viernes 19, abril 2024
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¿Qué el año del Bicentenario qué?

No hablo aquí de avances sensacionales nunca vistos, ni de nanotecnología, rayos, ondas o sistemas de propulsión o de astronáutica;  ¡No! Sino de conceptos, ideas y objetos que han existido en muchos casos por miles de años;  en algunos de estos casos no es que hace mucho se dieran sino que todavía, a la altura del Bicentenario, no nos han llegado por aquí.

Debo aclarar que para mí en 2021 se cumple un bicentenario pero de existencia de la república y que con ese cumpleaños coincide la administración de turno.  Pero no voy a confundir.  Eso es una coincidencia.  Ni el calendario se debe a la administración de turno ni a la administración corresponde ceñirse el ramillete de laureles de los últimos 200 años con los que nada tiene que ver acuñándose un título como el de “Administración del Bicentenario” por ejemplo (y es que ya he detectado alguna intención de probar esa táctica).  No.  Sigue para mí siendo la administración de turno.  Si fuera por eso tendríamos que conocer a una de las administraciones como la “Administración de la Independencia”, a otra como la “Administración del Voto Secreto” y así sucesivamente.  Además, las administraciones se distinguen por completar o maquillar lo que otras anteriores iniciaron sin haber llegado a concluirlo pero sí llegando a inaugurarlo y por dejar a su vez otro tanto de trabajos a medio palo.  El verdadero acreedor de todos los laureles, de todos los centenarios y bicentenarios es el contribuyente en realidad;  la homenajeada es la República (los dos los más maltratados);  le deseamos feliz cumpleaños que es lo que corresponde.  Pero por mí el gobierno pasa a los libros como el de turno.  Sólo eso.

Un país por medio de su Estado que se supone es lo que lo gobierna tiene la obligación y la responsabilidad de cubrir todas sus necesidades, de proteger y mantener a todos sus habitantes.  Por ejemplo, si decide contar con su flamante oleoducto pero no puede vigilarlo, mantenerlo y cuidarlo en perfectas condiciones no debe tener oleoducto.  Exactamente en la misma forma en que unos padres de familia no deben tener unos hijos a quienes no pueden mantener.

En este caso sabiendo por años que ladrones organizados de combustible rompen la tubería e instalan válvulas en muchos sitios del trayecto la refinería estatal no hace lo que debe, no erradica el mal (al punto de dar lugar a la sospecha de que está involucrada) le deja todo el problema a la policía por si acaso tiene suerte y los atrapa infraganti (y sólo cuando algún ciudadano se hace con el gasto, el tiempo, el riesgo y lo dificultoso de hacer lo que se llama “una denuncia” – otra falacia para otro comentario);  ahora, cuando ya llevamos muchos millones acumulados de pérdida pasa por la mente de la refinería una iniquidad difícil de creer:  resarcirse por esa pérdida recargando un porcentaje más a los consumidores de combustible sin tener ellos la más mínima responsabilidad ni culpa.  ¡Eso es algo de lo más perverso hasta el momento!

Nos falta en este país un sistema de doble abastecimiento de agua:  uno de agua tratada, potabilizada con lo que le echen para ello para el consumo humano y otro de agua no potable.  Entretanto estamos  apagando incendios, lavando pisos, aceras, mascotas, vehículos y otras cosas y regando jardines con un agua tan purificada y cara como la que se compra en la tienda en botellas;  como decir que estamos comprándola en la tienda para esas cosas.  ¡Abominable! ¡Como los más lascivos  y glotones emperadores romanos!  ¿Ah, pero porque así somos de imbéciles los costarricenses o porque nos sobra el agua y el dinero?  ¿No será más bien porque el Estado no ha hecho nada al respecto en 200 años o persigue algún fin oculto y no tenemos otra opción?

¿Qué más no tenemos?  Un tren metropolitano  (“metro”) ni siquiera uno en la capital.  Tampoco tenemos inodoros públicos.  No tenemos aceras lisas y parejas en general por toda la capital por donde podamos caminar sin tropezarnos o sin estar a punto de caer en alguna cavidad a cada paso.  No tenemos pseudotúneles de protección en carreteras en donde a lo largo de la historia se han producido y siguen produciéndose carísimos y muy problemáticos derrumbes (si es que son realmente “carreteras” – algunos periodistas llaman “carretera” a cualquier calle en cualquier barrio).  No tenemos unas policías suficientes que garanticen su presencia por todo el territorio sino que normalmente pueden verse concentradas en unos pocos sitios ya conocidos y para acontecimientos ya conocidos mientras que en el resto del territorio y el resto del tiempo sigue sintiéndose una ausencia casi total de policía.

No tenemos paseos bordeando los dos ríos de la capital que la delimitan al norte y al sur:  el Torres y el María Aguilar, llenos de cafés, restaurantes, tienditas, artistas pintando como para disfrutar aunque sea del ruido del agua y de la fauna que vive en las riberas (porque son pequeños, pero son).  No tenemos tranvías (que sí existían cuando yo era niño y que pasaban por mi casa).   No tenemos ya un tren, como lo hubo, eléctrico hasta Puntarenas y de vapor hasta Puerto Limón como también lo hubo.  No tenemos semáforos de calzada de rotonda por cada calle que desemboque en ella.  No tenemos barcos internacionales de carga y pasajeros propios.  Ya no tenemos una línea aérea internacional como la tuvimos antes.   ¿Qué pasó?  ¿Que al deshacernos del ejército nos deshicimos de todas estas otras cosas para “aprovechar el viaje”?  ¡Hasta el obelisco conmemorativo al Descubrimiento de Colón, que era uno de los monumentos emblemáticos de la ciudad en medio del Paseo Colón, desapareció, demolido ¡sin necesidad real! ¿Por qué, cómo?  ¡Las más afamadas ciudades del mundo conservan sus obeliscos!

Y seguimos sin lo más importante:  vivienda para todos los habitantes! ¡Qué horror!¡Qué crueldad! Porque dinero hay suficiente para que todos los habitantes tuvieran vivienda propia digna con un pedacito de terreno alrededor.  Pero, claro, sin el endeudamiento y la entrega de su vida con que deciden hacerlo algunas personas no acaudaladas actualmente.  Y es que tampoco tiene el país trabajo para todos sus habitantes.  Sin embargo tiene castas sociales según el salario o lo que le quede de su salario si es que lo tiene.  Tampoco el mínimo de pensión y sueldo es digno y suficiente para el sustento mensual de muchos.  No hay espacios libres en los centros de salud oportunamente para todos los pacientes.  Y bueno, va el país por el mundo vestido de capitalista liberal pero en una maraña de incongruencias;  por ejemplo, la propiedad privada es un gran mito.  No existe aquí.  Todo es del Estado, y el Estado es de los mismos grupos originales de quienes cogieron el territorio.  Estamos alquilando en la finca del dueño;  ¿qué no? ¡Hága la prueba! No pague los impuestos por derecho a ocupar su terreno o a mantener su casa o el vehículo que según los documentos son suyos y sólo suyos (con el nombre que quiera ponerles el Estado para que no nos demos cuenta) y verá cómo se los quita el Estado.  Mi cuchillo de cocina es mío y no me lo quita nadie, pero si no pago al Estado el alquiler de mis derechos de posesión me quita mi casa, mi lote y mi vehículo y me quedo sólo con mi cuchillo.  ¡Sí! Estamos alquilando por el derecho mismo a estar en este planeta que se supone nuestro, de la humanidad, y en este país que se supone el nuestro, de nosotros los ciudadanos;  ¿por qué? ¿Porque así lo ha mandado La Providencia o qué?  ¿Es eso lo que dicen las sagradas escrituras de todas las religiones? ¿Qué podemos estar aquí en la Tierra, en el hogar de la humanidad pero pagando por el derecho de estar en ella?  ¿Pero quién es su cobrador?  No nos engañemos en cuanto a lo que tenemos y a lo que nos falta;  a lo que debemos y a lo que nos están debiendo.   Sólo para ir teniendo claro qué es lo que podríamos estar celebrando el año entrante.

(*) Orlando García Valverde, Traductor-Intérprete Oficial

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4 COMENTARIOS

  1. pareciera que somos el peor país de la Tierra…..de todas formas, y a pesar de tanto defecto que tenemos, no tengo ni idea adonde me iría si me quisiera ir de mi país……no me gusta ningún otro lugar del mundo para morirme……

  2. No se puede negar que tiene razón. El Estado debería ser más amable con sus ciudadanos, tal y como (a veces) los choferes son amables con los peatones y con otros choferes.

  3. Cuanta razón !!
    A el cesar lo que es del cesar y el bicentenario esta lleno de historias meritorias de reconocer y no son causa de la casualidad.

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