sábado 9, noviembre 2024
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ELOGIO DEL SABER Y LA IGNORANCIA.

Que el Saber –así, con mayúsculas- ha perdido cierto aura de respetabilidad en nuestra era es algo que nadie puede negar. En no pocos ámbitos sociales la ignorancia se ha convertido en una cualidad no sólo disculpable, sino admirada y perseguida.
Con frecuencia en la escuela, en los medios audiovisuales o en la política, el despliegue de idiotez despierta un encomiable entusiasmo entre las masas. “Qué llano y sencillo es Fulano”, “cuán simpática espontaneidad muestra Mengano”, “Mirad qué popular este Zutano”. No, no me estoy rasgando las vestiduras horrorizado por este fenómeno tan singular. En realidad es un buen síntoma: nunca, como hasta nuestros días, tantos han sabido tanto. Son la abundancia y la fácil disponibilidad de conocimientos, “la democratización de la cultura”, las que han hecho del saber un bien prácticamente gratuito, y por eso mismo escasamente valorado. No muchas décadas atrás, un título de bachiller –no digamos ya universitario- despertaba respeto y admiración entre una inmensa mayoría cuyo acceso a la cultura era limitadísimo. Hoy, como el que más o el que menos tiene al alcance de la mano ingentes cantidades de sabiduría, la cosa no provoca ni admiración, ni saludable envidia, ni siquiera curiosidad.
En una época donde todos parecen saber todo, donde las causas de los hechos pueden descubrirse leyendo el diario, donde las ciencias del cuerpo y el espíritu se aprenden viajando en taxi o en el autobús, la actitud aconsejable debería ser el más riguroso y profundo silencio. No un silencio pasivo sino un silencio activo, atento y apasionado. En tiempos como éste la ignorancia debería convertirse en bandera de resistencia. No la ignorancia del que no quiere saber sino, al contrario, la eterna duda del que está dispuesto a admitir que no entiende nada de esta vida. El sabio no tiene ideas, decían los antiguos chinos. No tiene ideas pero está dispuesto a tenerlas.
Con la intención de sepultar en el ridículo la ciencia escolástica medieval, Erasmo de Rotterdam (1467-1536) escribió en latín,  un Elogio de la Locura (por su nombre en latín: Laus stultitiae, debió traducirse más bien como  Elogio de la Estupidez),dedicado a su amigo Tomás Moro, de quien decía Erasmo que: “gracias a la  indecible dulzura y afabilidad de tu condición, con todos te avienes, con todos tratas, con todos te llevas bien y con todos te diviertes”… por lo cual pensaba Erasmo que Tomás Moro recibiría con beneplácito su nueva obra.  
Nadie  mejor que yo, un ignorante confeso, para redactar unas cuantas frases sobe lo que sería el elogio de la ignorancia, con la ventaja adicional que al confesarme ignorante nadie me puede criticar por la sencilla razón de que si me equivoco o no digo todo lo que debiera decir de la ignorancia tienen que perdonarme por eso: porque soy un ignorante.
Antes de esbozar la alabanza en sí, quisiera conceptualizar algunas cosas que sé  relacionadas con la ignorancia, conceptos que obviamente,  muchos que me leen, ignoran.
Etimología. La familia de palabras de la ignorancia (ignorar, ignorante, ignaro,  etc.) proviene indirectamente del griego y directamente del latín /ignoro, ignoras,ignorare…/ que significa /no saber/, /desconocer/.  Específicamente la lexía /ignorante/ proviene de /ignorans-ignorantis/,  participio presente del verbo ignorarey significa /ignorante/,  /el que no sabe/, /el que ignora/. Por lo tanto la primera conclusión es que todos somos ignorantes porque no sabemos todas las cosas.
Clases o tipos de ignorancia. Mi clasificación personal de la Ignorancia es la siguiente, apropiándome de la clasificación esbozada por Germán Flores Hernández: 
        La ignorancia presocrática. Es la ignorancia más elemental: se puede enunciar que es aquella del que no sabe y no sabe que no sabe o no tiene conciencia de otros saberes fuera de su medio primitivo inicial. P.ej. una persona que esté desvinculada de cierto mundo: p.ej.: un niño de 3 a 6 años no sabe muchas cosas, pero él no sabe que no las sabe; una persona que esté apartada de su medio inicial primitivo: p.ej.: un campesino que no haya salido de su campo, sólo sabe de su entorno pero ignora lo de un entorno mayor; un indio que no haya salido de su entorno, sabe todo lo que tiene que saber de él pero no se preocupa o ignora otros saberes de otros entornos.
        Importante: no se debe confundir ignorancia con lo que se llama peyorativamente “brutalidad”. Las personas de las que estamos hablando (los ejemplos) tienen  generalmente más “sabiduría” que otras de otros entornos. No hay nada más simpático que la sabiduría infantil; y hay mucha “sabiduría” verdadera en un campesino y en un indio cuyo sentido común (la forma más elemental de “inteligencia”) asombraría al más “sabio” de otros entornos culturales. En resumen: no se debe confundir ignorancia (no saber) con  “no pensar”.
        La ignorancia socrática. Es la mejor ignorancia y a la que debemos llegar todos los seres inteligentes: consiste en saber que no se sabe, o sea tener conciencia de que no se sabe algo. 
        La ignorancia postsocrática. Es la del que no sabe pero cree que sabe. Es la más común y la peor, sobre todo en los gobernantes.
        La ignorancia enciclopédica. Es la ignorancia que abarca todas las disciplinas o áreas del saber. Más común de lo que parece, sobre todo entre políticos.
        La ignorancia que yo llamo “flojérica” que es aquella, principalmente de estudiantes, que saben, pero dicen que no saben por “flojera” de ponerse a pensar y dar una posible respuesta acertada.
        Y finalmente la inerrancia: hay un estado de no saber pero que pudiera ser un tipo de  ignorancia y que yo lo llamaría inerrancia; esta lexía (palabra), proviene del latín /inerro/, /inerrare/ que significa /equivocarse/, /errar/ y cuyo participio presente es /inerrans/, /inerrantis/; de donde provendría, por analogía, /inerrante/ e /inerrancia/, lo  que a su vez significaría algo así como /el que sabe algo(pero) equivocado/. Fíjense entonces que no es una ignorancia por sí misma (porque se sabe algo), pero como lo que sabe es equivocado en realidad  /no sabe/  por lo que puede ser un tipo de ignorancia.
        La inerrancia a su vez puede ser muy peligrosa, cosa que no siempre sucede con los otros tipos de ignorancia. Pongamos por ejemplo a un médico y a un ingeniero inerrantes (o sea con inerrancia): el médico está tratando a un enfermo y el ingeniero está haciendo una construcción. El médico trata al enfermo con un tratamiento equivocado debido a su inerrancia o sea, el médico conoce la enfermedad y cree que ese tratamiento curará al paciente,  pero éste empeora (o muere, que es peor), por esa inerrancia (o sea el tratamiento equivocado) del médico. Por supuesto que será demandado por “mala praxis” médica. El ingeniero hace mal unos cálculos debido a su inerrancia, y se le viene abajo la construcción. ¿Por qué sucedió eso? Porque el ingeniero sabía algo, pero lo sabía equivocado:ignoraba, a lo mejor por culpa de él, la resistencia de los materiales usados, la cantidad de éstos, etc. y por no ser lo suficientemente resistentes, el trabajo se vino abajo.
Habría más ejemplos, pero lo que sería común a todos es que ese tipo de ignorancia (la inerrancia), puede tener  consecuencias tan malas como otras ignorancias (sobre todo la postsocrática de los políticos y gobernantes).
Termino con algo que encontré en un viaje astral por el mundo maravilloso del internet, (en donde se supone se encuentra todo lo que deberíamos saber e ignoramos), como el mejor elogio de la ignorancia.
Bienaventurados los que no saben, ni les interesa. De ellos será el gobierno, el poder y la gloria, alcanzada de culo y agarrada de los pelos.
Loados los pobres de ideas: el tiempo (que todo lo pierde), los enaltecerá, dándole escaños a sus hijos, y propiedades (imposibles de adquirir con sus sueldos) a sus nietos.
Gracias a los lelos, atontados y estulticios hijos de Abel, los de Caín soportamos injurias gratuitamente, porque se valora la perseverancia antes que la creatividad, la fidelidad antes que la conciencia, la supina obediencia al noble disenso.
Para los que duermen despiertos sin soñar, apelmazados cerebros de caños y sueños chiquitos, les digo: disfruten, que a la vuelta dan tortas.
Disfruten ser inconscientes, que sus frentes se adornarán de percheros, mientras su media naranja disfruta de la vida que le privan (y que nosotros suministramos en varias posturas, inclusive ESA que te niegan consistentemente).
Alivien su carga en nuestros hombros, que cuando vengan a reclamarla… te vamos a dar una lección inolvidable.
 
 

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