martes 16, abril 2024
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Imaginar un mundo posible

En la actual pandemia no es una especulación afirmar que las sociedades del futuro no serán las mismas de nuestro pasado reciente, menos aun cuando desconocemos su duración y consecuencias. Tampoco las relaciones sociales ni la condición de vida de las personas podrán estar a expensas de las decisiones del despótico poder económico y político nacional ni mundial. En este momento crítico la evidencia de una inmensa la riqueza y bienestar de pocos, frente a los millones de pobres, desempleados y desamparados de toda acción estatal, es una ignominia inaceptable.

La pandemia ha mostrado que es inviable para las sociedades y la supervivencia humana la manipulación y apropiación privada de lo público y común a todos. En las sociedades donde los medios mercantilizados han validado interesadamente lo privativo sobre los recursos e intereses públicos, nacionales y planetarios, hoy están obligados y comprometidos a responder solidariamente con la sociedad y la verdad ante la inédita pandemia del COVID-19.

Ahora también somos testigos del miedo inventado, creado y reproducido mediáticamente contra unos, se trastocó en objeto de divertimentos y negocios para otros. Pero, lo irrefutable es que la pandemia aterroriza a todos, no es una ficción el fin de los negocios y la muerte, ya están aquí, es una realidad imprevisible e incontrolable por el poder y la riqueza.

La supervivencia de todos depende de todos. La pandemia nos ha igualado socialmente en la pobreza y la muerte, el trabajo colectivo solidario y colaborativo mundial es una necesidad para la vida, la democracia y el desarrollo social y científico de la futura sociedad. La explotación no es una alternativa para la sobrevivencia, tampoco la indiferencia, el individualismo ni la indolencia, ello nos privó de bienestar, sostenibilidad y desarrollo que nos condenó a la miseria, ignorancia y muerte en todos los tiempos de explotación e iniquidad. Es momento de solidaridad, cooperación, desprendimiento para ayudar a otros sin esperar nada a cambio. La unidad social de todos para todos, nos ofrece una alternativa para la vida y la sobrevivencia.

La riqueza acumulada en pocas manos es de una magnitud nunca antes conocida, el 1% de los ricos del mundo acumula el 82% de la riqueza global, en cifras del año 2017 de Oxfam. Ninguna generación de ricos puede gastar ese dinero, pero esa riqueza crece, porque el mundo está encadenado en una vorágine de apropiación de lo nuestro y de lo generado en la globalidad planetaria. Nadie escapa, trabajamos para ellos. Estimaciones recientes sobre la pobreza muestran que, en el 2015, el 10% de la población mundial vivía con menos de USD 1,90 al día, proporción inferior al valor del 36% registrado en 1990.

Las concesiones privadas de lo público y lo estatal, la condonación, la exoneración de impuestos, la apropiación indebida de los productos del trabajo y de las naciones por parte del dominio político de los propietarios del capital y de las potencias militares, son quienes en su impunidad, inmunidad y miedos contra la gente, el ambiente y la naturaleza han creado la “hydra bancaria mundial” -28 bancos controlan las finanzas del mundo-, que independizándose relativamente del capital productivo privatizan la economía global y controlan las finanzas públicas e incluso atentan contra la propia reproducción del capital productivo y mercantil. El poder bancario reedita su origen feudal que, sin generar valores económicos, controlan y se apropian de los existentes. El endeudamiento usurero creciente de naciones y personas es una manifestación cotidiana que despoja y empobrece naciones, empresas y personas que se replican en todos los sistemas bancarios, como lo hacen los que especulan hoy con la venta de los instrumentos, equipos y medicamentos y quizás mañana con alimentos y con todo lo que sea necesario, e incluso podrán imponer la esclavitud laboral.

En Costa Rica en plena crisis pandémica se permiten intereses usureros de bancos y se impide conocer las cuentas de los desfalcadores del erario público en un Estado que confiscan pensiones y salarios e incrementa tributos a los trabajadores, mientras que los de siempre son intocados en su riqueza, en su inmunidad e impunidad. La opción de disminuir salarios a los funcionarios, como lo plantea el actual gobierno, no resuelve los efectos de la crisis desencadenada por el COVID-19, tampoco compensan las necesidades de los nuevos desempleados ni la reducción de sus jornadas laborales, menos aún podrá satisfacer los requerimientos del gasto público. Este gobierno traiciona otra vez más los intereses del pueblo y los trabajadores, para complacer y obedecer los dictados de los empresarios caducos e ignorantes. Asimismo, este gobierno busca degradar la educación superior y científica de las universidades públicas emblemáticas del saber y cultura nacional.

No obstante, no es el fin de la historia, sobreviviremos con la solidaridad, la distribución equitativa de lo generado socialmente, condonaciones de deudas personales y nacionales muchas veces pagadas, obsequiar excedentes a necesitados, hacer acciones colectivas gratuitas necesarias y públicas, etc. Asimismo, las labores agropecuarias para la alimentación y la cabida ocupacional tendrán que ser dinamizadas, porque son el sustento para la vida, trabajo, la cultura y la historia nacional costarricense, frente a una industria creada para generar ganancias, degradar la naturaleza y el medio ambiente, además de despreciar nuestros patrones de vida, consumo y bienestar. Somos homo faber y es posible revitalizar y transformar nuestra cotidianidad como se hizo en otras épocas críticas de guerras y epidemias mundiales.

La igualdad ante la muerte exige igualar las posibilidades de vivir. Luego, los Estados convertidos en centros de ambiciones individualistas totalitarias deberán transformarse como condición necesaria para la sobrevivencia futura, y deberá ser la representación obligada de lo público, no de los intereses de los propietarios de partidos políticos, tampoco de los aristócratas u autócratas gobernantes, como tampoco de los ignorantes e interesados legisladores ni de la paradójica justicia parcializada. Las tecnologías también deberán modificar radicalmente el desplazamiento de fuerza de trabajo y el incremento de la rentabilidad, para generar trabajo y brindar mejores y eficientes servicios a la ciudadanía.

En Costa Rica, se debe devolver a sus trabajadores propietarios de fondos de capitalización laboral y del régimen obligatorio de pensiones, creados estatalmente para alimentar el mercado financiero en beneficio de bancos y parásitos que deciden, arriesgan y lucran con los recursos que no les pertenecen.

El interés, necesidades y anhelos ciudadanos, así como, la democracia real y decisoria, ofrece la oportunidad de la reconstrucción social global en el actual devenir crítico. Es posible que los ricos y quienes detentan el poder se resistan a perder sus privilegios y beneficios que el Estado liberal y el sistema les otorga, pero sus opciones de perpetuación han desaparecido, o se adhieren a una nueva época y tener la dignidad, el conocimiento y la inteligencia de ser parte del proceso, o los enfrentamientos serán consecuencias contra la extinción de todos. La superación de las consecuencias económicas de la crisis sanitaria, con viejas y perimidas decisiones del pasado, como si fueran idénticos tiempos y circunstancias, es un suicidio, una absurda estupidez.

La pandemia sacrifica a miles y tal vez lo haga con millones de personas de todos los continentes, que está tragedia y dolor sea motivo de reflexión y la acción colectiva que libere conciencias y voluntades contra el poder que pretende sumirnos en el miedo, ignorancia y subordinar la ciencia al dinero y a decisiones totalitarias contra las universidades públicas, los pueblos y la humanidad.

(*) Juan Huaylupo Alcázar, catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Costa Rica.

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