viernes 19, abril 2024
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Ambientes partidarios que «huelen a cal»

Falta mucho y falta poco para la celebración de las elecciones nacionales. La ciudadanía está convocada para elegir presidente, vicepresidentes y diputados el 6 de febrero de 2022, una fecha que en política puede estar cercana y en el calendario gregoriano puede tenerse como distante.

Viéndola con óptica política, esa fecha impone un desafío de dimensiones no despreciables a los partidos, vista la dimensión de los intereses en juego y la hondura de los problemas internos que está padeciendo el grueso de esos conglomerados. Y es ahí donde cabe preguntarse si el tiempo les apremia –como en efecto ocurre-, si en su seno se cultiva la dinámica necesaria para encarar tales problema y si están ajustando sus movimientos a una realidad muy difícil de descifrar y por lo tanto, muy difícil para que los partidos introduzcan los cambios idóneos para obtener rendimientos electorales e institucionales. De una talla tal que les salve de un colapso fatal.

Hace rato se percibe un alto nivel del descreimiento ciudadano en la política y en los partidos. Alrededor de dos tercios del electorado muestra apatía y distanciamiento de las urnas. Cómo cambiar su apatía, cómo inducirlos a tomar posición –ya no digamos que a participar en la actividad partidaria-, es el gran desafío que encaran los partidos. Por ahí anda la respuesta a la incógnita que constituye quién en la masa del electorado será el factor decisivo y cómo se comportará ese 6 de febrero. Los indecisos de hoy -cómo terminen comportándose- van a ser la llave del candado. Está en el interés de los partidos  hacer que ese electorado supere su apatía. No es tarea fácil; probablemente tengan claro el reto y quizás sepan qué es lo que hay que hacer, pero no cómo desenredar la madeja; principalmente porque ello implica cirugía de fondo a lo interno sobre todos aquellos tejidos que han hecho que los partidos sean hoy meras maquinarias electorales. Las estructuras partidistas están sometidas en buena medida al poder de líderes cantonales y a los intereses de caciques.

De ahí emerge su deriva hacia lo que se ha denominado “la democracia temperamental” y su superposición sobre los contenidos ideológicos de los partidos. Hoy son una “zambumbia”, frágil pieza de caza de los caciques y de los grupos de presión.

Esos dos tercios del electorado indefinido, descreído y defraudado, comportándose como llave del candado, van a decidir no solo la elección presidencial y la composición del parlamento; también la suerte de más de un partido.

Liberación Nacional, que es el que “está menos peor”, no puede darse el lujo de quedar afuera de la puja por la Presidencia de la República; ya no se diga en la primera ronda (que sería mucho pedir); quedar afuera de la contienda en segunda ronda probablemente implique para más adelante –no mucho- la firma del acta de defunción.

Peor es la situación de la Unidad Social Cristiana. Su marcha por los espacios políticos de las últimas contiendas muestra un proceso declinante grave, no sólo con pérdida de presencia en el Poder Ejecutivo, también con pérdida de curules y –aún más significativo- con pérdida de influencia en la toma de decisiones. Su bronca interna –con mucho de disputas por control del partido y mucho más con los extravíos ideológicos- ha sido aprovechada por una masa de caciques regionales que no precisamente lleva la marca característica de idoneidad intelectual y ética. Por ahí viene su desgaste, su desmoronamiento. Cuidado si no con repercusiones fatales hacia un cercano futuro.

Los ex presidentes Calderón Fournier y Rodríguez Echeverría, con su asentada experiencia y perspicacia política, perciben la proximidad del fatalismo si es que no se lleva a cabo un “aggiornamento” de fondo. Don Miguel Ángel da un paso adelante y pide formalizar sus ideas en un espacio de acción interna con una revisión de mucho de lo perdido en calidad de gestión partidaria y de elección de dirigentes.  Y propone al partido que asuma la tarea de buscar una coalición con otros movimientos comprometidos en la reconstrucción de lo mucho que esta sociedad ha perdido en punto a justicia social y a vitalidad económica.

Emprender esa tarea reformista es parte de la desafiante acción que espera a los partidos tradicionales (allí va también la izquierda que igualmente ha copiado la marcha del tradicionalismo) para salvar el pellejo.

Cómo recuperar el favor del electorado, cómo sacarlo del descreimiento, cómo convencerlo de que hay una plataforma idónea para superar el raquitismo económico, el desempleo, el costo de la vida, la corrupción,  el desgaste del marco institucional…. eso es parte importante de lo mucho que les espera para lavarse “el olor a cal”.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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4 COMENTARIOS

  1. Con todo respeto don Álvaro, creo que plantea preguntas y problemas completamente equivocados. No necesitamos el mismo movimiento propagandista de siempre que mueve sentimientos y no la razón, no necesitamos financiar un montón de mentiras que la gente quiere escuchar, ni derrochar millones en partidos fraudulentos que sólo buscan qué robarse descaradamente, mejor preguntémonos ¿Pará qué tenemos partidos políticos? ¿Son indispensables? ¿Qué formatos de democracia podemos aplicar con las tecnologías disponibles? ¿Qué beneficio le deja al electorado la deuda política? ¿Cómo se puede distribuir más inteligente y eficientemente ese dinero para que sea aprovechado por la población y no quede en manos de 3 o 4 «vivazos»? ¿Qué necesita un buen candidato a funcionario público, una bandera o un currículo personal?

    • Totalmente de acuerdo Nemo, la deuda política es una piñata, el pueblo no necesita más eslóganes, banderas de colores, ni melodías distintivas; una campaña de marketing no demuestra si un candidato rs idóneo o no, lo único que demuestra es cuánta plata se gastó en los medios de comunicación. El TSE debería empezar, primero que todo, por hacer valer la Constitución y no permitir a la religión inmiscuirse en política, segundo, eliminar la deuda política y limitar la campaña política a una serie de debates donde se explique las intenciones de cada candidato a presidente y a diputado, ambos con igual importancia, y analizar la factibilidad legal y económica de cada propuesta en sus planes de gobierno.
      En campaña, los candidatos a presidente dicen cualquier estupidez con tal de ser elegidos, aunque lo que digan no sea factible legalmente ni económicamente; los candidatos a diputados no dicen nada, ya que no sabemos ni quienes son ni cuales son sus planes, los partidos nos dictan a los diputados, nos ponen a cualquier «Juan Vainas».

  2. Muy buen analisis hace don Alvaro, de nuestra convulsa realidad. Solo le reprocho que hace uso tres veces de la palabra cacique y en todas les da una connotacion muy negativa, o sea, las categorias de autoridad de nuestros ancestros siempre quedan por los suelos. Pero cuando se hace referencia por ejemplo a un alto funcionario del ICE,o la CCSS se le menciona como el jerarca de esa institucion, lo que significa que esa categoria que rememora las monarquias europeas, le da a nuestros gobernantes mas lustre. Ya es hora que nuestros intelectuales se vayan destetando de la mamita europa como afirma Dussel y vuelvan su vista hacia lo nuestro.

  3. Entiendo en su artículo propone tanto al PLN Y PUSC que busquen la ruta de una reforma objetiva y sustantiva, que les permita rescatar el partidario que se les fue y otros nuevos simpatizantes. Acierta al decir que la realidad es difícil de descifrar para hacer esos cambios, ante la falta de credibilidad ciudadana, dependencia obligada a líderes locales y falta de ideas que convenzan indecisos y la acción de reforma interna de los partidos tradicionales y que su plataforma y líderes den confianza. En realidad Don Álvaro comprendo su planteamiento, más no su preocupación por estos dos partidos, de los cuales seguro su persona, y muchas otras, incluido el suscrito, dejamos hace muchos años y por esos y otros factores más, principalmente corrupción interna, de gobierno y la imposición a puestos claves de elección popular y de gobierno, de allegados a los líderes de esos partidos, lo que fue minando la confianza de líderes regionales y locales, quedando efectivamente personas no idóneas y no confiables. Yo si creo que la actual realidad política es fácil de descifrar; los partidos tradicionales provocaron la desbandada de muchos líderes idóneos y surge el multipartidismo de respuesta con ex dirigentes de esos partidos. El multipartidismo sería ideal si existiera madurez y menos mezquindad de los diputados que llegan a la asamblea. en el 2022 mas de veintidós partidos buscarán un espacio, aglomerados la mayoría en el sector conservador (7) y conservador religioso(4); socialdemócrata (1), liberales(4) socialistas-izquierda(4) progresista(1) y dos o más en proceso de inscripción(ver TSE) una coalición partidos socialcristianos(alianza demócrata, republicano, pase, nueva generación, pin) muy lejos de darse porque ya la experiencia demuestra que cada uno busca su curul y teme perder posición electoral. En esa zambumbia ideológica y multipartidista, es donde los partidos tradicionales logran por la mínima posicionarse y quien quita llegar a segunda ronda. El partido que sea elegido enfrenta un gran reto de temas difíciles que chocan contra grupos de presión e intolerancia de la oposición que hacen de un gobierno una complicación para lograr alianzas y eficacia en la ejecución de sus programas.

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