Jorge Altamira, reconocido economista latinoamericano ha publicado un interesante comentario en http://bit.ly/1pwpwNb en el que analiza el efecto de la caída de los precios del petróleo en la situación crítica de la economía mundial.
Y uno de los efectos que señala, particularmente referente a los países en vías de desarrollo, es el de las dificultades fiscales que esta caída puede traer para sus gobiernos.
El gobierno de Costa Rica y sus agencias tienen ingresos fiscales importantes originados en el valor de las importaciones de petróleo y la venta de combustible. La caída de los precios del petróleo va a significar, o ya está significando, una reducción importante de esos ingresos.
Es cierto que, en el marco de un comportamiento macroeconómico teórico, la reducción de estos ingresos debía verse compensada, en el plano fiscal, por una reducción de los precios generales; de manera que no fuera notable el impacto en las financias públicas. Pero lo cierto es que esa reducción de los precios generales no es un fenómeno automático, como podrían pensar erróneamente –siempre erróneamente– los neoliberales. (Pensamiento del que lamentablemente no parece distanciarse mucho la política económica y monetaria de la administración Solís Rivera; de ahí nuestra advertencia).
De esta manera, es importantísimo que las autoridades de Hacienda evalúen a la mayor brevedad posible el impacto fiscal de la reducción de los precios del petróleo, en primer lugar. Y luego, que toda la administración tome conciencia de la situación para que estudien con todo cuidado los incrementos en las tarifas de los servicios públicos, particularmente aquellos petróleo-dependientes, tales como transporte público. Así como los aumentos en los precios de los productos con alto contenido de transporte…, etc., de manera de reducir la escalada natural de los precios que requiere el capital para reproducirse. De esta manera estarían actuando “contraciclicamente” para reducir los efectos contraproducentes de la lógica del mercado, regulando estatalmente –hasta dónde ha dejado posible la reforma neoliberal–, el proceso de acumulación del capital.
La reducción de los precios del petróleo, al fin y al cabo, puede ser una bendición para un país como el nuestro, que ha renunciado a la exploración y a la extracción petrolera, porque su economía no depende directamente de los ingresos de esta producción. Ni tampoco de los ingresos de otras formas de producción “extractivista”, ya que, de manera semejante, los precios de la mayoría de los metales han caído abruptamente.
Así, esta coyuntura puede presentarse benéfica para propiciar una redistribución del ingreso nacional. Manteniendo moderadamente el crecimiento de los salarios, el gobierno podría dar paso a un mejoramiento de la capacidad de compra de las clases asalariadas; elevando su nivel de vida.
Sergio Reuben Soto