de nuestra condición  humana, las que hacen que venga a mi mente el recuerdo de una de últimas conversaciones que tuvimos, hace ya más de una década, cuando me decía entonces, más o menos lo siguiente: “ Vos te acordás de aquellas rosquillas coloradas, hechas con una harina muy blanda, apenas teñidas de un rojo tirando a rosado, que se vendían en los turnos de los pueblos, cuando éramos chiquillos – a lo que le respondí, de manera afirmativa-, en fin era asunto de meterlas al agua para que disolvieran en un santiamén, como si se evaporaran o desvanecieran ante la sola presencia del líquido –añadía entonces Guillermo-, algo que si se quiere, fue semejante a lo que aconteció con la famosa Unión Soviética, conocida por sus siglas como URSS, la que como las rosquillas de turno no aguantó siquiera el atisbo de una perestroika para empezar a evaporarse, poniéndole fin a aquel mundo polarizado de la guerra fría, de manera que ese régimen, en apariencia tan fuerte como para asustar a algunos “occidentales” resultó ser, a la larga todo lo contrario, bien recuerdo como se reía, con grandes carcajadas Memo cuando hacía estas consideraciones en voz alta, acerca de un régimen que no gozó de sus simpatías, pero cuya abrupta caída, sin disparar un tiro, como un castillo de naipes, apenas tocado por el viento, le causó risa y asombro, mientras recuerdo no dejo de sentir -en mis adentros- que esa conversación la tuvimos hace apenas unas horas, como algo que sigue dando vueltas en mi cabeza.

Siendo apenas un muchacho desgarbado, allá a mediados de la década de los sesenta del siglo anterior, cuando los jóvenes recibían la cédula de identidad hasta los veintiún años, intenté insertarme dentro del mundo del periodismo radiofónico, laborando en algunas radioemisoras de la aquella época, ejerciendo el oficio reporteril, siempre con la toma de notas apresuradas y la redacción de párrafos cortos, para ser leídos en los informativos que se presentaban, al menos dos veces al día, cosa que me pareció siempre que era toda una misión imposible, por la agotadora labor y las exiguas remuneraciones que recibía por ello, unas circunstancias existenciales que me llevaron a no persistir en esos empeños. Guillermo, por su parte, un periodista y un hombre ya enriquecido por sus vivencias, veía con simpatía a este joven que llegaba a la sala de redacción de La República, fue así como me ofreció, en una ocasión, la oportunidad de que yo figurara como director de una publicación humorística, que él y sus amigos más cercanos llamaron LA SEMANA ATÓMICA, con el objeto de reírse de sus amigos de aquel gobierno de entonces, conformado por correligionarios suyos: así que siendo todavía menor de edad, se me ofrecía una paga de cuatrocientos colones, entonces una suma muy superior a lo que me daría cualquier radioemisora por malmatarme, recorriendo las atiborradas calles capitalinas, para después llegar sudoroso a la sala de redacción. Aquel tonto joven, malaconsejado por algunos envidiosos a quienes les contó, en su ingenuidad, la oferta que se le hizo, terminó por no aceptarla de una manera que debió resultarle inexplicable. Unos años después, Guillermo seguía empeñado en que yo fuera a hablar con Andrés Borrasé(Q.p.d) y que fuera a trabajar a La Prensa Libre, pero a mí me faltó persistencia, en realidad ya andaba por otras rutas como las del magisterio y la sociología, con las que terminé por convertirme en un profesor universitario, durante muchos años, cuatro décadas de mi vida. A veces me hago la pregunta ¿qué habría pasado de haber aceptado ser el director de LA SEMANA ATÓMICA? Seguro que no hubiera sabido qué hacer con mi juventud desbocada de entonces, o el periódico con sus humoradas políticas hubiera hecho virar mi destino hacia rutas que seguirán siendo insospechadas, el secreto quedó entre Guillermo y yo, sólo ahora se me ocurre contarlo. Después vendría la primera generación de periodistas profesionales, formados por la Universidad de Costa Rica y su abundante cosecha, la que fue muy fructífera en muchos aspectos, dando lugar a la emergencia de un grupo de valiosos escritores, por cierto que algunos de ellos  son gentes con cuya amistad y respeto me honro.

Lo relatado es lo que sucedió entonces, pues fue en medio de estos intentos juveniles, por asomarme al periodismo y sus vicisitudes, además de una serie de experiencias de toda clase que contribuyeron a mi formación posterior, que tuve la oportunidad de conocer a quien fuera mi querido y solidario amigo, Guillermo Villegas Hoffmeister, el periodista e indagador infatigable  acerca de los conflictos y otros aconteceres de su tiempo, laborando en el viejo diario La República, Las Últimas Noticias, La Hora, El Excelsior y La Extra, en cuya fundación tomó parte allá por el año de 1979,  bien recuerdo que, en ese tiempo me decía, con toda su gracia y picardía alajuelense, que La Extra era algo así como la revista Play Boy de los pobres, la única de este tipo que en su opinión estaba a su alcance, sin duda un gran servicio para ellos.

Guillermo Villegas Hoffmeister fue autor de numerosas obras de carácter histórico, acerca de los acontecimientos que condujeron a la guerra civil de 1948, como también a lo ocurrido en los  teatros o escenarios bélicos de ese conflicto armado, en el que tomó parte como combatiente, dentro de las filas del bando figuerista, lo que le permitió realizar un esfuerzo historiográfico que culminó con la producción de su obra capital, sintetizada en un volumen: “LA GUERRA DE FIGUERES Crónica de ocho años Editorial UNED 1998”, en la que como decía el también recordado escritor, dramaturgo y político, Alberto Cañas Escalante (1920-2014) se expresó el “Periodista con vocación de historiador, sí. Pero también –por la forma y estructura que le ha dado a su impagable obra- historiador con técnicas y arrestos de periodista. No se puede pedir más:”

Su ya mencionada doble condición de protagonista de primera línea de aquellos acontecimientos políticos y militares, unida a su vocación de investigador y escritor infatigable le dio una perspectiva excepcional para acercarse, desde muchos ángulos diferentes, a unos sucesos que formaron una parte esencial de su vida, de ahí la riqueza y la extensión de su trabajo, la que nos permite captar e incluso aprehender ciertas dimensiones subjetivas, propias de las percepciones y creencias de los protagonistas del conflicto, de ambos bandos en lucha, pues como recuerda el propio Villegas, él fue uno de los primeros periodistas en conversar, durante una breve entrevista con el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, cuando éste regresó del exilio, durante el año de 1958. Esa obra fue el resultado del paciente y apasionado trabajo de investigación histórico-periodística que lo llevó a publicar, entre los años de 1977 y 1980, una serie de entregas de esta increíble y apasionada investigación sobre unos hechos históricos, todavía insuficientemente conocidos, en el malogrado diario “Excelsior”, en el que laboraba, (lo decimos así dada la importancia que ese proyecto político y cultural tenía para la democracia costarricense, el que vio interrumpida su existencia, al cabo de pocos años, debido a la impericia de algunos de sus administradores y editores).

De esa serie de artículos y reseñas surgió posteriormente la extensa obra, en la que recoge todo el bagaje acumulado durante muchos años, además de culminar la elaboración de sus reflexiones, sobre los diversos testimonios y el rescate de algunas de las perspectivas más importantes, no siempre enfocadas, acerca de ese período histórico que permanecían todavía en la penumbra.

Guillermo Villegas fue un hombre que meditó mucho acerca de las innumerables experiencias, en las que se vio envuelto desde su temprana juventud, y también acerca de la naturaleza del medio político costarricense del siglo anterior, el que conoció muy pormenorizadamente, debido a su tenaz trabajo de investigador, como también a la ya mencionada condición de protagonista en el orden de lo político y social, no hay duda que ambas condiciones le permitieron darnos el extraordinario aporte documental que nos dejó en sus obras: Un buen ejemplo de ello, fue la producción entre otros trabajos que hizo del libro EL OTRO CALDERÓN, un opúsculo que fue el resultado de las largas conversaciones que sostuvo con doña Ivonne Clays, la culta dama de origen belga, quien fuera la primera esposa del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, esa es una obra que nos permite desentrañar, desde ángulos diferentes, muchos aspectos ignorados y esenciales de la convulsa década de los cuarenta.

En sus últimos años conversábamos, con alguna asiduidad, especialmente cuando se desempeñó como asesor periodístico del diputado Jorge Luis Villanueva Badilla, durante los años del cambio de siglo, oportunidades en las que ahondó en esas reflexiones en las que –según mi opinión- modificó algunas apreciaciones propias del período de su juventud, sobre todo acerca de sus adversarios de entonces, con quienes dialogó mucho a lo largo de su extensa vida, aunque siempre permaneció fiel a sus viejos amigos y compañeros de lucha, especialmente en el caso de Francisco José Marshall Jiménez, a quien Guillermo le profesaba un gran afecto, tal y como lo expresa en las dedicatorias de su obra política e historiográfica más importante.

Junto con su también amigo, el sociólogo y presbítero Benjamín Núñez Vargas, tomó parte en la elaboración colectiva de EL ESPÍRITU DEL 48, de José Figueres Ferrer, unas memorias políticas de capital importancia, y casi únicas entre los protagonistas de aquellos hechos políticos y militares. Los detalles más íntimos de ese trabajo quedarán en el olvido, pues los protagonistas ya nos dejaron, sin embargo el valor estará siempre en el texto mismo, como un elemento valioso para entender el contexto en que fue producido.

En una de nuestras últimas conversaciones, allá en la ciudad de Alajuela, Guillermo me expresó su desencanto sobre el rumbo que había venido tomando el Partido Liberación Nacional, durante los últimos decenios, lamentándose de que mucha gente se había aprovechado de la política para enriquecerse, además de que se había perdido, casi del todo,  el espíritu del servicio al pueblo. En una ocasión llegó a decirme que salió de esa colectividad política, sin decir nada, habiendo sentido que aquello era como un jarrón chino de colección que se había roto en mil pedazos, para él no habría fuerza en el universo capaz de volver a reunirlos, sé que habrá quienes de manera interesada quieran desmentirme, pero este es mi testimonio sobre los hechos de la vida y de la memoria de un gran amigo. Este recorrido por la memoria ha sido todo un carrusel, una expresión que Guillermo utilizó para titular una serie de artículos que publicó en el viejo diario La Hora, bajo el título de “Carrusel Maicero”, cosas de Memo que nos hacía reír con mucha frecuencia y hasta nos tomaba el pelo, casi sin darnos cuenta. Hasta siempre querido amigo, permanecerás en mis recuerdos, gracias por tu amistad y reconocimiento, los que siempre significaron mucho para mí, especialmente durante una de las épocas más difíciles de mi juventud.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor.

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7 COMENTARIOS

  1. Que bueno recordar a don Guillermo.Un gran periodista y ameno escritor.
    Usted que conoció de periodismo ,pero que tuvo la suerte de pasarse al Magisterio y disfrutar de sus privilegios, que le dice a los muchachos que quieren estudiar periodismo en estas épocas en que los medios de comunicación tradicionales, por razones económicas,cada vez despiden mas periodistas que los que contratan.Que será de la escuela de periodismo ? Y el Colegio ? Desapareceran ? esa seria una interesante reflexión.

  2. Gracias mi estimado Jorge Jiménez por poner atención a estos recuerdos de mi juventud, como bien decís don Guillermo Villegas, nuestro querido Micón como le decían en su Alajuela natal, era un ameno escritor, y un mejor conversador, un periodista de la vieja escuela: la de la calle y las oficinas públicas, donde los funcionarios y políticos educaban- por así decirlo- al periodista en ciernes, que por lo general resultaba ser un escritor en estado de larva. Si bien Guillermo había hecho estudios formales de periodismo en Madrid, en etapas tempranas de su vida, traía dentro de sí muy arraigado ese espíritu libre de esa vieja escuela de la que don Otilio Ulate, el general José María Pinaud, Pepe Marín Cañas, Óscar Castro Vega y Adolfo Herrera García eran una buena muestra, pues en aquel entonces los periodistas no se hacían en la universidad, por cierto que eran excelentes reporteros, cronistas parlamentarios(hoy ya no se hace crónica parlamentaria), como el propio don Guillermo Villegas y alcanzaron a ser escritores connotados. Recuerdo muy bien a Claro González Valdés, recientemente fallecido, quien siempre estuvo a medias entre ambas tradiciones, contratado por don Otilio allá en Golfito, alrededor de 1956, hizo carrera en el Diario de Costa Rica y en algunas emisoras, donde la paga era exigua, por lo que había que tener un espíritu quijotesco para seguir adelante, más tarde hizo estudios formales de periodismo y administración en la Universidad, llegando a ser uno de los más calificados de aquella generación. Los primeros periodistas que graduó la Universidad de Costa Rica, con maestros como Julio Suñol Leal,(otro discípulo de don Otilio que también había hecho estudios formales de periodismo) y otros de grata memoria, mantuvieron ese perfil de escritores en ciernes y se convirtieron en excelentes narradores y ensayistas, entre ellos Óscar Núñez Olivas, Laffite Fernández, Mario Zeledón Cambronero, Carlos Morales Castro, Carlos Cortés, Álvaro Madrigal(también abogado muy estudioso), Marco Tulio Salazar, Edgar Espinoza y otros cuyos nombres no vienen a mi mente en estos momentos, a quienes omito sin ninguna intencionalidad. En aquellos tiempos para alguien que simpatizara con la izquierda, digamos con la que no tenía orientación prosoviética no había mucho porvenir, tal como le pasó a Teodoro Martén Rodríguez, originalmente liberacionista y con estudios en la Facultad de Filosofia y Letras de la UCR, además de lo exiguo de las remuneraciones, por esas y otras razones no persistí en ese medio, a pesar de la gentileza y bonhomía casi únicas de don Guillermo Villegas Hoffmeister, quien me ofrecía cuatrocientos colones mensuales por el ser el director de un semanario humorístico, cuando lo que recibía en la radio era a lo sumo cuarenta colones por semana, y a veces menos. Lo del magisterio, mi querido amigo Jorge Jiménez era tan paradisiaco como aparece ahora visto en retrospectiva, lo que pasa es que laboré por cuarenta años, algo que no es poca cosa en la vida de un ser humano. Hoy en día los periodistas están sometidos a la maquinaria infernal y totalitaria de los grandes medios empresariales, pienso que con algunas excepciones no hay mucho espacio para ellos, además de que reina el periodismo tan corrongo como superficial, de que habla con frecuencia mi amigo Carlos Morales Castro. Un saludo especial para vos Jorge, seguiremos conversando y eso me agrada.

    • Le preguntaba del General Pinaud,pues en el Balance de Situación y Estado de Ganancias y Perdidas,al 30 de setiembre de 1947 de La Nacion SA. se lee en las Notas a los estados :»la primitiva sociedad se constituyo el 4 de agosto de 1944;posteriormente,de acuerdo con escritura otorgada ante los notarios Fernando Fournier Acuña y Rodrigo Facio Brenes con fecha 27 de noviembre de 1946,se cambia el nombre de Publicidad Costarricense SA por el de La Nacion Sociedad Anónima,con un capital de un millón de colones representado por 200 acciones nominativas de 5,000 colones cada una.
      Las operaciones comerciales fueron iniciadas al adquirir la empresa, de la Sucesión de don Jose Maria Pinaud,segun consta en escritura otorgada ante el notario Lic Napoleon Valle,el dia 18 de octubre de 1946.» Tanto para Don Alvaro ,como para Don Rogelio seria interesante enterarnos quien fue el general Pinaud .

  3. ¡Muchas gracias, desde el fondo del alma, apreciado amigo Rogelio, por esta evocación tan completa y sincera de ese gran costarricense que fue Memo Villegas! Lo traté muy poco, casi al final de su vida, aunque conocía su trayectoria. Nos unió el amor por Costa Rica y, sobre todo, por nuestros héroes de la Campaña Nacional de 1856-1857. Atesoro una foto que nos tomaron junto al retrato del Dr. Karl Hoffmann, el día en que se bautizó con el nombre de éste el auditorio del Hospital San Rafael, en Alajuela. Días antes, en una reunión de las fuerzas vivas del cantón y la provincia, las certeras y tonantes palabras de Memo fueron clave para que la CCSS tomara tan atinada decisión.

    Un abrazo.

    Luko

  4. Saludos querido Rogelio. He disfrutado mucho este artículo, aunque no te he vuelto a ver, siempre recuerdo con cariño nuestra aventura Alternativa con nuestro común amigo Edgar. Abrazo, Guillermo Barquero

  5. En una de mis respuestas, debo aclarar que en realidad lo que hice fue una referencia de algunas dimensiones y figuras del periodismo del siglo anterior, sobre todo algunos personajes que pude conocer: Por cierto que me refería al buen amigo y periodista Marco Aurelio Salazar del diario La Nación, durante muchos años y no al sociólogo Marco Tulio Salazar, de la cátedra de Fundamentos de Sociología de la UCR, a quien traje a cuento por error. La irrupción de la TV a color, en los años ochenta y noventa del siglo XX aceleró la decadencia de la expresión escrita, con una menor lectura de los diarios impresos, y cambios importantes en la diagramación de éstos, ligados a esa disminución de la lectura y a la irrupción de un periodismo de entertainment o corrongo, como lo llama don Carlos Morales Castro.
    A don Guillermo Barquero Chacón y a don Luko Hilje les digo: que bueno que les agradó el artículo sobre don Guillermo, el que por así decirlo, había guardado en mi mente durante muchos años, es un texto bastante híbrido hijo de la intertextualidad, un cruce de diferentes géneros literarios, gracias por su generosidad como lectores. Sin duda fue un gran costarricense y mejor amigo, un hombre autocrítico y gestor de muchas iniciativas como la que menciona Luko, en el caso del Auditorio del Hospital de Alajuela, al que se le puso del nombre del doctor Karl Hoffmann, el cirujano alemán que tomó parte en el Campaña Nacional contr Walker y sus filibusteros, durante los años de 1856 y 1857. A Luko gracias por las fotos de don Guillermo, en especial aquella en que apareces con él en la develación del retrato del doctor Hoffmann. El periódico revista alternativa, le digo a Guillermo, fue un hijo nuestro en la década de los ochenta del siglo pasado, a veces pienso que mereció mejor suerte, sólo que este es un medio muy difícil en esa y otra dimensiones
    A Jorge Jiménez le digo: Recuerdo al General José María Pinaud como propietario del diario La Tribuna, en cuanto a su relación con el nacimiento de La Nación, yo creo que conoces más que yo sobre el tema. El general Pinaud fue una figura importante durante los primeros años del siglo anterior, hoy se conoce muy poco sobre su obra, fue un connotado liberal a la manera del siglo XIX, conozco un opúsculo suyo sobre los sucesos políticos del 7 de noviembre de 1889.

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