miércoles 24, abril 2024
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COVID-19: Un reflejo de las desigualdades sociales

Desde el pasado 06 de Marzo del 2020, cuando se registró el primer caso confirmado de COVID-19 en Costa Rica, las desigualdades sociales- ya existentes- empezaron a ampliarse.

Algunas personas ven la conferencia de prensa del Ministerio de Salud, desde sus televisores inteligentes, en la comodidad de su hogar, con sus alimentos diarios garantizados por la seguridad que el trabajo remoto les genera.

Para otras personas la situación no es igual, escuchan la conferencia de prensa desde su radio, con poca comida en su plato, con el estrés de saber que es otro día más sin poder trabajar, y por ende sin poder llevar a su casa el ingreso económico, que antes les brindaba la poca o mediana estabilidad que poseían.

Otras personas migran, porque su país en lugar de brindar protección sanitaria ante la pandemia, lo que ofrece es un descuido total que acarrea muerte, dolor y desesperación. Y en busca de una mayor protección, son recibidos en Costa Rica, un país que, si bien les brinda el servicio de salud, también les ofrece un gran plato de xenofobia, visualizada en el constante reproche de ser catalogadas y catalogados, como: “las y los culpables de los aumentos de casos positivos por COVID-19 en el país”.

Otras y otros, viven en cuarterías, en condiciones donde los derechos humanos no existen, ya que la pobreza, para desgracia de muchas y muchos, no conoce de derechos humanos, ni de dignidad humana. Allí el COVID-19 se respira en el aire, y no solo eso, sino también el dolor, la angustia y la desesperación que una pandemia acarrea.

Mientras algunas personas piensan en cuales serán sus próximos invitados e invitadas de su fiesta ilegal; otras personas no duermen porque no saben si al llegar la mañana podrán contar con un plato de comida en sus mesas.

Para algunas personas es muy fácil el “quedarse en casa”, para otras y otros, el “quedarse en casa” implica hambre y mucha angustia.

Sin duda, la pandemia ha sido uno de los maestros más crueles del siglo XXI, ha dejado a una sociedad al desnudo, y en su desnudo evidencia como nunca, sus desigualdades y problemas sociales. Desigualdades que ya existían antes del COVID-19, pero por su individualidad y egocentrismo, el ser humano que no las padecía en carne propia, no quería darse cuenta de ellas, ni mucho menos, buscarle solución.

Así como el COVID-19 no conoce de clases sociales, y los seres humanos si.

Las desigualdades sociales tampoco conocen de derechos humanos, pero los seres humanos sí, y saben que estos son: Universales, irrenunciables e imprescriptibles. De manera que, si las políticas públicas y las leyes no están funcionando, paralelo a buscar soluciones legislativas, se debe empezar por nuestro entorno, ver las desigualdades sociales que tenemos a nuestro lado y ser esa mano amiga que brinda consuelo en una pandemia. Somos las mismas personas, todas juntas, con la cooperación del Estado, quienes podemos hacer que esas brechas sociales en lugar de acentuarse se reduzcan.

(*) Hellen Patricia Barrantes Jiménez, Estudiante de Bachillerato en Derecho.

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