viernes 19, abril 2024
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El desempleo nos azota

De cal y de arena

El desempleo sigue presente en la realidad social y económica de Costa Rica. Su presencia lleva años acumulados, imbatible por las iniciativas gubernamentales –la mayoría endebles, ineficaces ante la dimensión del problema-, hoy grave amenaza a la estabilidad social.

De la Encuesta Continua de Empleo extraemos estos datos referentes al segundo trimestre de este año: en una fuerza de trabajo de 1.457.929 personas la tasa de desempleo es del 11.9%. El promedio anual de la tasa de desempleo durante 2017 y 2018 fue de 9% y 10% respectivamente. El incremento en este recién pasado segundo trimestre se atribuye principalmente a un aumento de la oferta de trabajo originada en la población femenina, un hecho relevante que puede interpretarse no solo como resultado de la irrupción de una mayor participación de la mujer en el mundo del trabajo  sino también como parte del esfuerzo de la mujer para generar mayores rentas al hogar, vista la afectación derivada de una economía que pierde dinamismo y con preocupantes perspectivas.

Los números hablan de una afectación a miles de compatriotas, evidentemente en difícil situación, acosados además por la irrupción disociadora del crimen organizado que se allega a esta realidad conociendo que por allí puede cultivar sus intereses. De la fuerza de trabajo existente hay que advertir la pertinencia de tomar con pinzas las cifras pues una parte de ella corresponde a gente que trabaja dentro de la definición propia del subempleo y otro segmento lo hace en la informalidad.

Negar que haya habido esfuerzos para remover estas cifras hacia estadios más estimulantes, sería una torpeza. Lo que pasa es que el saldo de esos empeños no va acorde con el objetivo principal de abatir el problema -al menos a un punto esperanzador-, como evidencia la generación de empleo en las zonas francas –por nada despreciable- pero que por un deficiente “encadenamiento” no llega a repercutir en esas expandidas masas de desempleados con poca formación técnica o cultural.

El entorno no es para optimismos. El comportamiento de la economía es anémico. Para el segundo trimestre del año creció a un limitado 1,4% (un año antes 3%, tampoco para aplaudir). Priva un ambiente de incertidumbre por causa –así lo dice el Banco Central en su análisis de este período recién pasado- del conflictivo trámite de la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas. Hace ver cuatro indicadores que en los últimos 18 meses son de preocupante comportamiento: 1) el consumo de los hogares se redujo a la mitad desde el primer trimestre del año pasado al segundo trimestre de 2019. 2) Un menor crecimiento del crédito al sector privado para consumo, del 5,9% en que estaba a mitad de 2018 al 2,5% a junio 2019. 3) Una declinante inversión en obras (públicas y privadas). 4) Las exportaciones si bien crecieron del 2,9% al 4,2% del PIB (telecomunicaciones, informática e información, servicios empresariales y viajes) registran un descenso en la venta de bienes, del 5,6% al 1,7%. El BCCR alerta por la reducción de las exportaciones de productos agropecuarios (banano, piña, azúcar, papa, tubérculos), un segmento de la actividad económica que precisamente genera mucho empleo.

El anémico crecimiento de la economía no va a posibilitar abatir el desempleo. Mucho se ha insistido en su reactivación, con fórmulas y oportunidades de distinto pelaje, unos de acción e impacto de cercano efecto y otros de más lejana proyección: la flexibilidad en el mercado laboral, estímulos a la generación de puestos de trabajo,  la “racionalización” de los impuestos al empleo, el cambio del perfil educativo de la fuerza de trabajo.

Autorizados economistas recalcan la conveniencia de que el Banco Central incorpore el tema del desempleo a lista de sus principales preocupaciones, con el mismo rango que le concede a la política monetaria.

Como quiera que sea, la desocupación –con sus derivas sociales, políticas y hasta de seguridad pública- nos está azotando. Y no emprender las medidas correctivas con sentido de inmediatez en lo que sea posible, es aproximar la sociedad a los peligros del abismo. Desafortunadamente, la mayoritaria percepción señala que este gobierno anda por esos rumbos, sin la prisa ni la presión que exige el flácido comportamiento de la economía y la amenazante tendencia que muestra el desempleo.

Si no veamos cómo la administración Alvarado desgasta su endeble capital político en aventuras y proyectos cuyos impactos se proyectan para varias décadas adelante o, en otros casos, con efectos de mayor cercanía pero sin el sentido de pertinencia a la hora de identificar problemas que estén sofocando la sociedad de estos días.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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2 COMENTARIOS

  1. ¡¡ Maestro, saltemos de alegría, nos «atornillan» con impuestos hasta el gallo pinto y «quieren» que los ticos llenemos los locales comerciales, es para no creer, Maestro !!

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