viernes 29, marzo 2024
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Contra el fascismo del siglo XXI

La historia recordará como trágica la apropiación estalinista del universo de las utopías. El efecto ideológico fue desastroso para las sociedades sujetas a las dictaduras comunistas, también lo fue para los pequeños focos democráticos que todavía bregaban por la revolución social, siendo el anarquismo una de sus víctimas, ilustrando ello el más absurdo de los “daños colaterales” de la guerra civil española.

Ver: Los colores viejos y nuevos del fascismo

La misma socialdemocracia se fue desdibujando de utopía, vaciándose de optimismo, al punto de que hoy se ha vuelto cómplice en algunos lugares de pesadillas políticas. El rol de Tony Blair en Irak fue cínico. Fue cuando el laborismo se hizo pintar sus manos con sangre inocente. El partido de los “trabajadores y sindicatos” no se ha recuperado de su traición, dejando en el pasado incluso la versión moderada del expremier Harold Wilson. El parlamentario Jeremy Corbyn fracasó estrepitosamente en su intento redentor de llevar de nuevo al laborismo al poder. Son graves las cuentas pendientes de esta formación política.

El fascismo rojo también tuvo otras expresiones después de Stalin. Un ejemplo macabro de ello lo fue el fascismo comunista de Pol-Pot en Cambodia, como hoy el de Corea del Norte. O como el que quisieron implantar los comunistas peruanos en su país. Por eso mismo, por ser dictaduras duras y genocidas, llamamos fascistas a las dictaduras de Pinochet y Videla como a la de Ríos Montt y la de Franco mismo. La tesis propuesta en este artículo es una: que el fascismo puede venir en varios colores, subordinado o no al capitalismo. Claro no todos los comunistas han sido fascistas, tampoco todos los conservadores.

El efecto desmoralizador del neoliberalismo sobre los pueblos y sus representantes de “izquierda” es grave, pues éste no se cansa de confiscar las destrezas para soñar el bien común, recordando uno siempre que los sueños egoístas y carentes de amor fraterno no son sueños. La izquierda se ha confabulado, no pocas veces, con los detractores de la paz y la seguridad social. Se tejieron toda suerte de teorías sociales “darwinianas” capaces de dar por buena la postración moral de los oprimidos del mundo.

Los ribetes histéricos de los nuevos amos no cesan de responsabilizar a las víctimas de la barbarie social que sufren. Uno es el hecho: en este periodo histórico que nos toca vivir, los discursos sociales emancipatorios se encuentran en el duro exilio del desierto, de donde estoy seguro brotarán otros nuevos, profundamente antiautoritarios y de radical vocación democrática.

Si se quiere, la utopía requerida es una “indisciplinada”, que abjure de la de “razón total”, y de la inhumanidad planteada en las distopías de George Orwell, Aldous Huxley y Ray Bradbury, magníficamente introducidas al público (1984, Un mundo feliz, y Fahrenheit).

Los tiempos cambian y con ellos los ropajes del fascismo. Ya no estamos frente al viejo fascismo del siglo XX, mussoliniano o hitleriano, que reclamó para sí los esplendores sociales del corporativismo de Estado. Lo que hace particular al neofascismo es su nueva esencia al adoptar al “neoliberalismo” (que de liberal solo tiene unas cuantas gotas de ortodoxia anacrónica) como su razón de ser. Implicó el abandono de las nostalgias por el Estado que otrora sirvieron al fascismo del siglo XX, o, dicho de otra manera, el fascismo del siglo XXI abjura del meta relato utópico del fascismo clásico.

El neofascismo juega hoy a tres elementos: a la polarización social, a la guerra cultural y al autoritarismo antisistema. Es un enemigo confeso de los derechos humanos y la democracia, un entusiasta genocida de la cultura democrática. Por ello, hay que hacer la diferencia contextual entre los fascistas que siguen invocando a Hitler y los fascistas de nuevo cuño. Es curioso notar que ciertos sectores neopentecostales concuerden con estos ejes donde, por ejemplo, se enfrentan en una «guerra cultural» a los movimientos emancipatorios de las mujeres y las minorías.

El neofascismo no comulga más con el imaginario de una nación soberana y superior, como tampoco con el establecimiento de un Estado poderoso, a pesar de su retórica compulsiva contra los inmigrantes, los gais, las mujeres, los pueblos de color y el antisemitismo.

El socialismo nazi de otrora ya no encaja en las actuales condiciones globales, pues las pautas instituidas por el capital financiero los ha obligado a redefinirse. De izquierda a derecha todo se ha transformado. Las etiquetas políticas lucen inservibles como para siquiera hacer ciencia social. La semántica popular e ideológica sobre el terreno es un mercado de supercherías, irrealidades e irracionalidades. Pero son fantasmas como si fueran plagas que se resisten exitosamente a ser parte del pasado. Por eso las uso, sí con mucho cuidado, pero las uso, para poder comunicarme, aunque a riesgo de ser incomprendido. Las trampas del lenguaje son inconmensurables. Las palabras son la libertad y la cárcel.

Me “defino” de “izquierda” (tramposo es definirme) en la tradición iniciada en la antigua república romana por los tribunos de la plebe, por el tercer estado francés que cambió la historia universal, por los sacrificios de las clases trabajadoras en su colisión con los inhumanos sacrificios capitalistas. “Soy” de “izquierda” porque me nutro de la ética budista y de la cristiana,y porque rescato el valor fundamental del comercio. Pero por más que quiera precisar en lo que creo, hay un “algo” en las palabras que se evapora ante el sopor de la realidad. La vida es en extremo compleja. No es falsa humildad, (es convicción) porque de ella sé poco como lo poco que duramos vivos. Somos de la ceguera, somos del error, con ellas vamos construyendo caminos y algunas lucecitas, por aquí y por allá, en busca del decoro. Por eso, mis amigos, lo que digo lo digo a nombre propio, siempre a riesgo de estar equivocado.

Volviendo al neofascismo, este aboga por imponer -sea por la vía parlamentaria o autoritaria- un régimen caníbal de mercado. Los neofascistas se identifican por su adherencia al neoliberalismo, al darwinismo social y al cinismo; a la extrema violencia (cuando lo requieran) y al descarte del Estado sino como mínima expresión garante del «libre» mercado y de sus funciones de gendarmería. La acción parlamentaria y/o la toma violenta del poder político son meros medios – no de principio- en relación con el fin que persiguen.

Hace apenas unos días atrás los neofascistas de Eslovaquia avanzaron notablemente en las últimas elecciones generales. Lograron un porcentaje muy significativo de alrededor de un 10 % en un contexto donde nadie tiene mayoría parlamentaria. Nuestra Eslovaquia (LSNS) es la formación extremista, racista, homófoba, abiertamente antisemita, que dirige Marian Kotleba quien califica a los judíos como “demonios con piel humana”. Dice la crónica: “Lo que parece estar claro es que Eslovaquia afronta a partir de mañana una difícil formación de gobierno, dada la gran fragmentación de un Parlamento integrado previsiblemente con ocho partidos, entre ellos dos de extrema derecha. Se trata del neonazi Nuestra Eslovaquia (LSNS), de Marian Kotleba; y Somos una Familia (Sme Rodina) de Boris Kolar, el socio eslovaco del nacionalista y xenófobo ‘Movimiento por una Europa de Naciones y Libertades’, abanderado por la francesa Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini.” El fascismo avanza como el virus que nos acecha. Urge hablar de ésto en Costa Rica. La cultura de los derechos humanos y la democracia ha de cultivarse con mayor ahínco. 

(*) Allen Pérez es Abogado

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3 COMENTARIOS

  1. El neofascismo o más bien resurgimiento del fascismo es consecuencia de no haberle puesto el cuidado debido a las palabras proféticas del poeta Bertold Bretch: «la perra que parió al fascismo sigue en celo», pero también a la llamada «desestaliniación» iniciada con Kruschev en la URSS y proseguida por la derecha mundial y el trotskismo. Mao Tse Dong lo llamó revisionismo y provocó la separación de los dos gigantes del socialismo y su debilitmiento, China y la URSS. Además fue acabando con la mística revolucionaria que permitió que la URSS se convirtiera en una potencia mundial y lograra derrotar al fascismo en la ll guerra mundial. Esa campaña contra Stalin ha sido fatal para la humanidad y planeada con muy claros objetivos.

  2. En nuestro país sobran personajes como los que menciona don Allen en su atinado artículo, claro que aquí esas gentes se disfrazan de demócratas, campeones de los derechos humanos, defensores de los trabajadores, etc, o sea son lobos con piel de oveja, en otros lares la ciudadanía tiene la ventaja que las Le Pen, los Salvini, el infame Vox, se presentan tal cual son: lobos con piel de lobo.

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