viernes 29, marzo 2024
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Anticlerical y areligioso, pero no ateo

Un amigo a quien admiro por su inteligencia y amplia cultura me dijo en una oportunidad algo que nunca he podido olvidar: que era anticlerical hasta los huesos y areligioso, pero no ateo, y que por favor no confundiéramos las cosas, que eso es de ignorantes. Todo ello dentro de una conversación acerca de la concepción intelectual de Dios, tratando de sustraerla de las elucubraciones creadas por las religiones.

Continuó señalando que el anticlericalismo (como postura asumida por determinadas personas) sostiene que las creencias religiosas pertenecen al ámbito exclusivamente privado del individuo, por lo que las organizaciones que las promueven, al formarse como instituciones, ejercen influencias intolerantes y, por tanto, indeseables, política y públicamente, en el conjunto social. Por ello surge, entonces, el anticlericalismo como respuesta a la existencia de un clericalismo integrista o poder teocrático sustentado por una casta sacerdotal.

Se explayó luego en una larga perorata acerca de la influencia del clero (sin importar la creencia religiosa) en la historia de la humanidad, desde épocas tan antiguas como la mesopotámica hasta hoy, con la influencia de los evangelistas en la policía norteamericana, o los arreglos de Putin con la Iglesia Ortodoxa Rusa.

No faltó en la conversación alguna referencia hacia la Iglesia Católica, y en especial al clero, como un ejemplo clarísimo de actitudes en contra de los derechos humanos. Y para ello me espetó un dato que ignoraba: que aunque no se puede negar que la iglesia católica romana ha hecho grandes logros en la promoción de los derechos humanos en el pasado, nadie conoce que el Estado del Vaticano solo está suscrita a 10 convenios internacionales sobre los derechos humanos, que es decir que Santa Sede es de los Estados menos comprometidos en todo el mundo en la defensa de los derechos humanos.

El Vaticano no ha ratificado ninguna de las convenciones sobre la supresión de las discriminaciones basadas en la sexualidad, la enseñanza, el empleo y la profesión. Tampoco las relativas a la protección de los pueblos indígenas, los derechos de los trabajadores, los derechos de las mujeres, la defensa de la familia y el matrimonio. Como tampoco las convenciones que se han firmado contra los genocidios, los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad o contra el apartheid. Ni las que se refieren a la supresión de la esclavitud o los trabajos forzados. Ni las que prohíben la tortura y la pena de muerte.

Además el Vaticano realiza una legitimación internacional que no se atiene a los derechos humanos sino a sus propios derechos e intereses. Los Papas en sus viajes han dado de comulgar a dictadores y torturadores como fue el caso de los dictadores argentinos o chilenos. Pinochet fue tratado por el Vaticano prácticamente como a un beato incluso en sus peores momentos.

Y por allí se fue explayando sobre el nefasto papel del clero en la conquista y la colonización de América, y la destrucción de enormes acervos culturales mayas, aztecas e incas.

Continuó diciéndome que también se denomina como anticlericales a quienes, aun manteniendo creencias religiosas, cuestionan el papel de mediador que ejerce el clero en la profesión de fe. En un sentido estricto, decía, el anticlericalismo es un laicismo combatiente y activo que trata de mantener dentro del ámbito o esfera personal e individual toda convicción religiosa.

Y que se declaraba areligioso por el simple hecho de que las religiones habían sido, todas, creaciones humanas. Y que no podía concebir aceptable un hecho mágico como el de la revelación, la iluminación y otras barandangas similares.

Y que las religiones que todavía hoy insisten en asustar, creyendo que con el miedo se ‘fabrican’ mejores seres humanos. Esas religiones que hablan de ‘ofender a Dios’, o del Dios que excomulga, o del Dios justiciero que cobra la falta. Esas religiones que discriminan a la mujer, que la considera fuente de pecado (Eva responsable de la caída de Adán), esas religiones que se escandalizan con la sexualidad pero que practica una doble moral en un gran número de sus sacerdotes precisamente frente al tema sexual. Esa religión materialista, de apariencia y boato como lo que rodea al Papa y su corte, o que es un negocio evidente en los pastores evangelistas.

Esa religión de contradicciones mayúsculas, que se coloca al lado del poder o de lo que conviene políticamente. Esa religión no tiene vigencia y no seguirla termina siendo un acto de sensatez. Porque la sumisión a sus contradicciones lo único que logra es confusión y angustia.

El Vaticano, puso como ejemplo, realiza una legitimación internacional que no se atiene a los derechos humanos sino a sus propios derechos e intereses. Los Papas en sus viajes han dado de comulgar a dictadores y torturadores como fue el caso de los dictadores argentinos o chilenos. Pinochet fue tratado por el Vaticano prácticamente como a un beato incluso en sus peores momentos.

Cuando el Papa Juan Pablo fue a Cuba el Papa estuvo muy duro con Fidel Castro, denunciando delante de él la situación de la Iglesia en Cuba, el problema de los disidentes, de los presos políticos, pero cuando el Papa visitó el Chile de Pinochet no dijo nada de esto, no se refirió a la dictadura pinochetista y a la violación sangrienta de los derechos humanos y lo mismo podemos decir de la Argentina de Videla.

Es decir que el Vaticano tiene varias formas de medir la violación de los derechos humanos según cual gobierno y por lo tanto parece que no tiene una doctrina muy elaborada de los derechos humanos y apoya a los gobierno según sea tratada la Iglesia Católica.

Los evangelistas, por otro lado, se ponen al lado de los Republicanos en los EEUU y se suman a las aberraciones más absurdas de ese país con relación al intervencionismo, el irrespeto de los derechos humanos, y mil cosas más. Y que el ejemplo más evidente resultaba el integrismo religioso político musulmán, en sus diversas manifestaciones, con las consecuencias que estamos experimentando actualmente.

Finalmente, dijo, que en el proceso de evolución, hay que dejar la religión y encontrar el camino espiritual. No es fácil porque suena a apostasía. Y tampoco existe ninguna contradicción en ello. Dios está allí, como energía, como infinito, como vacío, como todo. La trascendencia no se pierde porque no se practique una religión.

Las religiones se necesitaron como explicaciones ‘infantiles’ para un mundo infantil. El ser humano, hoy, a través de la conciencia, necesita otras respuestas que ni siquiera vienen de afuera. Cada quien las puede construir sin necesidad de dogmas o rituales que condenen. Es el Dios de todos, de la mujer, del homosexual, del pederasta, del científico, del hombre, del sacerdote confundido, de todos aquellos ávidos de respuestas en una época que a diario las reclama.

Esta conversación nos llevó luego al concepto de Dios, y me llamó enormemente la atención que dijera que Dios estaba allí como energía, como infinito, como vacío, como todo. Y al preguntarle su definición de Dios o, lo que sería igual, el Dios que él concebía, pues me había dicho que no era ateo, me respondió de una forma admirable.

Dios no puede ser, me dijo, un ser asible con características, sentimientos y pasiones humanas, eso es una creación del hombre. Él está por encima de todas las cosas. Es la energía pura, que no se destruye, sino que se transforma hasta el infinito. Y la energía no puede tener sentimientos, no puede amar, ni odiar, no ser vengativo, ni ser castigador. Sino que es parte de cada uno de nosotros, que somos energía convertida en materia y espíritu. Y al ser nosotros parte de Él, es decir, parte de la energía pura, llegamos a la contradicción más inmensa de nuestra existencia: la de que la evolución nos ha dado sentimientos, pensamientos, pasiones, lógica, pensamiento, contradicciones, absurdos, y que la evolución toma miles de millones de años en lo que conocemos del universo, que es muy poco, pero que para Dios no existe el tiempo.

Reconozco que su respuesta me dejó bastante confundido, hasta empecé a pensar que habían contradicciones en ella. Pero reflexionando un poco más le fui encontrando la lógica: Dios como energía pura, inasible, infinita y eterna, que se transforma en inimaginables formas en el universo, dentro del cual somos menos que una brizna de polvo, una fuerza innatamente creadora y por ello una fuerza de lo que nosotros llamamos amor en su sentido de creación. Y no un ser antropomórfico, lleno de pasiones y sentimientos humanos contradictorios. Un ser que no necesita religiones ni cultos, rituales ni ceremonias, algo incomprensible para nosotros, seres limitados y absurdos desde cierta forma.

Ahora coincidían claramente las tres concepciones: la energía pura como los que los humanos llamamos Dios, que no necesita de religiones, y mucho menos de individuos organizados para manipular la ignorancia humana confiriéndose a sí mismos la capacidad de entender el misterio.

Pero su conclusión más contundente fue que había que sustituir religión por espiritualidad, pues estaba convencido de que lo que llamamos espíritu o alma, esa otra parte de nosotros mismos, era una doble forma o identidad de la energía en nosotros, a través de la cual podría conectarnos con Dios con el todo, con el infinito.

Confieso que voy a reflexionar muchísimo en todas estas cosas, muchas de las cuales son evidentes para mí y de las que estoy convencido hace mucho tiempo.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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4 COMENTARIOS

  1. Esto que le dijo el señor al articulista Lic.Alfonso Palacios
    que dicho sea de paso fue un profesor mío, un docente de lujo, denota claramente que el amigo del Luc. Alfonso algo trata de justificarse criticando a diestras y siniestras lo función del catolicismo o de cristianos general. Tiene concepción de Dios como ser supremo aunque las califica como una «energía» pero
    su propia teoría antitodo la hace caer en sus propias conjeturas porque Dios según explica es energía pura formadora del universo. En dos platos como decía mi padre, no es ateo porque cree en Dios como ser de energía pura infinita y eterna, pero no es religioso porque desconfía del mismo hombre.
    Así cualquier mortal se acomoda según sus intereses lo que parece existir detrás de este comentario del amigo de don Alfonso. Al fi de cuentas, aquí hay material para los que si estamos en religión y con Dios también.

  2. Conozco varias personas areligiosas con una moral y unos principios, que no existen en muchos de los así llamados religiosos y cercanos a Dios, que acomodan sus creencias a sus intereses, que dicha que aún haya gente que piensa en este país, yo también me declaro profundamente anticlerical y areligioso!

  3. Yo he tenido conversaciones con un amigo similar al de don Alfonso, lo hago frente al espejo, yo con yo y al igual que don Alfonso, su amigo y mi otro yo, coincido con su concepción de la religión; si creo en un Ser Superior mi relación con Él debe darse en el ámbito privado y ya el Gran Maestro lo dijo, «dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César»

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