“…cada mañana, el único monje que quedaba en aquel convento, salía y dejaba un tazón con algo de leche, para un gato que merodeaba; con el pasar de los años se volvió innecesaria la caza, se perdió la destreza y con la muerte del monje, sobrevino la muerte del gato…”
En los últimos años ha surgido la necesidad de valorar nuevas ideas en relación con “otras” corrientes políticas, que nos permitan estar mejor, dado que las actuales, no solo denotan desgaste, sino una etapa donde se ha corrompido el idealismo que las impulsó.
Por un lado, tenemos naciones que bajo el abanderado de izquierda, tras la inquietante novedad, hoy muestran un declive funesto, mientras en la “acera de enfrente”, aún tenemos el recuerdo de una crisis económica mundial que nos mostró la cruda realidad de no poder confiar en esa mano invisible que regule el mercado –como lo postuló Smith-.
Ahora bien, la realidad es que existen personas que tienen mucho y hay muchos que tienen poco y sufren graves problemas no solo de salud, junto a muchos otros males que la dignidad humana no puede tolerar, por esto valida es la pregunta ¿Cómo hacer para tener un punto de equilibrio que sin debilitar el bienestar de unos, mejore el de otros?
En un principio pensaba en la solidaridad. Si, el tomar un poco de la riqueza de quienes tienen mucho, para darlo al que tiene menos; sin embargo, con el paso del tiempo y luego de la vivencia en la lucha obrera, veo que la solidaridad no puede ser una solución a largo plazo, sino solo ante incidentes, como respuesta inmediata ante un imprevisto.
¿Por qué no puede ser la solidaridad la base de la mejora de calidad de vida de las personas menos afortunadas? Por la misma razón, por la cual ha muerto el gato de la historia que comenté al principio. La solidaridad a largo plazo, entendida como el suministro de bienes o servicios a personas en dificultad constante, solo crea una patológica dependencia que desestimula la creatividad y el desarrollo de las personas, de mala suerte que se convierte en un “modus vivendi”, que con el tiempo se transformará en un requerimiento con acento de protesta: ¡es su deber, es tu responsabilidad por tener tanto!
Por lo anterior, detengámonos un momento a responder esta pregunta: ¿En verdad es responsabilidad de las personas que tienen riqueza ser solidarios con que menos tienen? Pensemos un instante nada más.
Humildemente creo al día de hoy que no. Si una persona se ha esforzado por hacer un capital o ha heredado a su prole el fruto de su trabajo honesto, nada ni nadie tiene derecho siquiera a pensar en quitar un céntimo de esa riqueza.
Por ello, ¿Qué conviene a hoy discernir como opción política? Partamos de la premisa de que si buscamos el bienestar, la sociedad en general gozará de buena salud.
La respuesta, sin duda ha de ser la “cooperación voluntaria”, siendo en esta visión que se halle como tantos ilustrados antes lo han dicho la solución de los mayores problemas y dificultades.
Sobre la cooperación voluntaria se entiende la capacidad de dedicar una parte de nosotros y lo que tenemos a colaborar con el desarrollo de otras personas, de manera integral y no solo asistencialista; donde cada persona da un bien, sea material o en especie, para lograr un fin que produzca desarrollo y riqueza general.
Sobre el particular, sin duda el Estado de Israel es un claro ejemplo, a partir de los esfuerzos de los primeros padres y madres, que fundaron -tantísimas décadas atrás- esta nación sobre el kibutz (granja agrícola cooperativa).
Hoy el mundo y en particular nuestra nación se enfrentan a un gran reto, mientras lucha con esta aparente falta de rumbo; personalmente no creo que un partido político pueda hacer mucho, máxime que el sistema está solidificado y por ello agotado.
Es hora de sentarnos a diseñar una nueva política, que sin duda puede tener éxito si la fundamentamos en la cooperación voluntaria. ¿Qué dice si continuamos esta experiencia de reflexión usted y yo, al lado de una taza de café? Sin más interés, que el buscar dar respuestas a nuestra amada Patria.
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