viernes 19, abril 2024
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Ni con Evo, ni contra Evo

Columna Poliédrica

Cuando uno observa la realidad que estamos viviendo, perdón por la expresión, no queda más que obstinarse. Estamos, nuevamente, repitiendo una serie de vicios que ya se han dado a lo largo de la historia de la humanidad; es decir, solo las personas que no han leído la historia pueden repetir conductas tan dañinas como el fanatismo religioso, político, ideológico, en fin…, todo aquello que ha provocado las peores desgracias de la civilización.

Tengamos claro que no se trata de un problema de nuestra región, se trata de una conducta que se está dando en diferentes partes del mundo. Basta mirar hacia el norte de occidente para darnos cuenta que la fórmula religión y política está de regreso, se trata de una combinación que ha demostrado ser muy efectiva y despiadada, a pesar de la paradoja que ello supone. En su día la uso el imperio romano, el régimen feudal, el absolutismo europeo y más recientemente, basta recordar el franquismo en España o lo que sucede en los regímenes islámicos.

Por eso, cuando uno observa y escucha que una política utiliza la biblia para justificar sus acciones, no queda más que fruncir el ceño y preocuparse del rumbo que está tomando el mundo y en particular nuestra América Latina. En nombre de las deidades y divinidades creadas por el ser humano, se han cometido las peores atrocidades en la historia de la humanidad. Con base en las deidades de más diverso tipo, se ha tolerado los genocidios, la tortura y las privaciones más groseras contra la dignidad de las personas.

He leído y visto diferentes posiciones justificando lo injustificable. Nosotros desde hace mucho tiempo hemos expuesto nuestra posición y la mantenemos: la alternancia en el poder es necesaria para que las democracias y solo es tolerable, a lo sumo, una única reelección de una persona o gobierno que está en el poder. La tesis que se ha esgrimida por algunos Tribunales Constitucionales que se trata de un derecho humano, es una interpretación que se basa en una serie de argumentos metafísicos, iusnaturalistas que están fuera de la realidad y que pretenden justificar intereses muy concretos.

Por eso en su día, nos pronunciamos contra aquellos que quieren perpetuarse en el poder. Lo anterior lo hemos dicho en relación con personajes de derecha y de izquierda, habiendo hecho gobiernos buenos o malos; en otras palabras, se trata de una convicción en el sentido que es necesario cambiar a las personas en el gobierno porque de lo contrario, no se está diciendo nada nuevo, el poder corrompe y hace que las personas asuman conductas corruptas, propias de las personas que se llegan a creer intocables.

Dicho lo anterior, que la democracia necesita la alternancia en el poder, es necesario decir que tampoco es tolerable que los militares sugieran si un gobernante debe o no quedarse en su puesto. Todos sabemos, bueno casi todos, que la esencia del poder político descansa en el uso legítimo de la fuerza. Ahora bien, normalmente la legitimidad del uso de la fuerza por parte del aparato represivo del Estado se justifica con base en el respeto al orden jurídico vigente; en otras palabras, la justificación o no del uso de la fuerza está sustentado en interpretaciones jurídicas.

Solo los que entienden lo político y lo jurídico tienen la posibilidad de ver esta dialéctica operando. Se trata de dos caras de la misma moneda, como ya se ha dicho en otras oportunidades, depende cuál cara se está viendo para establecer si se trata de un problema de legitimidad o de juridicidad; empero, al final, estamos en presencia de un problema más semántico que real, dado que estamos hablando de una fusión, una simbiosis, que ha estado presente desde el inicio de la sociedad.

Hace mucho tiempo ya, escribí una columna que se denominó: Ni con Chávez ni contra Chávez. Lo mismo habría que plantear en relación con Evo Morales, ya que no debió desconocer que el pueblo boliviano votó por la no reelección, pero tampoco es aceptable que el ejército de ese país lo “invite” a dejar su cargo. Ni una cosa ni otra.

Por eso cuando vemos y escuchamos a expertos, políticos, periodistas y demás personajes opinar sobre un hecho como el acontecido en Bolivia, no queda más que sorprenderse. Esperemos que esta situación no nos lleve a vivir algo parecido a lo que latinoamérica vivió, especialmente, en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Deberíamos aprender de la historia, pero, pregunto: ¿Será eso mucho pedir?

(*) Andi Mirom es Filósofo

andimirom@gmail.com

columnapoliedrica.blogspot.com

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2 COMENTARIOS

  1. Parece que si es mucho pedir. Uno cree que la humanidad avanza, pero más bien lo que parece es que llegamos a un nivel de avance y de ahí no somos capaces de avanzar y estamos condenados a repetir la historia en una espiral que va y viene , valga la redundancia.
    Me resulta tan increíble, tan patético oir las barbaridades de Trump, de Bolsonaro, del presidente de Filipinas o de la autonombrada en Bolivia. Tales discursos, tales dichos uno lo esperaría de seres bárbaros pasados, vistos en una película, o parte de alguna broma macabra, no de gobernantes de este siglo.

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