viernes 19, abril 2024
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Batalla de Santa Rosa

Hoy se conmemora el aniversario 164 de la Batalla de Santa Rosa. Los valientes que sobrevivieron a ese combate y al de Rivas, el 11 de abril de 1856, también se enfrentaron a la epidemia del cólera, que acabó con vida del 10% de los costarricenses de la época, algo así como si hoy, por el Covid-19, perdiéramos de 500000 a 600000 personas.

En momentos en que necesitamos tanto valor, conviene recordar a quienes lo tuvieron en grado sumo un 20 de marzo de 1856. Este es un extracto del parte del general José Joaquín Mora sobre la batalla: “El escuadrón de caballería quedó formado en el callejón hasta recibir la orden de cargar al enemigo, cuando se le desalojara de sus posiciones. La tropa de Moracia, en número de doscientos hombres, la formé en batalla en el callejón para cubrir la retirada en caso necesario.

Listo todo, mandé desembocar por el callejón a la tropa formada por columnas. Nuestros soldados al son de las cornetas que tocaban a degüello, marcharon a la carrera, acudiendo cada cual al puesto señalado. Los filibusteros no hicieron ni un tiro; nos aguardaban de cerca, con la esperanza de que su primera descarga nos derrotaría. Tampoco los nuestros dispararon hasta hallarse a veinte varas del enemigo. Rompieron entonces un fuego sostenido que duró tanto como tardaron los costarricenses en llegar a las cercas. Desde este instante, sólo los piratas dispararon. Los nuestros saltaban a los corrales, sin que el mortífero fuego que sufrían bastara a detenerlos. Allí murió el valiente oficial Manuel Rojas. Una vez dentro no hubo ya esperanza para los malhechores; el sable y la bayoneta los hacían trizas y ellos, aterrados, ni atinaban a ofender con sus tiros. Así fueron rechazados hasta las casas donde se encerraron al tiempo que la gente del Capitán Gutiérrez, posesionada ya de la altura, los cercaba. En estos momentos pereció el Capitán Manuel Quirós, herido al saltar la cerca del patio. Sus últimas palabras fueron dirigidas a sus compañeros de armas: Entren ustedes, les dijo y expiró. Señalóse también en el asalto del patio el Ayudante del Coronel Salazar, Joaquín Ortiz, quien con su espada mató dos bandidos, teniendo la suerte de quedar ileso. Di la orden de ataque a mi caballería, pareciéndome que no tardaría en llegar sino el tiempo necesario para desalojan de su guarida a los filibusteros. Todo esto pasó en cinco minutos. Ya empezaba a obrar la artillería: el Capitán Marín disparó sus cañones contra el costado derecho y frente de la casa, abriendo brechas; pero esto sólo sirvió para enfurecer más a los forajidos, que avivaron el fuego”.

Los filibusteros describen así la batalla de Santa Rosa en el libro de un simpatizante de ellos, Jeffrey Roche, Historia de los filibusteros: “El enemigo nos atacó con 500 soldados de línea… El capitán Rudler y el mayor O’Neil hicieron frente valerosamente con las compañías de California y de Nueva York hasta que habiendo sido muertos unos cincuenta hombres los demás se salvaron como pudieron… El carácter heterogéneo de las filas filibusteras se puede ver en la lista de los prisioneros sacrificados después de la batalla de Santa Rosa: seis nacidos en Estados Unidos, tres en Irlanda, tres en Alemania, uno en Italia, uno en Corfú, uno en Samor, uno en Francia, dos en Prusia y uno en Panamá. (Cuando volvieron a Nicaragua) para encubrir su vergüenza exageraban el número y la hazaña del enemigo, el cual se había portado verdaderamente con gran habilidad y valor, dando pruebas de ser un adversario formidable cuando estaba bien dirigido”.

Los filibusteros estaban integrados en cinco compañías: alemana, francesa, rifleros de California, de Nueva Orleans y Nueva York, así se dispusieron en Santa Rosa: “El capitán Creighton condujo la compañía de Nueva York a una posición elevada pero arriesgada… El capitán Thorp formó la suya detrás de la de Nueva York. Los franceses se situaron a la derecha. Los alemanes no se formaron en absoluto y los cazadores (rifleros de California) se diseminaron por el campo para tirar tan pronto hubiese oportunidad… El enemigo se había adueñado de todas las avenidas. La compañía de Nueva York entró en combate con 40 hombres y se retiró con 22. Así pasó la batalla llamada de Santa Rosa, por el lugar en que se llevó a cabo, y puede decirse que es el más desgraciado de los combates relacionados con el nombre americano y de todos los que registra la historia de las armas en este continente”.

Escribe el general filibustero Hennigsen: “Estuve con los confederados en muchas de las batallas más sangrientas de la última guerra (la de Secesión en Estados Unidos) y digo que si al terminar esta última contienda me hubiese sido dado escoger cinco mil de los más valientes soldados que pude ver, federales o confederados, y por otra parte resucitar y oponerles a mil de los hombres que duermen a la sombra de los naranjos de Nicaragua, tengo la certeza de que estos mil habrían derrotado y puesto en fuga a los cinco mil en el término de una hora. No hay ciencia militar que valga cuando se tienen en frente adversarios que asaltan con revólver y no vacilan en cargar contra una batería pistola en mano”. Al menos mil filibusteros murieron en combate contra los costarricenses en Nicaragua y Guanacaste, mil que habrían vencido a cinco mil de los mejores soldados de Estados Unidos pero cayeron ante tropas nacionales que en el mejor de los casos los superaban en proporción de dos o tres a uno.

(*) Luis Alberto Solórzano Sojo es Profesor de Filosofía, Universidad de Costa Rica.

 

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1 COMENTARIO

  1. Admirable el valor y la entrega de estos sencillos costarricenses por heredarnos una «Costa Rica libre y orgullosa». Lo que no contaban estos grandes costarricenses que marcharon contra los filibusteros extranjeros, es que dentro de nuestro propio terruño existían otra clase de filibusteros prontos a defender sus mezquinos intereses; y como pago al gran gestor de esta heroica campaña, lo desterraran y al final terminarían fusilándolo.

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