jueves 18, abril 2024
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De la violencia racial y del racismo encubiertos

“NEVER Forget that the forced removal of Indigenous children happened in Canada too! Our horror lasted for over 100 years and was accurately described as «cultural» genocide. Even today, Indigenous children are apprehended at double the rate of non-Indigenous children ». Study for Black Robe. 2017.

« NUNCA olvides que la eliminación forzada de niños indígenas también ocurrió en Canadá! Nuestro horror duró más de 100 años y fue descrito con precisión como genocidio » cultural Incluso hoy en día, los niños indígenas son aprehendidos al doble de los niños no indígenas”. Estudio para la bata negra. 2017.

Las muertes silenciadas, ejecutadas casi con silenciador en las armas percutidas, de los bribris y brorán, Sergio Rojas Ortiz y Jehry Rivera, siguen ahí sumidas en la impunidad, y en el desprecio racista de una sociedad hipócrita, clasista y racista a más no poder, esos crímenes siguen gritándonos con sordina desde una lejanía, cada vez mayor en el tiempo y el espacio, en medio de un silencio acusador que suena inmenso en las pocas conciencias de los que no descasamos en la búsqueda del seguimiento de ese largo camino hacia libertad verdadera, tal vez haciendo paráfrasis del título de las memorias de Nelson Mandela: “LONG WALK TO FREEDOM”.

Los numerosos episodios de violencia racial, y las diversas manifestaciones, más o menos solapadas del fenómeno del racismo, y la discriminación por esos motivos tiene lugar, que suelen ser una constante en  muchas de nuestras sociedades, han terminado por impactar a toda la estructura social y política, dando lugar a importante movilizaciones de la ciudadanía harta de tanto atropello. Por lo general, se trata unos graves hechos que habían permanecido fuera del primer plano de las noticias de la gran prensa comercial, durante los años más recientes,  en algunos países sí, y en otros no tanto, los que hacen de suyo evidente la existencia de una serie de equívocos, de naturaleza social y estructural en la escena histórica y social, propia de este cambio de siglo: muchos países resultaron no ser tan democráticos, ni tan inclusivos como lo proclaman sus gobernantes ante los medios de comunicación social, más bien se terminó de poner en evidencia la hipocresía interesada de muchos de los responsables de esos actos vergonzosos, a pesar de lo inocultables que han resultado ser una serie de episodios contra la población negra en diversas ciudades de los Estados Unidos, durante las décadas más recientes, especialmente a partir de los disturbios raciales de Los Ángeles California, ocurridos en 1992, y de manera más silenciosa contra los pueblos originarios de la América del Norte, dentro de lo que sigue siendo un genocidio, y un etnocidio que jamás se detienen.

Se trata de un proceso que discurre, de manera latente dentro del hábil juego de una aparente “normalidad”, pero que termina por aflorar con mucha fuerza, en cualquier momento, y con una constante violencia de la policía en contra algunas minorías étnicas, en casi todas las sociedades contemporáneas, y en los más diversos países, como algo desagradable y mal mirado en términos formales, pero de lo que no se habla mucho, aunque suele ser practicado con mucha más frecuencia de lo que se acostumbra a reconocer de manera pública (nosotros no somos racistas, aunque nos desagradan esos…tales y cuales), además de que tiende a no ser percibido como tal por muchas de las gentes que intervienen en él; todo esto, aún y cuando algunas de sus manifestaciones más visibles,  exteriorizadas con distintos grados de violencia, resultan inocultables para un observador atento y entrenado para percibir estos eventos o procesos, tanto en la inmediatez como en el mediano y en el largo plazo.

Sucede que con el reciente asesinato del joven afroestadounidense George Floyd, por parte de la policía, con una gran dosis de crueldad (I’ can’t breath, decía la víctima) en la ciudad de Minneapolis, hace pocas semanas, el fenómeno del racismo y sus manifestaciones más brutales, ha vuelto a ocupar en primer plano de la escena, incluso en medio de la terrible pandemia del Covid 19, lo que no es poca cosa dada la gravedad de las circunstancias. Este hecho, de una insólita y sumaria brutalidad contra un ciudadano negro, ha sacudido –por así decirlo- la conciencia universal, provocando un estallido de protestas dentro de una escala que puede calificarse como planetaria, las que han alcanzado dimensiones insospechadas y tienen unos alcances que lo son también, con consecuencias sociales y políticas en el mediano y el largo plazo.

Un solo grito de rechazo a la violencia policial y al racismo, se ha expresado en las consignas “BLAK LIVES MATTER y “I CAN’T BREATH” y muchas otras pidiendo el fin de la desmesurada violencia, de la impunidad y de la muerte reiterada de ciudadanos negros, o de otros grupos étnicos como los indígenas y mestizos de procedencia hispanoamericana, se ha expresado contundentemente en las calles de numerosas  ciudades, tales como Nueva York, Boston, Dallas, Minneapolis, San Francisco e incluso en Salt Lake City, la urbe de los mormones, pero también en capitales de otros países como  son Londres, París y hasta en Sydney, la lejana capital australiana, lo mismo que en ciudades de Nueva Zelanda, tales como Auckland la capital de la Isla del Norte. Esta es una lucha de toda la especie humana, ¿quién se atrevería a negarlo?

La gran pregunta que nos hacemos en esta época es la de si ¿seremos capaces de estar a la altura de los retos históricos de este tiempo? o si ¿podremos nosotros dar ese salto en la conciencia que se requiere? El racismo y el etnocentrismo culturales siguen siendo unas de las mayores lacras de nuestro tiempo, la larga lucha de los oprimidos continúa porque la libertad y la justicia son elementos esenciales de nuestra condición humana.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor.

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2 COMENTARIOS

  1. Me parece excelente tu artículo. Te acompaño con lo siguiente: el supremacismo blanco fue y es una ideología de dominación colonial donde, por dicha, no es el pigmento de la piel lo que impide optar por lo moralmente correcto. El punto es entender de dónde proviene la opresión de todos y comprender por qué somos oprimidos; los de color y los blancos, hombres y mujeres, trabajadores del campo y la ciudad, discapacitados, gays, lesbianas y trans, en fin, toda esa multitud de gente con la que Jesús de Nazaret hubiera marchado. Black Lives Matter como ningún otro movimiento ha inspirado la comunalidad internacionalista sea en Londres o Sao Paulo. Ya los sabemos en los Estados Unidos. La agenda es una: descolonizar nuestras mentes, nuestros cuerpos y a nuestros pueblos. Porque si bien es cierto los negros fueron emancipados, primero en Inglaterra y luego en Estados Unidos, dicho acto no produjo la libertad de ellos, porque en el mejor de los casos fueron a parar las inhumanas condiciones industriales de los estados al norte. La segregación y la exclusión continuó, y nunca existieron condiciones hasta la fecha para nivelar la abismal desventaja a ellos impuesta en las plantaciones y en las condiciones industriales del capitalismo. Por eso, me parece atinado estudiar el tema del racismo para ir a las raíces de la opresión que todavía sufren nuestros Pueblos Indígenas como bien lo ha subrayado el autor de este magnífico artículo que comento.

  2. Excelente artículo, Rogelio. La defensa de la vida y de los derechos de nuestros pueblos originarios debe ser una prioridad de las políticas de Estado. Lamentablemente se prolonga la historia brutal de violencia contra esos derechos, y la ciudadanía no alcanza a movilizarse con la fuerza y contundencia que exigen las circunstancias actuales, al menos la nuestra y en general la latinoamericana. Por eso, voces como la tuya son tan necesarias y merecen todo el apoyo y reconocimiento. Me consta que ha sido una de tus muchas fructíferas luchas en en ese trajinar por los escabrosos senderos de las causas «perdidas».

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