La dilación del conteo de las boletas en estados clave mantiene al país sin un presidente electo varios días después de los reñidos comicios.
Algunos observadores preguntan qué sucedería si esta situación de candidatos que reclaman la victoria antes deltérmino del cómputo oficial, como hicieron el demócrata Joseph Biden y el republicano Donald Trump, hubiese ocurrido en cualquier otra parte del mundo.
Trump, en declaraciones consideradas irresponsables y criticadas hasta por miembros de su propio partido, habló de corrupción, fraude y del robo de la elección por su oponente sin brindar evidencia alguna.
De acuerdo con cifras de los principales medios de comunicación de ese país, Biden acumulaba hasta la tarde del viernes 253 votos electorales y Trump 213, aunque otras fuentes aseguraban que el exvicepresidente acaparaba 264 y el actual mandatario 214.
En las presidenciales de 2016, aunque Hillary Clinton ganó el voto popular nacional por casi tres millones de boletas, Donald Trump obtuvo cerca del 57 por ciento de los votos electorales, suficientes para conseguir la presidencia.
Algo similar ocurrió en el año 2000: aunque el demócrata Al Gore ganó el voto popular, George W. Bush consiguió más sufragios electorales después de un recuento en Florida y una decisión de la Corte Suprema.
Mucho antes, en 1888, Benjamin Harrison derrotó al presidente en funciones, Grover Cleveland, de manera parecida, pues a pesar de perder el voto popular, se postuló de nuevo cuatro años después y volvió a ganar la Casa Blanca.
Trump y su equipo de campaña cuestionaron la validez del voto por correo, denunciaron un supuesto fraude sin presentar pruebas y solicitaron a la Corte Suprema la detención del conteo de esas boletas, en Wisconsin, Michigan y Georgia, fundamentalmente.
Pero las señales del ocupante de la oficina oval indican que no tiene planes de aceptar la probable victoria de su rival.
En este contexto, en Minneapolis, Seattle, Phoenix, Filadelfia, Nueva York, Portland y otras ciudades estadounidenses se registraron protestas multitudinarias y en ocasiones violentas luego de la jornada electoral y la tensa espera.
Es ahora Trump quien, en función de sus propios intereses, arremete contra el mismo sistema que está diseñado para mantener en el poder a una élite.