El asunto es que los feminicidios no bajan en el país ni tampoco las violaciones de género, tanto de fuerza con maltratos físicos, como de discriminación laboral y social, acoso, desapariciones y otras expresiones de desigualdad.
Lo más preocupante es que los grupos feministas y sus marchas son infiltrados por mujeres encapuchadas y violentas armadas de martillos, tubos, spray de pinturas y gases, las cuales desbaratan todo lo que encuentran a su paso.
Ya los monumentos, establecimientos públicos y privados con cristales, mausoleos como el dedicado a Benito Juárez, edificios públicos, hoteles, y todo lo que pueda ser destruido o pintado, están siendo tapiados por empresas que han encontrado en ello un nuevo nicho para ofertar servicios de seguridad y protección.
Los edificios oficiales del Zócalo capitalino, en particular el Palacio Nacional y los de gobierno de la ciudad, están virtualmente forrados con tableros de madera o metal, y cientos de policías mujeres ya están asignadas a los tramos, donde las marchas son puntualmente violentas, como algunos puntos del Paseo de Reforma y el centro histórico.
Las vallas se colocaron a lo largo de la avenida Plaza de la Constitución, así como en las calles Moneda y Corregidora, y otras que parten desde los cuatro puntos cardinales del Palacio Nacional.