jueves 18, abril 2024
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Cómo el Sínodo Panamazónico puede sorprendernos

Entre el 6 y el 27 de octubre se está celebrando en Roma el «Sínodo Panamazónico». Ya en 1974 el Papa Pablo VI instituyó la figura del Sínodo, primero el «Sínodo de los Obispos», con representantes de todos los continentes, y también los «Sínodos regionales», como el Sínodo de los obispos holandeses en 1980, y el Sínodo de los obispos alemanes, que se está realizando en 2019, y otros.

El sínodo, cuyo significado etimológico significa “hacer juntos (syn) el camino (odos)” representa la oportunidad para que las Iglesias locales o regionales tomen el pulso de su propio caminar, analizando los problemas, identificando los desafios y buscando juntos caminos de implementación y actualización del Evangelio.

El Sínodo Panamazónico tiene una especial relevancia, dado el doble grado de conciencia que se manifiesta en el propio tema básico: “Nuevos caminos para la Iglesia y para la Ecología integral”. Se trata de definir otro tipo de presencia de la Iglesia en las Américas y especificamente en esta vasta región amazónica que abarca 9 países, en una extensión de más de 8 millones de kilómetros cuadrados. El otro grado de conciencia se revela en la importancia que tiene la Amazonía para el equilibrio de la Tierra y para el futuro de la vida y de la humanidad.

La Iglesia romano-católica en América Latina y en la Amazonía era una Iglesia-espejo de la Iglesia-madre de Europa. Después de cinco siglos se ha transformado en una Iglesia-fuente, con un rostro afro-indio-europeo. En la homilía de apertura del Sínodo, el día 4 de octubre, el Papa Francisco dijo claramente: ”¡Cuántas veces el don de Dios ha sido… no ofrecido, sino impuesto! ¡Cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización! Dios nos preserve de los nuevos colonialismos”.

En otra ocasión, en Puerto Maldonado (Perú), pidió perdón –cosa nunca hecha antes por un Papa–: ”Pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas cometidas por la Iglesia misma, sino por los crímenes contra los pueblos originarios que tuvieron lugar durante la conquista de América”.

En el «Instrumento de Trabajo» para preparar el Sínodo, se pide que sean ordenados “viri probati”, es decir, hombres casados, comprobadamente honrados, especialmente indígenas, para ser ordenados sacerdotes. El obispo emérito de Xingú, la diócesis mayor del mundo, Dom Erwin Kräutler, sugirió al Papa que en vez de decir viri probati (hombres probados) se diga personae probatae (personas probadas), lo que incluye también a las mujeres. Dice Dom Erwin: en las comunidades las mujeres hacen todo lo que hace el sacerdote, menos consagrar el pan y el vino. ¿Por qué no concederles también esta misión? María dio a luz a Jesús, el Hijo de Dio sus hermanas, las mujeres, ¿por qué no van a poder representarlo? Además el texto dice que se dará a las mujeres una misión especial. Bien podría ser, como se hace en todas las demás Iglesias cristianas, que las mujeres sean, a su manera, también sacerdotes.

Este Papa es innovador y valiente. Dicen los mejores teólogos que no hay ningún dogma o doctrina que impida a las mujeres representar a Cristo. Teológicamente hablando, sacerdote no es el que consagra. Es Cristo quien consagra. El sacerdote sólo le da visibilidad. Sólo lo impide el patriarcalismo todavía reinante.

La cuestión más aguda e importante es la salvaguarda del bioma amazónico. Esa vasta región ha sido objeto de investigación por parte de grandes científicos, desde hace por lo menos dos siglos. Decía Euclides da Cunha en sus ensayos amazónicos: “La inteligencia humana no soportaría el peso de la realidad portentosa de la Amazonía; tendrá que crecer con ella, adaptándose a ella, para dominarla” (Vozes 1976, p. 15). La Amazonía es el gran filtro del mundo que secuestra el dióxido de carbono, nos devuelve oxígeno, y mitiga el calentamiento global. Su biodiversidad es tanta que “en pocas hectáreas de la selva amazónica existe un número de especies de plantas y de insectos mayor que toda la flora y fauna de Europa”, dice el gran especialista E. Salati.

Pero su significado principal reside en la inmensidad de las aguas, ya sea de los ríos volantes (la tremenda humedad de los árboles, que sobrevuela las selvas), de la superficie del río, o del inmenso acuífero Alter do Chão. Si no conservamos en pie la selva, la Amazonía puede transformarse en un desierto como el Sáhara, que hace 15 mil años era una especie de Amazonía, con el río Nilo desaguando en el Atlántico… Si la Amazonía acaba deforestada, cincuenta mil millones de toneladas de dióxido de carbono anuales quedarían instaladas en la atmósfera, haciendo imposible la vida en el sur del Continente.

El papa se refirió a la situación de la Amazonia al analizar la situación actual mundial: “la Tierra cada vez está más interconectada, y los pueblos que la habitan forman parte de la comunidad planetaria; por ejemplo, el problema de los incendios en la Amazonia, no es sólo de esa región…: es un problema mundial, así como el fenómeno migratorio”.

Cada vez crece más la conciencia de que el bioma amazónico es un «Bien Común de la Tierra y de la Humanidad». El llamamiento a la soberanía de cada país se mueve todavía dentro del viejo paradigma que dividía el planeta en partes… Ahora se trata de reunir esas partes y reconstruir la realidad, que es una, entera: la Casa Común, para nosotros y para toda la «Comunidad de la Vida»… Brasil no es dueño de la Amazonía (63%); es sólo su administrador, ahora –bajo el nuevo gobierno– de forma altamente irresponsable, al hacer poco caso de los incendios y, en función de los minerales, del petróleo y de otras riquezas, incentivar grandes proyectos que amenazan a los pueblos originarios – los que saben cuidar y preservar la selva– y al equilibrio ecológico de toda la Casa Común.

Hay un proyecto, suscrito por decenas de caciques, obispos, autoridades, científicos y otros, que va a ser presentado en el Sínodo, para declarar a la “Amazonía, ¡santuario intangible de la Casa Común!”.

La UNESCO ya ha registrado varios biomas en varios países; ¿por qué no hacerlo con la Amazonía, en la cual se juega en parte el futuro de la vitalidad de la Tierra y de la civilización humana?

(*) Leonardo Boff es Teólogo

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