viernes 29, marzo 2024
spot_img

Los topónimos Moracia, Mora y Moravia

Creo que pocas personas saben que hay tres topónimos en nuestro país (Moracia, Mora y Moravia) que tienen una relación directa con don Juan Rafael (Juanito) Mora Porras, nuestro prócer. Hoy 30 de setiembre, en la conmemoración del 160 aniversario de su muerte por cobarde fusilamiento, víctima de encono político, deseo referirme a ellos.

Según el eximio historiador don Rafael Obregón Loría, en su obra clásica Costa Rica y la guerra contra los filibusteros, a mediados de 1854 hubo un momento de gran tensión, cuando Nicaragua reclamaba a Costa Rica la posesión del territorio de Guanacaste. Como esto había caldeado mucho los ánimos a ambos lados de la frontera, don Juanito, quien disfrutaba de gran prestigio como mandatario, realizó una visita con una comitiva a dicha zona, “en donde recibió la adhesión de sus habitantes”.

Juan Rafael Mora.

Pero el respaldo fue más allá. Al revisar la Colección de leyes y decretos de Costa Rica, se percibe que el 25 de mayo los vecinos suscribieron un acta solemne, en la que solicitaban que “se sustituya el actual nombre de la Provincia con el de Moracia, y el de la cabecera con el de Liberia, para borrar hasta el más lejano recuerdo de su existencia primitiva, y para dar al Excelentísimo Señor Presidente de la República un testimonio de lealtad y constante adhesión a su persona, y a la República el de su entusiasta decisión por permanecer unido a ella, bajo sus instituciones benéficas”. Cuatro días después, el Congreso aprobaba el decreto XIV de ese año, en el que además se consignaba que “desde la promulgación de esta ley, se prohíbe usar en cualquier acto público los nombres sustituidos”.

Como biólogo, para mí algo muy triste, pues el nombre guanacaste es muy bello, gratamente sonoro y de raíz indígena, además de que hoy lo porta nuestro árbol nacional (Enterolobium cyclocarpum), ese gigante de copa amplia e imponente que engalana las bajuras del Pacífico. Según el célebre lingüista Carlos Gagini, este nombre proviene de las voces aztecas quauitl (árbol) y nacaztli (oreja), debido a la forma de su fruto, que es una vaina —característica de todas las leguminosas—, pero aplanada, enroscada y algo dura, parecida a una oreja; de hecho, el epíteto “cyclocarpum” en su nombre científico alude a esa redondez del fruto. Cabe acotar que en México recibe los nombres de huanacaxtle, huinacaxtle, huinecaxtli, huienacaztle, ahuacashle, cuanacaztle, nacaztle, cuanacaztli, cuaunacaztli, nacaxtle y orejón, en tanto que en El Salvador se le llama conacaste, corotú en Panamá, orejero y caracaro en Colombia, y carocaro en Venezuela.

Árbol de Guanacaste.

Para retornar al topónimo Moracia, estuvo vigente durante la Campaña Nacional contra el ejército filibustero del esclavista William Walker, pero expiró el 20 de junio de 1860, por el decreto XVIII, nueve meses después del derrocamiento de don Juanito. Hoy lo portan apenas un barrio de Liberia y un poblado de Nicoya; también lo tuvo el Distrito de Riego de Moracia, precursor del actual Distrito de Riego Arenal Tempisque.

 

Por su parte, con la denominación Mora se bautizó en 1886 a un cantón de la provincia de San José que apenas tres años antes había sido erigido con el nombre indígena Pacaca; ello ocurrió en el gobierno liberal de Bernardo Soto Alfaro. Habría que investigar quién propuso este cambio de nombre. De manera muy lacónica, el decreto XXXV, del 2 de julio, expresa en su único considerando “que es deber de la posteridad perpetuar la memoria de los ciudadanos que sirvieron leal y provechosamente a la República, en cuyo número figuran los beneméritos don Juan Mora y don Juan Rafael Mora”. Por tanto, “en testimonio de gratitud nacional, el cantón de Pacaca se denominará Cantón de Mora”. Cabe acotar que Mora Fernández, nuestro primer jefe de Estado, era primo segundo de don Juanito, pues su padre Mateo era hermano de Dionisio Mora Valverde, el abuelo de don Juanito.

Ahora bien, la historia del topónimo Moravia es mucho más interesante que las de los citados previamente.

Puesto que por mucho tiempo existió la infundada idea de que en la agreste región de Talamanca había importantes minas de oro y plata, hubo varios exploradores que a título personal emprendieron la aventura de buscarlas. Así lo hizo el intelectual y empresario José María Figueroa Oreamuno —autor del célebre Álbum de Figueroa— en dos extensas e infructuosas expediciones, en 1843 y 1845. Fue seguido en 1852 por Francisco Gutiérrez Peñamonge, quien en un entorno de terrenos muy escabrosos se topó con una bella planicie, localizada entre los ríos Pacuare y Chirripó, llamada Sharra por los indígenas.

Tiempo después hizo el denuncio de esos terrenos baldíos, y en algún momento bautizó el lugar con el nombre Moravia, en honor a don Juanito; es de suponer que el nuevo topónimo provino de la Moravia europea —hoy perteneciente a la República Checa—, por su parecido con el apellido Mora. Cabe acotar que, aparte de su amistad personal con el prócer, sus hermanos Manuel Joaquín y María Dolores estaban casados con María Rosa y José Joaquín, hermanos de don Juanito. Por una infausta coincidencia, Gutiérrez falleció el 14 de julio de 1860, a los 48 años, sin imaginar que don Juanito moriría fusilado menos de tres meses después, a los 46 años.

Es pertinente indicar que este revelador dato aparece en una nota al pie, incluida por el prestigioso historiador León Fernández Bonilla cuando en uno de los tomos de su colección Documentos para la historia de Costa Rica, en 1882 publicó el artículo Acerca del verdadero sitio de las ricas minas de Tisingal y Estrella, buscadas sin resultado en Costa Rica, del naturalista alemán Alexander von Frantzius. La veracidad de ese dato queda confirmada por un testimonio de enero de ese mismo año, cuando el obispo alemán Bernardo Augusto Thiel realizó un viaje de evangelización a los territorios indígenas de Tucurrique y Chirripó. En el relato de ese viaje alude “a Moravia, punto llamado así en honor del antiguo presidente don Juan Mora, y fundada por el señor Francisco Gutiérrez, de Cartago”. Aunque él no lo consigna, es claro que quien le aportó ese dato fue el propio León Fernández, cercano amigo suyo.

Planicie en la localidad de Grano de Oro, en Moravia.

De dicho paraje, a unos 40 km del centro de Turrialba y unos 1120 m de altitud, Thiel expresa que “el lugar llamado Moravia es una llanura bastante espaciosa, que se extiende al lado derecho del río Moravia. El clima es bastante frío, poco más o menos como en Cartago. La planicie de Moravia, regada por el río del mismo nombre, es en extremo fría y parece extenderse sin interrupción, hasta los ríos Barbilla y Matina. Todos los productos de las zonas templadas se darían allí muy bien y tanto por su salubridad, como por su proximidad al ferrocarril del Atlántico, no queda duda que sería el lugar más a propósito para el establecimiento de una colonia europea”.

Ahora bien, transcurrió más de medio siglo para que ocurriera algo curioso y hasta simpático en relación con el topónimo Moravia.

Desde mediados del siglo XVIII existía hacia el noreste de la capital un caserío conocido como San Vicente, que por muchos años perteneció al barrio de El Murciélago, cuya cabecera era el actual San Juan de Tibás. Dicho barrio comprendía el actual cantón de Tibás, así como una parte de los presentes cantones de Moravia y Guadalupe.

Conforme esos villorrios crecieron, tras convertirse en distritos afloró el espíritu de independencia administrativa. Así se capta en una rica reseña intitulada Moravia, el pujante cantón que es como un inmenso vergel, celebra el 25 aniversario de su creación hoy martes (La Tribuna, 1-VIII-1939, p. 10). Ahí se explica que en 1874-1975 el propio presidente Tomás Guardia Gutiérrez propuso la creación de un nuevo cantón josefino, integrado por los distritos de San Vicente y San Isidro (llamado La Arenilla, y hoy cabecera del cantón de Coronado), pero la idea no tuvo acogida. Se hizo un nuevo intento en 1884, por iniciativa de algunos líderes vecinales como Jesús Pacheco, Ramón Rojas Aguilar —tatarabuelo mío— y Rafael Huertas, pero sufrieron el rechazo de los isidreños.

No obstante, el 25 de diciembre de 1910 se efectuó un plebiscito cuya resolución, debido a varias vicisitudes, no llegó al Congreso sino casi cuatro años después, en mayo de 1914. Después de los debates de rigor, y mediante el decreto No. 55, el 29 de julio fue instaurado el cantón de Moravia, gracias a la fusión de los distritos de San Vicente y San Jerónimo, asignándose la cabecera al primero; además, en dicho decreto se mencionan los límites del cantón de manera detallada, dentro de los que se incluyen otros pequeños caseríos. El decreto fue redactado el 31 de julio, y refrendado por el presidente Alfredo González Flores el 1° de agosto.

Lo curioso es que en dicho decreto, que aparece transcrito en la citada reseña, no se indica la razón de esa denominación. Pensé que quizás hubo una omisión del autor de la reseña, por lo que recurrí a la Colección de leyes y decretos de ese año, pero pude verificar que el autor fue totalmente fiel al texto del decreto. Es interesante, eso sí, que a continuación del decreto, este cronista indica lo siguiente: “El nombre de Moravia fue dado al nuevo cantón para honrar la memoria del expresidente don Juan Rafael Mora, ya que en 1914 se celebraba el centenario del nacimiento de este esclarecido costarricense”.

Para despejar toda duda al respecto, me di a la tarea de hurgar en la prensa de 1914, en los días cercanos a la fecha de aprobación del decreto. Como en uno de los periódicos de entonces, bajo el título Congreso Constitucional, solía hacerse una síntesis de las sesiones legislativas, pude hallar un esclarecedor dato. En efecto, en uno de sus números se indicaba que: “Pasó en tercer debate el proyecto que erige en Cantón el distrito de San Vicente. (Aplausos de los vicentinos que ocupaban las barras). En la discusión detallada, Briceño propone se cambie el nombre de “Umaña” para el mismo Cantón que aconseja la Comisión, por el de “Moravia”, en honor de don Juan R. Mora” (La Información, 31-VII-1914, p. 5).

Sin duda, esto estuvo fuertemente influenciado por el hecho de que, puesto que don Juanito nació en 1814, ese año se conmemoraba el centenario de su nacimiento, como recién se indicó, y así lo anunció la prensa nomás empezando el año (La Información, 7-I-1914, p. 2). De hecho, en una de las sesiones, el Congreso acordó “autorizar al Ejecutivo para invertir hasta ₡ 15.000 en los festejos del Centenario de Mora” (La Información, 30-VII-1914, p. 3). Incluirían numerosas actividades, de las cuales las culturales fueron encargadas por el gobierno al Ateneo de Costa Rica, que era una respetada asociación no oficial.

Entre las más destacadas, el 4 de marzo el gobierno saliente de Ricardo Jiménez Oreamuno acogió una petición de la Cartera de Instrucción Pública para cambiar el nombre de la Escuela Superior de Varones No. 2 por el de Escuela Juan Rafael Mora; estaba en el viejo edificio del Cuartel Principal, donde hoy se yergue el Teatro Popular Melico Salazar. Cabe destacar que Jiménez era nieto de Francisco María Oreamuno Bonilla, quien acompañó a don Juanito como vice-presidente, pero murió del cólera en 1856. Como un hermoso y significativo hecho, el 18 de julio se efectuó un solemne acto al que asistieron nada menos que 78 veteranos de la Campaña Nacional (La Información, 19-VII-1914, p. 1-2).

Además, tres meses después, en un acto multitudinario, en la mañana del 15 de setiembre —fecha de la Independencia— se colocó en la casa donde nació don Juanito una gran placa de mármol, con la inscripción “Aquí nació el 8 de febrero de 1814 el Benemérito Libertador de la Patria, General Juan R. Mora. La juventud de Costa Rica le consagra este homenaje. Febrero 8 de 1914”; fue financiada con donaciones de la juventud del país. A continuación, la multitud se dirigió hacia el Cementerio General, para inaugurar el bello mausoleo en el que se colocó su busto sobre un pedestal; poco tiempo antes en él fueron depositados sus restos, que estaban en una tumba de la familia.

Mausoleo de don Juanito Mora.

Para retornar al caso de Moravia, es oportuno indicar que el diputado proponente de su denominación fue el destacado intelectual, escritor y periodista Leonidas Briceño Baltodano. Posiblemente sugirió ese nombre por la similitud con el apellido Mora, y quizás ignoraba que también lo portaba un lejano caserío de Talamanca, lo cual de por sí no hubiera afectado su postulación. Por su parte, con el nombre descartado se pretendía homenajear al sacerdote Cecilio Umaña Fallas —de quien existe un busto en el Parque España—, prominente productor y exportador de café en esa zona, quien al morir heredó su cuantiosa fortuna a obras benéficas como el Hospital San Juan de Dios y los lavaderos públicos que por mucho tiempo existieron al norte y al sur de la capital.

 

En fin, hasta lo que pude recabar, pues esta no es una investigación exhaustiva, son estos los orígenes de los tres topónimos con los que a lo largo de la historia —en dos ocasiones en vida y en otras dos de manera póstuma— se ha honrado, de manera más que merecida, a nuestro Héroe y Libertador Nacional.

(*) Luko Hilje Q.

(luko@ice.co.cr)

Noticias de Interés

4 COMENTARIOS

  1. Excelente investigación don Luko, gracias por su tiempo en procura de transmitir conocimiento de historia patria. Lo compartiré con conocidos y amigos de estos cantones. Saludos!!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Últimas Noticias