martes 23, abril 2024
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¡Pobre República!

A ratos va como buque en picada hacia el fondo del océano. A ratos parece reponerse, levantarse. Pero lo único cierto es que va sin rumbo, sin rumbo cierto, previsible.

Le piden a uno sacrificio. Lo da, sin chistar. Si la cosa está jodida, si huele a difunto, pues a empobrecerse. No hay de otra.

Los sindicatos, la burocracia pública, se fagocitaron todo lo disponible. Pues a socarlos. El país no puede estar secuestrado por irresponsables egoístas. Los sindicatos hicieron lo que les dio la gana. La legislación laboral les favorece. Está hecha por ellos mismos. Los políticos, los empresarios y el resto que no estamos en nada, los dejamos hacer y deshacer. En un momento dado parecía que, al fin, aunque se veía increíble, de bueno que era, al fin se ponía orden. Habían aparecido de aquellos y había unidad en los criterios e intenciones que prevalecían. Pero de bueno que se ofreció, no podía durar.

No en esta desgraciada República, poblada por chavalos tuanis que no quieren saber nada de cosas feas, de sacrificios, de necesidades de usar mano dura.

En este país cualesquiera hacen lo que les da la gana. Cierran calles. Cierran quirófanos. Cierran hasta la morgue. Dejan a los alumnos sin enseñanza. Figúrense, con lo pésima que es aquí la educación y todavía cuando les da la gana ni siquiera la dan. Y hasta un puñado de alumnos, a los que le sobran distinguidos rocos que noblemente les asesoran, ahora se dan el lujo de cerrar colegios. Nada somos. En los hospitales y clínicas públicas es caso milagroso obtener citas antes de que a uno le den la bienvenida en el Más Allá. Ah, pero si la obtiene tampoco será seguro.

Y aparecen los chapulines colorados con sus valientes reformas. Pero rápido aflojan. Aun respecto de leyes aprobadas cualquiera se las brinca, a título de “diálogo” y de “negociación”. Este es el país de los quiebres, pero también de las pendejadas. Aquí, ni la vida, ni la ley, “no vale nada”, recordando la ranchera. Negociar partiendo de que la ley es cualquier cuecha tirada en cualquier caño, eso no tiene ninguna gracia.

Incumplir la ley para los pelados es cárcel; para los veletas es habilidad de negociación. Todo el mundo sabe que eso es delictivo; todo el mundo se hace el ruso.

En suma, ñatos, o nos ponemos regios, o nos portamos correctos, o nos llevará puta. Perdonen el spanglish, pero es que ya estoy arrecho con tanta pendejada.

(*) Dr. Mauro Murillo A. es Abogado

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