viernes 19, abril 2024
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Apuntes sobre el aborto

Solo para contribuir con la actual discusión sobre el aborto, un tema que, por su naturaleza y complejidad, no puede tratarse desde ideologías fundamentalistas que impiden un diálogo abierto, racional y sincero. Desde luego, por el género de este escrito, el abordaje será introductorio y no referirá a la libertad de la mujer embarazada para tomar la decisión correspondiente.

I) Desde la biología y la neurobiología:

He leído que se reclama una explicación científica y no humanística ni especulativa, como suponiendo que los productos científicos son ajenos a la ideología y neutrales, perspectiva anacrónica e ingenua en el siglo XXI. Como cualquier otro saber humano, la ciencia se construye y produce sus verdades desde intereses, posiciones y cosmovisiones específicas, desde juicios y prejuicios, en razón de lo cual y desde esta perspectiva, poco dista de los otros discursos, aun cuando su metodología posea las particularidades del caso. Razón llevó Nietzsche al respecto cuando escribió: “El científico primero cree y después demuestra”.
Sin perder de vista la aclaración anterior, vale hacer breves referencias al menos desde la biología y desde la neurociencia, disciplinas científicas que dan ciertas luces al respecto del tema que atendemos y desde las que en algunos momentos se lo discute. Posteriormente abordaría algunos señalamientos desde la doctrina religiosa, en específico, católica.

Desde la biología se clasifican las etapas del embarazo, planteando que comprenden unas 40 semanas, contadas a partir del último período menstrual. La base del análisis es celular, contexto en el que dos son los conceptos introductorios: óvulo y espermatozoide, cuya fusión es conocida bajo el nombre de fecundación humana. Sin entrar en detalles, pues se los puede leer en múltiples referencias, hay coincidencia entre los especialistas de la biología molecular, la genética y la embriología, en señalar que la vida humana inicia en el momento de la concepción o fecundación, es decir: cuando el óvulo es fertilizado por le espermatozoide.
Esta certeza es sin embargo insuficiente para el tema del aborto, pues la discusión no debe darse desde la perspectiva de vida humana, sino sobre el estatuto moral y ontológico del “ser persona humana”, me explico en lo que sigue.

La vida humana está presente incluso antes de la fecundación, pues el óvulo y el espermatozoide, cada uno en sí, son células humanas. No hay duda que en cada una de esas células y en las dos fecundadas hay vida humana; como también la hay, por ejemplo, cuando se expulsa saliva al estornudad, pues se expulsan células humanas y, por tanto, vida humana celularmente hablando. Recuérdese que los componentes celulares del esputo son macrófagos, leucocitos y células escamosas, cilíndricas, caliciformes y cuboideas; pero también téngase claro que estornudar esa vida humana no implica, ni por asomo, abortar.
Entonces no se puede ni sublimar ni idealizar la tal “vida humana” por el hecho de ser derivación celular humana. Otro ejemplo: cuando alguien se lava los dientes evacúa células humanas y tampoco tal acción puede ser considerada como una acción abortiva; quizá por ello ningún lavatorio es convertido en un altar sagrado. Quede demostrado por tanto que, con respecto del aborto, la vida humana no es el tema, por lo que tampoco es, en esencia, un tema biológico.

Por su parte, para la neurociencia -otro discurso científico cuyo objeto de estudio no es la célula en general sino el sistema nervioso, en cuanto estructura y funcionamiento, partiendo del órgano que nos caracteriza como humanos y que permite la vida consciente: el cerebro- el asunto es distinto y no tiene que ver con la perspectiva «equivocada» de la “vida humana” según posibilidades del discurso biológico, como veremos a continuación.

Acá hay unos datos importantes de los que solo señalo unos hitos que tomo del neurocientífico Michael Gazzaniga: él señala, con base en estudios neurocientíficos reciente, que la actividad cerebral incipiente no inicia antes de la 5 o 6 semana de gestación, sin que eso implique una conducta neural integrada. Entre las semanas 8 y 10 se inicia lo que podría considerarse un verdadero desarrollo cerebral. De la semana 12 a la 16 se desarrolla el polo frontal y el temporal; dentro de este período, pudiendo ser después de la semana 13, el feto muestra movimientos reflejos, es decir automáticos. En la semana 17 hay evidencia de procesos sinápticos, lo que implica comunicación entre células. Hasta la semana 23 el feto tendrá un desarrollo neurocerebral, básico pero suficiente, que le permitiría sobrevivir fuera del útero pero con asistencia médica de alto nivel; será hasta la semana 32 que el cerebro controla la respiración y la temperatura.

A partir de estos hallazgos neurocientíficos, basados en evidencia empírica aportada por la neuroimagenología, Gazzaniga señala textualmente sobre el tema que nos ocupa: “…en la consideración de si un feto es humano como nosotros y en la atribución de derechos morales y legales al ser humano, sitúo la edad (…) en la semana 23, cuando la vida es sostenible y el feto puede, con asistencia de una unidad neonatal, sobrevivir y se desarrollará hasta dar lugar a un ser humano inteligente con un cerebro normal” (El cerebro ético). Es decir, para él antes de las semana 23 no hay en aquel producto un ser humano y, por lo tanto, abortar sería viable según lo señala explícitamente.

En complemento, ha de recordarse que, en forma coincidente, la medicina asume el “concepto de muerte encefálica” propuesto desde la Universidad de Harvard en 1968, el que implica ubicarse en un estadio neurocerebral análogo al tenido antes de la semana 23 del desarrollo fetal. Es decir, el discurso médico en general asume el interdiscurso neurocientífico citado en los señalamientos de Gazzaniga y por eso, sin que la persona experimente muerte cardio-respiratoria (o de todo el cuerpo como se dice popularmente), se le da por muerto si se encuentra en ese estado de afección encefálica.

Tenemos hasta acá que el tema del aborto no es resuelto unívocamente por el discurso científico. Solo como ejemplo vimos que el aporte de la biología es insuficiente, mientras que la neurociencia sí es más contundente, al indicar que todo depende del desarrollo cerebral y neural. Por tanto, quienes recurren al discurso científico para dilucidar las verdades sobre el aborto no eligieron un camino certero sino que reproducen ideología pura.

II) Desde la religión católica:

Otra arista que se acciona cada vez que se aborda el tema del aborto es la religiosa. ¿Qué dice la religión católica (que es la que conozco) sobre el tema? Acá el asunto también es complicado. En la Verdad Revelada no hay referencias suficientes ni contundentes. Se suele citar del Antiguo Testamento a Jeremías 1,5 cuando se lee: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí”.

De teóricos como James Rachels y de planteamientos exegéticos como las anotaciones en la Biblia de Jerusarlén, que cuentan con el nihil obstat por parte del Censor oficial, queda claro que no se hace referencia en tal pasaje ni al embrión, ni al feto de Jeremías, ni mucho menos al aborto en general; suponer lo contrario es ir contra doctrina.

Para Rachels se trata de una figura metafórica o poética, añado, cuyo trasfondo es más bien político de contenido ético, pues el versículo no se lo debe leer en abstracto sino contextualizado y entonces se precisa esta intencionalidad, es un mensaje “nacionalista” al estilo del pensamiento hebreo más fundamentalista; refiere al profeta, medio para la constitución de una nación, elegida, predestinada, consagrada, en tanto segregada y preconcebida por la providencia divina, que todo lo sabe desde siempre. Por eso el
versículo 10 remacha este aspecto cuando se le indica al profeta: “Desde hoy te doy la autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para prender y derrocar, para reconstruir y plantar”.

Previamente, en el Pentateuco, sí se hace una referencia directa al parto provocado, me refiero al Éxodo 21, 22ss cuando se precisan algunas leyes que regían a los israelitas y se escribe: “Si unos hombres, en el curso de una riña, dan un golpe a una mujer en cinta, y provocan el parto sin más daño, el culpable será multado conforme a lo que imponga el marido de la mujer y mediante arbitrio. Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente…”.
Es decir, en el caso del aborto media una multa, pero en el caso de homicidio o daño físico generado —atención— a la mujer, se pagará según la “Ley del Talión”: muerte por muerte, ojo por ojo. La hermenéutica más aceptable acá, permite afirmar que se trata del daño causado a la mujer quien constituye el sujeto gramatical. Aun cuando hay interpretaciones tendientes a señalar que se hacer referencia a la eventual muerte del embrión, no son las más aceptadas por forzadas y no son de inferencia válida. Por tanto, lo que se infiere de la Torá hebrea, base clásica del cristianismo, es que el aborto no es homicidio. No se pierda de vista la definición de aborto: “Interrupción voluntaria o involuntaria del embarazo antes de que el embrión o el feto estén en condiciones de vivir fuera del vientre materno”.

A esto debe adicionarse que tampoco en la Buena Nueva o Nuevo Testamento -contexto en el cual la Ley del Talión es reemplazada por la ley del amor, la misericordia y el perdón- se ubica sanción explícita con respecto del aborto.

Estas insuficientes referencias reveladas dan paso a que el Magisterio de la Iglesia Católica, segunda fuente de verdad y autoridad después de la Verdad Revelada y conformada por el Pontífice y sus obispos, se hubiera mostrado vacilante a lo largo de la historia al respecto del tema. Así por ejemplo, en el primer Catecismo, conocido bajo el nombre de “Didaché”2,2 (65 u 80 dC) se prohibe el aborto: “(…) no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir”.

Dos siglos después, en el Concilio de lliberis (también conocido como Concilio de Elvira: 300-324) el aborto es sancionado pero únicamente si es realizado en un contexto de adulterio, dejando por fuera casos en que el aborto es realizado dentro del matrimonio.

En el Magisterio la posición ha sido cambiante, desde las más radicales hasta las más laxas. San Agustín (354-430), Padre de la Iglesia en la Alta Edad Media, indicó que muchos obispos permitían el aborto, recuérdese, solo por citar a Calixto, Obispo de Roma del 217 al 222, quien lo toleró. Mientras, Tertuliano, también Padre de la Iglesia, era contrario, pero lo permitía en caso de peligro de la vida de la madre, guardando ya tan tempranamente este cuidado.

Dos de los máximos pensadores católicos del medioevo: San Agustín de Hipona, llamado Doctor de la Gracia, y Santo Tomás de Aquino, (1225-1274), Doctor Angélico, fueron partícipes de la doctrina de la animación tardía, según la cual el alma humana era recibida después de la concepción (solo dos ejemplos referenciales: Suma Teológica I, 118, 2, ad 2; Suma Contra Gentiles II, 44 ), con lo que se adhieren a la exégesis que antes realizáramos de la cita del Éxodo, según la cual se distingue homicidio de aborto, con base al momento de la animación.

Grosso modo, lo que estos autores plantearon es que la incorporación del alma racional se da hasta que el cuerpo posea las disposiciones necesarias para la recepción de formas superiores y, hasta ese momento es posible hablar de ser humano en tanto criatura hilemórfica (cuerpo y alma como unión sustancial) antes no. El alma intelectiva no podría ser insuflada en un cuerpo que no dispusiera de la organización requerida para semejante perfección. Por ello, ambos autores consideraron aborto y homicidio como asuntos radicalmente diferentes.
Esta doctrina encuentra sus orígenes teóricos en Aristóteles (384-322 a. C), autor para el cual el embrión de los varones recibía el alma intelectiva a los 40 días de gestación, mientras el de las hembras a los 3 meses (Entre otras referencias: De animalibus historia, 1, VIII, e.3), antes no eran humanos en acto. Los embriones recibían paulatinamente formas cuya perfección gradual dependía del nivel de desarrollo y organización corporal. (Nótese el paralelismo de esta teoría con la neurobiológica referida antes)

Quede claro sin embargo que, según la doctrina del acto y la potencia planteada por este mismo autor griego y asumida por SantoTomás de Aquino, el embrión desde el momento de recibir el alma vegetativa (primero de sus niveles) es potencialmente humano, siendo que el desarrollo posterior no podría conducir a otro tipo de naturaleza, pero el Aquinate es claro en señalar que no por eso es ya persona, esto por cuanto no esta dotada de alma humana que es su distintivo esencial. En Suma Contra Gentiles Aquino es puntual al señalar que en el semen no se encuentra el alma (II,89), análogamente como señalamos arriba que en la célula humana no se encuentra ya una persona humana.

Por tanto, tal potencialidad no implica anticipada ni entitativamente la actualidad futura: poder llegar a ser persona (potencia) no significa que ya se sea persona humana (acto). Acá es útil aquella anécdota del profesor español que respondió a su estudiante para aclarar este asunto algo así como: “Les juro que hoy he desayunado huevos, que no es lo mismo que el pollo, no tenían pico, ni alas, ni patas, ni plumas, eran tan solo huevos”, añádase: con claras y yemas; muy distinto es «poder llegar a ser pollo» que «ser pollo» en acto. Dicho de otra forma, para Tomás de Aquino aun cuando el semen y el óvulo eran humanos, no por ello eran personas, esos estados, aunque creados por Dios, no poseían el estado de perfección material suficiente.

La doctrina de la animación retardada o tardía la asume el Magisterio de la Iglesia Católica desde el Concilio de Vienne, en el 1312, pero la modifica en el siglo XIX (500 años aprox), claro está, durante este período tiene sus altos y bajos, hasta llegar a la actualidad, en que el Papa Francisco, en octubre del 2018, ratifica su oposición al aborto, prácticamente sin ningún atenuante posible, pero en tal caso parte del supuesto según el cual desde la concepción el producto posee estatuto moral y vida humana, es decir, su punto de partida es lógico definitorio y de autoridad magisterial, un ejercicio que su poder le permite, mutatis mutandis, como procede la RAE cuando define sobre la lengua española.

En síntesis podríamos señalar que la posición de la Iglesia Católica -Verdad Revelada y Magisterio- a lo largo de su historia con respecto del aborto ha sido cambiante. Rachels al respecto señala que estos cambios de posición moral son análogas a las fluctuaciones que la Iglesia ha tendido sobre la esclavitud, o sobre la condición de la mujer, o sobre la pena de muerte, y a la letra señala el autor: “La tradición eclesiástica, así como las Escrituras, es reintrepretada por cada generación para apoyar sus propias opiniones morales”; es decir, son posiciones cambiantes, colectivas y subjetivas, convertidas, según conveniencia del momento, en discursos dominantes y hegemónicos, pero nunca con estatus de verdades absolutas e inmutables. Son creencias instauradas, por fe y jerarquía, como dogmas incuestionables, según cada vez se lo crea más conveniente.

III- Desde la Filosofía y el criterio personal: del aborto terapéutico.

Se debe inferir, en honor a la precisión, que el tema del aborto pone en la palestra el inicio del “ser persona humana”, antes que el inicio de la vida humana como se suele decir coloquialmente. Ya aceptamos, con la biología que vida humana hay en las dos células originarias (óvulo y espermatozoide) y en la unión de ellas (concepción): decir célula es decir vida y decir célula humana es decir vida humana pero no es decir persona humana.
Análogamente se podría señalar que al tenor de la doctrina de la animación tardía desde la gestión hay persona humana pero solo en potencia, no en acto, es decir, es una expectativa de ser persona, no una persona en sí. Pero esta no es la discusión, en este nivel está resuelta de antaño, el tema es  ¿cuándo hay persona? y esto nos ubica en el ámbito de la antropología filosófica ineludiblemente.

Ante semejante pregunta han existido múltiples respuestas a lo largo de los siglos, lo que es propio cuando el razonamiento intenta definiciones sobre temas tan complejos, que, con toda certeza, superan la capacidad especulativa pura, para entremezclarse con profundas reacciones viscerales, ideológicas y límbicas. Pero acá no corresponde un excursos definitorio, etimológico ni histórico, de la evolución de los términos, por más apasionante que ello sea; atender la pregunta implica saber cuándo el producto adquiere estatus pleno de persona humana o de ser humano.

La reflexión debe ser muy cuidadosa y sutil, porque ubica el discurso en una suerte de “filo de una navaja”, frente a la cual la razón y la emoción en vez de complementarse parece que se oponen irreductiblemente. El ser humano, la persona humana, según la concebimos hoy día, requiere cumplir con algunos rasgos esenciales, entre ellos y fundamentalmente la conciencia, que implica capacidad autoreferencial, autonomía física y moral, consecuentemente, capacidad raciocinante, ejercicio emocional, comunicabilidad y autodeterminación.
Recúrrase, en primera instancia y solo como punto de partida, la definición de persona brindada por Boecio (480-524): “Rationalis naturae individua substantia”, y señalemos otros rasgos esenciales: individualidad y subjetividad, es decir, se trata de un yo o un quién, antes que un qué, no divisible ni repetible, por lo demás, subsistente en sí y por sí, pero que pese a ello y al tenor de lo señalado antes, abierto a lo otro y a los otros; un ser con identidad, racionalidad, socialización y comunicabilidad.

Si no se cumple con estos rasgos básicos, aun cuando haya vida humana, no habrá persona humana plena y, consecuentemente, no tiene por qué ser el aborto un problema ni un dilema. Quede claro lo siguiente, parto de una inferencia lógica, es decir, fríamente racional que, desde luego, no por ello inválida. Incluso recuérdese que en muchos momentos de esta forma ha razonado la misma religión Católica, tanto en la Verdad Revelada como en la verdad Magisterial y, ni qué decir, en la tradición popular -tercera fuente de verdad del catolicismo y quizá por ello muchas católicas que incluso antes renegaron del aborto, llegado el momento abortan-.

Pero hay otra forma de verlo y es, en el decir del mismo Gazzaniga: desde la reacción visceral y entonces -parafraseándolo- se hace una confusión pues: como científico el sabe que con abortar hasta en la semana 23, cuando incluso el embrión humano no se distingue del de un cerdo (señala), no se afecta a una persona humana; pero como padre (añade) pone sus verdades científicas en duda, por su emocionalidad afectiva, piensa en el rostro de
sus hijas y pone en duda la convicción científica, pero este sería un acto no solo visceral sino además, propio de la creencia personal, afirma el mismo neurocientífico. Entonces surge la aporía y la decisión final estará motivada por razones distantemente racionales, científicas, teológicas o religiosas.

Al recurrir a la voz de este científico quiero señalar lo siguiente: científica y filosóficamente está claro que ni en la concepción, ni en las primeras etapas del embarazo hay persona humana, no hay siquiera capacidad de subsistencia, ni sistema nervioso suficiente; por lo que el aborto, como se indicó en el Éxodo, o Agustín o Tomás de Aquino, no constituye homicidio. Racionalmente no se puede argumentar lo contrario, aun cuando desde la creencia sí, pero no habría pensamientos lógico propiamente dicho sino dogmático y estrictamente subjetivo.

Pero entonces para subrayar, también debe quedar claro que el tipo de argumentaciones científicas y propias de la antropología filosófica no serán suficientes para definir la posición que se asuma frente al aborto; es necesario además una motivación desde lo que hoy día se llaman: emociones morales que, en el decir de Rosa Casafont, conllevan valoración cognitiva pero inconsciente y automática de la situación, y que se activan por una programación previa, en juegos de intereses y bienes social.

Por tanto, la posición que se asuma frente al aborto, está condicionada, previa e inconscientemente, por estados afectivos preconcebidos, permítaseme: programados y programadores, los que alteran el juicio moral e imposibilitan un mero ejercicio racional y lógico según se ha dicho. Con esto es que juegan las religiones o grupos conservadores, de modo que recurren a la neuroprogramación lingüística gracias a la cual, sin razones ni argumentaciones, homologan el aborto con el asesinato, pero esto es una vil manipulación subjetiva.

Entonces seamos sinceros, las razones valen poco, la posición será personal, en gran medida, emocional y, en el fondo, dogmática, basada en creencias. Por lo demás, la posición discursiva y pública refiere a una moralidad especulativa, que no es garantía suficiente para la posición axiológica privada que, frente a la situación del embarazo, asuma cada quien con respecto del aborto específico en situación, como se infiere de algunos estudios.

Pero nos hemos referido al aborto en general y el que se discute hoy día en Costa Rica es el terapéutico frente al cual mi posición la tomé siendo muy joven, posiblemente cuando hacia mis primeros años de colegio: Si el embarazo pone en riesgo la vida de la mujer, el producto pasa a un segundo plano por una razón específica: la mujer es una persona plena, es decir: con historia, con proyectos, con vínculos y afectos, una vida consolidada, autónoma y proyectiva; entidad que no debe poner su existencia en entredicho por una potencialidad personal, que aun no es autónomo, que no siente, que no proyecta, que no socializa por sí mismo y que, desde posiciones religiosas incluso, no posee el estatuto para ser considerado con alma humana.

Coincidía mi temprana y aun hoy válida posición personal, incluso con la concepción que en el mismo sentido contemplara la Torá hebrea, en el contexto primitivo de la “Ley del Talión”, y como hoy muestro Código Penal lo tutela, dignificando al ser femenino pleno, asunto que no debe cambiar en sentido restrictivo ni fundamentalista.

Siguiendo al profesor español aquel citado antes: no dudo que el embrión podría llegar a ser persona, frente a esta otra que ya lo es; podría tener vínculos y afectos frente a esta que ya los tiene; no tiene, como esta, una historia propia ni un proyecto concebido; no quiere aun porque su sistema nervioso es insuficiente para eso y para sentir y para sobrevivir con autonomía, todo lo contrario a la embarazada que ya posee esas cualidades de hace tiempo. No hay punto entitativo de comparación, tampoco puede haber, en este nivel discursivo, discusión posible: salvar a la mujer, persona plena, es el deber moral supremo que no puede ceder frente a potencialidades solo posibles, ni frente a ejercicios de poder que en el fondo ocultan posiciones androcéntricas y fundamentalistas.

Podría argumentarse lo contrario pero muy posiblemente, partiendo de falacias ad misericordiam, así como de suposiciones ónticas sin fundamento actual; y si se lo hiciera, además apelando que todo es creación divina, que donde hay células humanas hay vida humana y por tanto consagración, y persona plena, entonces, por consecuencia: que cada lavatorio sea convertido en altar cada vez, y cada lugar donde se aloje una célula humana se instituya en templo y en persona; lo que a todas luces no es coherente, ni lógicamente válido, ni moralmente solvente.

(*) Dr. Eval Antonio Araya Vega es Filósofo

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3 COMENTARIOS

  1. Los enemigos encubiertos de la raza humana hacen su juego, de exterminación y muerte, ya no solo con los alimentos, anticonceptivos y medicamentos, sino con las teorías filosóficas muy palabreadas, con una finalidad principal de bajar la natalidad mundial. Por ello, aprovecho por este medio aplaudir las posiciones sobre el aborto del Colegio de Médicos y Cirujanos las cuales se han hecho públicas hace unas horas, donde enfrentan unas desubicadas ediles en la AL, con falaces y tendenciosos argumentos feminazis, donde la diversidad es la punta de lanza para prostituir más nuestra sociedad costarricense. Felicito abiertamente a los Médicos e insto a los católicos, los otros, y demás colegios profesionales a tomar beligerancia real y verdadera, para enderezar y regresar a los principios y valores que siempre nos han caracterizado. No lo hagan por este diminuto comentarista, sino por sus presentes y futuras generaciones de costarricenses, los cuales no merecen recibir esas herencias tan desagradables. Ni anacrónicos, ni extemporáneos. Somos el futuro triunfal de la humanidad entera.

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