viernes 29, marzo 2024
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Ni la política ni la religión deben subestimar a las mujeres

“Que la mujer aprenda en silencio, con absoluta sumisión…”, San Pablo dixit. Cuesta tragarse esa frase en nuestros días y en los días de mi tierna infancia, mi madre fue una mujer excepcional, muy buena esposa, no obstante fue el pivote sobre el cual giró la voluntad de papá, un hombre trabajador que aprendió en la escuela de la vida, a respetar profundamente a las mujeres desde joven. Yo crecí dentro de una familia mayoritariamente de mujeres, tuvo mi padre que meter mano o hubiera terminado yo maquillándome.

Ese dichoso hogar, luego casarme con una excelente mujer que me soportó con estoicismo y que logró que yo hiciera lo que he hecho, sin ella no hubiera andado la carreta. Tuve tres hijas, a quienes adoro y respeto, dos nietas que son mi amor, entonces no podría ser machista, no va con mi personalidad. He logrado ver un cambio bueno hacia la igualdad real, que no podría dejar de aceptar de muy buen grado, la mujer merece un lugar excelente en la sociedad, sin ella no hay familia. Quiero detenerme ligeramente en la frase que cito al principio:

“Que la mujer aprenda en silencio, con absoluta sumisión…”, esta frase es desde luego totalmente fuera de contexto, ¡no se como hay mujeres católicas! Este Papa, Francisco, ha venido a poner mucho énfasis en la lectura de los cuatro evangelios, lo ha hecho de manera inteligente, para no descargar la ira de los ortodoxos, imprimiendo copias que únicamente traen los cuatro evangelios. ¿A qué viene esto? Muy simple, que lo que verdaderamente debe interesar al cristiano es “lo que dijo Jesús”, en los cuatro evangelios no encontramos esa frase, aún más si se leen sin prejuicio, encontramos que Jesús reivindica a las mujeres en su época, de que era muchísimo avanzar, incluso les da un lugar central en su vida y en la catequesis: María su madre, María la de Cleofas y María Magdalena. A la samaritana la coloca en un lugar muy especial.

Acabamos de celebrar el ocho de marzo, día internacional de la mujer, que para mi tiene dos veces ese sentido porque la mujer que más amé y respeté, murió un ocho de marzo: mi madre.

He visto alarmado la tasa de feminicidios que es inconcebible, las leyes parecen muy laxas para los asesinos de mujeres, les dan tres mese de preventiva y luego salen por largos periodos, después el juicio es un calvario. Aunque la policía ha mejorado mucho su capacidad de investigación, ellos mismos se ven inhibidos, no por los jueces sino por las leyes.

El 8 de marzo pude ver cómo las mujeres piden que no las feliciten, quieren que las respeten y es que yo creo que lo mínimo que merece cualquier mujer es respeto incondicional.

Por años, décadas, siglos, milenios, las mujeres han sido agredidas, el macho alfa (o analfabeta?) la trata como un objeto de poco valor, la sociedad misma no le da el lugar merecido, son muchas las empresas que las subestiman con los puestos y los salarios, pero regresemos al principio, a la frase de Pablo, no debe ser más nunca aceptada. La mujer tiene iguales derechos que los hombres, ni más ni menos: iguales derechos.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es médico

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1 COMENTARIO

  1. Admiro y respeto en toda su humanidad a las mujeres, esa otra mitad de la humanidad que nos ha dado y enseñado mucho a los varones, desde mi madre que tuvo que criarme sola a golpes de heroicidad y en medio de ia incomprensión, hasta las que he tenido como parejas en mi ya larga vida. Dos de ellas ya partieron dejándome desolado, hoy vivo muy feliz con la que me acompaña en estos años otoñales, mi infinita gratitud.

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