jueves 25, abril 2024
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Lo Nuevo Normal no es normal

Detrás de la máscara y el abrazo prohibido hay un cuerpo doliente…cada día es un día
más…de lo mismo…

Es inevitable que un evento como el iniciado y acontecido en marzo 2020 nos traspase, agite
y trastorne, y que este transitar genere un giro completo a la vida. Así, todo aquello que
realizamos y tratamos de integrar dentro de la vida cotidiana, desde un sentido de usual
normalidad genera, también, percepciones o ideas trazadas desde esta sensación y se
acomodan en pensamientos cargados de angustia. Nos damos cuenta de que, efectivamente,
esto está sucediendo y se transfiere a una emocionalidad sufriente bajo la conciencia de los
eventos que pasan…La incontenible expansión del SARS-COV2 tiene a la humanidad en vilo,
y su inconmensurable consecuencia nos cuestiona como tal porque nos ha obligado a dejar
de Ser. Esta situación nos ha puesto en interrogación, ha puesto en jaque al ser humano y la
sobrevivencia de la humanidad.

La regularidad de nuestras acciones diarias ha cambiado y hoy vivimos bajo amenaza latente,
en resguardo, en alerta y en control, y mentalizados en la conciencia total de cada acción, que
ejercemos con temor e incertidumbre, comprimidos en el propio Ser.

Las actuales y necesarias medidas sanitarias han implicado el despliegue de nuevas formas
de existencia que han alterado la vida natural pública y privada: un requerido control
disciplinar inédito para toda una cohorte generacional, reconocido en marcadores históricos
previos como la Peste Negra en 1720 o la Gripe Española en 1918, pero nunca antes con las
repercusiones globales que ha tenido y que tiene.

Hoy, lo primero que salta a la mente en las interacciones diarias es: “Te veo, pero me
contengo, ya no te saludo, no te abrazo, debo primero lavarme las manos”. Tenemos que
andar a la defensiva, en actitud guerrera. Imperativos como deber, tener que, la medida, el
control y auto contenerse abundan.

Todo este conjunto de regulaciones, y de patrones comportamentales, de nuevos rituales, nos
rigidizan, ciertamente, porque no sabemos cómo actuar, con lo cual se activan fenómenos
que aluden al orden psíquico, en el tanto exacerban miedos nuevos y los propios (preexistentes), lo cual es, también, inevitable.

El distanciamiento físico y social nos confunde pues no es de naturaleza humana el
desprendimiento abrupto de las relaciones interpersonales, afectando, eventualmente no la
permanencia de las estructuras relacionales vinculares, pero sí el estado anímico; por
supuesto: extrañamos a los pares, los familiares, los amigos, el abrazo, el beso, la
conversación amena y fluida… Confinamiento y encierro son palabras con una alta carga
semántica, porque llevan a pensar en el límite a la libertad individual y a una soledad diferente
a “estar solo”, con implicaciones o eventuales efectos recursivos en pensamientos obsesivos,
agitación de la angustia y activación de estados emergentes de ansiedad que son, como lo
expresaba un amigo: “ahogos que llegan….”. Una alteración total a las vidas en su
regularidad.

Hay un nuevo humanismo, en aparente intento de surgir… el respirar como signo de vida y
significado de vivir se ha debilitado y, pensar vivir en este planeta, impone hoy repensar
nuevos modos y estilos de vida que deberán integrarse como normales: caminar diferente,
actuar con cautela, en-mascarar-se, un fluir más denso menos, menos libre y más atado. Hoy
actuamos desde el miedo y la inseguridad; nos vinculamos quizá siempre con la intención
amable, pero desde el rechazo previo… ¿Qué significa la distancia? Imponer la barrera
invisible e inmediata a la acción espontánea, detenerse, no Ser porque ya no se puede ser el
mismo ni actuar como siempre… Las relaciones interpersonales, han cambiado y ya no serán
las mismas, será así, desde la evitación y el rechazo previo, desde la barrera que tapa y
enmascara los sentidos. También la interacción comunicativa tiene una barrera y entonces se
deben buscar nuevas formas de compensar la comunicación, ¿otros repertorios quizá? O ¿O
repertorios comunicativos actuales pero ajustados? … Los ojos, la mirada hablarán más,
tendrán que enfatizarse como gesto comunicativo para compensar la dificultad expresiva.
El cuerpo está limitado y la libertad del movimiento está hoy restringida.

Desde el caos acelerado emergente en la vida cotidiana hasta la desintegración de la rutina
individual, la anticipación constante, la pregunta y el auto-monitoreo desmedido, vivimos
hoy, más que nunca, bajo control: desde un locus interno y otro externo, en la esfera pública
y en el mundo de lo privado, directamente en el cuerpo físico y el psíquico emocional: “no
se toque”, “no salude”, “no salga”. Aunque entendemos que éstas son acciones necesarias,
son también un golpe a la posibilidad de actuar espontáneo, pues todo se debe concientizar;
a la postre se mecanizan los actos.

Surgen igualmente muchas vagas nociones para intentar conciliar todo lo que pasa día a día,
con aquello que nos ha integrado como personas; a la luz de las vivencias, desde la
experiencia inundada por el cambio, cada uno intentarse explicarse, entender, accionar
nuevas ideas, planes y estrategias, desde el lugar que le convoca y puede hacerlo.

A partir de la posibilidad oportuna y relevante que ofrecen las tecnologías, la virtualidad se
nos ha propuesto como un recurso diferente, natural, divertido, un medio compensatorio y
propositivo para ejecutar las mismas acciones que hacíamos, pero con nuevos escenarios,
escenografías, coreografías y performatividades; otras rutinas se convierten en nuevos
rituales: los encuentros sociales, el teletrabajo, las lecciones virtuales… Esto lleva a un nuevo
orden mediado, en donde parece que el espacio privado también se inunda y las tareas diarias
usuales parecen triplicarse. Qué no se malentienda: la tecnología está bien, ha sido un medio,
pero también ha saturado la vida diaria de formas inéditas. Así, nos desconectamos de las
actividades usuales para reconectarnos en otras.

Dejamos de Ser y ahora Somos Otro, en otro nivel porque la forma y convenciones de las
relaciones interpersonales se han trastocado.

Todo esto, en suma acumulativa y montante, ha elevado al Ser Humano a intentar recuperarse y mantener latente una cuestionable “normalidad”.

Frente a esta trastornada regularidad, ¿se plantea y espera, de un día a otro, que sigamos
actuando y ejerciendo las acciones que normalmente transferían nuestro diario vivir como si
no pasara nada? De pronto, parece importante reconocer la necesidad de una pausa y
distinguir, aceptar, validar que hay un Algo que incomoda todos los días, quizá, no
inidentificable ni nombrable, pero que está allí, cada día en cada despertar…
…Cada día, en cada despertar, para rectificar si ¿seguimos igual?

La pregunta es: ¿qué es toda esa sensación incómoda que se vive? ¿Qué está sucediendo en
los cuerpos y en las subjetividades?

Hay, ciertamente, conciencia de una pérdida de una realidad del pasado, una cotidianidad
angustiante y del enfrentamiento a un futuro totalmente incierto.
En la cotidianeidad hay una lucha que ha implicado a todos los niveles posibles, desde la
investigación científica en salud, hasta el impacto en las subjetividades, pasando por el orden
social disciplinar.

El Encierro o el Confinamiento son palabras que sin duda se connotan fuertemente. Esta
necesaria medida protectora y preventiva ha implicado la alteración del orden de la vida, de
patrones y rutinas diarios que nos sume a integrar y confrontar otras realidades: una
convivencia nueva obligada, la integración de roles dobles o triples (como el ser madredocente-teletrabajadora), burbujas sociales que se enfrentan a sus propias problemáticas,

como cuando hay violencia intrafamiliar. Las formas de comunicación y las relaciones
interpersonales con el mundo social se sostienen a través de la virtualidad: una presencia, sin
duda, diferente que cambia también el esquema vincular.

Hay un cambio en paradigma acerca del ser humano.

¿Qué implica todo Esto dentro del orden de intra-psíquico? ¿Qué implica para la (s)
subjetividades (s)? ¿Y para la identidad de lo Humano? ¿Qué Se nos impone?
Muchas más preguntas..

¿Qué consecuencias se visualizan en los cambios tan repentinos e intensos? ¿Y qué significa
cuidar-se, encerrar-se? ¿Qué pasará en las personas? Por supuesto que, dentro de este
trastorno hay dudas, temor e incertidumbre sobre el futuro próximo y el inmediato.

¿Qué podemos esperar cuando la enfermedad y la muerte se han normalizado?
Hay una respuesta que está en las corporalidades, todo esto que se vive, que incomoda, se
revela.

Hay quizá una especie de dolor-duelo actual por aquello que se ha perdido, la percepción de
Algo añorado e irrecuperable, la comprensión y concientización de que todo ha cambiado, y
la anticipación de que -aparentemente- nada volverá a ser como era. En la nostalgia se
recuerda el valor propio de la vida diaria tal y como era… se revela en ansiedad, estados de
pánico, depresiones emergentes o reactivadas, insomnio, u otras formas somáticas
emergentes. Vivimos a la defensiva en actitud guerrera ante la latente amenaza y la
anticipación constante por la incertidumbre sobre mañana. El cuerpo del “no enfermo”
también sufre de otra enfermedad.

Entonces, ¿qué significa el encierro? ¿Qué significa la nueva forma de vivir? ¿Qué nos
anuncia y anticipa?

El encierro es la perspectiva dudosa -aunque esperanzadora- de lograr salir adelante y de un
re-comenzar. Ciertamente, el ser humano se habitúa a adapta pues es capaz de reconstruirse
resilientemente.

Y entonces, ¿Cuándo podremos hablar de una normalidad como la que conocíamos? ¿Qué
será normal cuando las regularidades de la vida diaria se han caotizado? Es natural y
esperable pensar que esa normalidad no volverá y, efectivamente, reconocer que hay una
pérdida.

Pero desde este balance de lo perdido, puede haber una constitución de alguna ganancia.
Dentro de una constante entre lo permanente e impermanente, la mutabilidad diaria en
aparente estabilidad (cada uno en su casa), cabe cuestionarse y hacer surgir lo que parece ser
relativamente positivo, óptimo de todo esto.

Hay un nuevo sentido y retorno a lo propio, un encuentro nuevo con el espacio de lo personal,
lo íntimo y privado, un ir introspectivo, a detenerse y mirar más allá del horizonte y pensar
en “al lado”, porque pensar en el “de al lado” remite a pensar en mí (me afecta) hay un
discurso de comunidad, pero quizá también ha permitido que emerja valores aparentemente
olvidados pero que parecen estar contenidos en la humanidad y aparecen en las crisis:
esperanza, solidaridad.

El egoísmo y la competitividad -elementos constitutivos de la especie- se revierten para
sobrevivir de todos. Se apela hoy al resguardo individual, pero al rescate también de un
sentido de comunidad: “todos estamos bajo la misma tempestad pero no en el mismo
barco”…

Pero, definitivamente, en esta llamada “nueva normalidad”, no se trata solo de los cuerpos
enfermos sino del “no enfermo” quien sufre también otro dolor.

Este cuerpo que también sufre, aguanta, se resiste frente a la pregunta de cuál será la nueva
forma de vida, la debida y la anhelada.

Cabe enunciar que esta llamada “nueva normalidad” no es normal cuando los cuerpos se
aplacan y restringen porque no pueden Ser, cuando el cuerpo limitado tiene que aguantar
porque se resiste y en la resistencia se revela que está presente y en signo atento de lucha.
“los ahogos que llegan”, los malestares e incomodidades son su prueba.

Entonces, estamos todos en signo activo frente a una nueva normalidad a la que resistimos
resignificando y tratando de dar nuevos sentidos. Cuestiona finalmente a la enfermedad y la
salud porque parece que todos estamos enfermos y dolientes en tanto expuestos entre la vida
y la muerte; así todos los cuerpos, efectivamente, importan.

(*) Amaryllis Quirós Ramírez, Profesora Escuela de Psicología, Investigadora INIE / CITA Universidad de Costa Rica

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1 COMENTARIO

  1. Con todo respeto doña Amaryllis, me parece un poco dramática e inocente su apreciación.
    En primer lugar la «vieja normalidad» ya tenía normalizada la muerte y la enfermedad, por ejemplo la guerra contra las drogas, diabetes, obesidad, adicciones, la necesidad de un comportamiento sociópata para alcanzar los más altos puestos en empresas y gobiernos.
    Además buscar volver a tener vidas meramente dedicadas al consumo, algo que nunca ha sido sano para las personas y menos para el ambiente, tampoco me parece un logro.
    La gente cada vez vive más aglomerada pero al mismo tiempo distante, con o sin virus, ya la sociedad interactuaba mayoritariamente a través de la tecnología. El contacto físico volverá cuando sea pertinente, la restricción de movilidad y las actividades a las que (para bien o para mal) nos hemos acostumbrado, también pasarán, no somos la primera generación humana en afrontar éste nivel de amenaza.

    «El egoísmo y la competitividad -elementos constitutivos de la especie- se revierten para
    sobrevivir de todos.» Le aseguro que yo quisiera que esto fuera real, pero todavía nuestra especie se compone principalmente de seres estúpidos y bestialmente egoístas, demasiado imbéciles, llenos de prejuicios y supersticiones para lograr comprender las posibilidades de una raza humana unida. Vea los casos de fraudes con mascarillas, aumento de precio en productos básicos, ataques a personas enfermas ó en aislamiento, predadores que acaparan recursos que no necesitan (alimentos y dinero) que deberían ser destinados a los que verdaderamente la están pasando mal que no son pocos.
    Por eso doña Amaryllis, la nueva normalidad se tiñe de trajedia, es sólo una copia mal hecha de la antigua y disfuncional normalidad, una que en vez de añorar deberíamos despreciar, y abrazar la oportunidad de crear conciencia y cambios en los objetivos de vida de los seres humanos.
    Si en algo me equivoco agradezco su corrección.

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