Columna Poliédrica
Comencemos por el principio. Quien tiene el poder de legislar somos los ciudadanos costarricenses.
En la antigua grecia, específicamente en Atenas, ese poder fue ejercido por los ciudadanos en forma directa. Los ciudadanos se reunían en el Ágora, conocían sobre los problemas que les afectaba como sociedad, debatían en relación con ello y finalmente, por medio de una votación, decidían sobre la solución y acciones que iban a realizar para beneficio de su sociedad.
La democracia directa ateniense, posteriormente, fue sustituida por órganos de representación. La historia occidental habla de como en la República Romana se creó un Senado que estaba constituido por aristócratas que supuestamente representaban a todos los ciudadanos de la República; sin embargo, con el advenimiento del Imperio ese órgano de representación dejó de tener el poder legislativo y éste fue asumido por Octavio sobrino de Julio César que asumió el nombre de César Augusto.
Con la caída del Imperio Romano de Occidente, el poder de legislar pasó a manos de aquellas personas que tenían los recursos económicos (tierras) y de fuerza (mercenarios) para brindar subsistencia y seguridad al resto de personas que no contaban con dichos recursos. Durante más de mil años, junto con la Iglesia Católica que tenía el poder ideológico, estos personajes tuvieron la facultad de dictar leyes que debían acatar el resto de mortales que estaban bajo su jurisdicción.
Con el advenimiento de la Reforma Protestante y el surgimiento del Estado Absoluto, el poder de emitir leyes quedó en manos del Soberano. Dicha facultad era justificada no sólo por tener el poder político (monopolio de la fuerza) sino también porque su poder era considerado divino y era legitimado por el poder ideológico de la Iglesia, con lo cual no sólo dictaba leyes sino que también las ejecutaba y las juzgaba.
Aquel poder absoluto comenzó a ser cuestionado por aquellos grupos que se habían desarrollado al amparo de los burgos y que a través de la actividad comercial, iban a lograr un poder económico que pronto les permitiría optar por el poder político e ideológico. Con el apoyo de estos grupos que más tarde se les iba a denominar “burgueses”, debido a que habían nacido en los burgos medievales, los filósofos iusnaturalistas comenzaron a cuestionar la legitimidad del poder absoluto del Soberano.
Por medio de la ficción del estado de naturaleza y utilizando como mecanismo de legitimación la figura del contrato, se retomó la idea que la soberanía residía en cada uno de los individuos integrantes de la sociedad. En efecto, en el estado de naturaleza cada individuo es soberano de sí mismo y se da sus propias leyes, sin embargo, con el propósito de obtener su seguridad en relación con los demás, cada persona está dispuesta a establecer un contrato con sus semejantes para ceder su soberanía individual a una o varias personas que ejercerán el poder de dictar leyes, de ponerlas en práctica y de juzgar su cumplimiento.
Detrás de estas ideas se encuentran autores tan diferentes como Thomas Hobbes, John Locke, Charles Louis Secondat de Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, por citar los más conocidos. Las ideas de estos y otros ilustres filósofos fueron el caldo de cultivo que generó los movimientos revolucionarios que iban a culminar con la Independencia y promulgación de la Constitución Política Estadounidense de 1787, así como con la Revolución Francesa de 1789 y su Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano.
Debido al aumento de la población, la imposibilidad de los ciudadanos de reunirse para ejercer en forma directa su voluntad en relación con los problemas que afectaban a toda la sociedad del Estado nacional y la lentitud de las comunicaciones para informar sobre los asuntos públicos y de interés general, se ideó el mecanismo de la representación. Los individuos miembros de las diferentes comunidades del Estado elegirían uno o varios representantes que serían los encargados de: 1) Informar a los otros miembros de las comunidades sobre los problemas y necesidades de sus representados. 2) Comunicar a sus representados, las decisiones legislativas que junto con los otros representantes de las otras comunidades del Estado se promulgaban y serían de aplicación para toda los miembros de la sociedad. 3) Legislar para beneficio de los miembros de la sociedad en general, que eran quienes habían delegado su soberanía y le habían otorgado dicha autoridad.
Así nació lo que se denomina actualmente la democracia representativa. No obstante, hoy en día las comunicaciones y la posibilidad de los ciudadanos de ejercer directamente su voluntad, hacen cuestionable la necesidad de representantes para ejercer esta facultad de los ciudadanos.
En nuestros días es posible imaginar mecanismos informáticos que permitirían a los ciudadanos ejercer su voluntad sin necesidad de desplegar los procedimientos que se suelen utilizar en las elecciones nacionales. Desde un teléfono móvil, una computadora personal o desde una terminal en recinto público (biblioteca, municipalidad, escuelas o colegios), las personas podrían manifestar su voluntad de forma segura, al igual que lo hacemos cuando realizamos una transacción bancaria o pagamos un servicio público por medio de los dispositivos electrónicos.
Tampoco debería ser problema el conocimiento de los problemas, necesidades, proyectos y demás aspectos que usualmente se conocen en los Parlamentos de cualquier país. Actualmente tenemos un conocimiento superficial de lo que acontece en la Asamblea Legislativa y eso es especialmente evidente en relación con los proyectos de ley que ahí se tramitan; sin embargo, ello no tiene que ser así, ya que el ciudadano podría estar al tanto de los diferente asuntos a partir del debate público que obligatoriamente se haría por los medios de comunicación estatales y privados.
Con base en estos instrumentos tecnológicos y de comunicación, la figura del representante ya no sería necesaria. En todo caso, en la actualidad, la mayoría de los costarricenses no nos sentimos representados por la mayoría de los diputados que están o han estado en la Asamblea Legislativa; lo anterior no es un juicio de valor, así lo ha reflejado diferentes encuestas que se han hecho entre los ciudadanos de la República, lo cual es un motivo más para considerar seriamente el tema de la representación política de los diputados.
Me atrevo a decir que ninguna persona que no trabaje en el Poder Legislativo o que tenga relación con este órgano, conoce el nombre de la mitad de los cincuenta y siete diputados que se supone nos representan a cada uno de los costarricenses. Es difícil sentirse representado por personas que, a veces, muestran carencias básicas de un mínimo de educación; no nos referimos a la educación formal que también en esto hay un déficit importante, sino a la educación mínima que una persona debe tener a la hora de dirigirse a los ciudadanos.
Es claro que cerrar la Asamblea Legislativa es un sueño de opio. No me son ajenas las críticas que este tipo de planteamientos han tenido en otras latitudes en que se ha alegado su imposibilidad; sin embargo, en un país como Costa Rica se podría intentar vías intermedias con algunos proyectos de ley que pudieran ser conocidos y votados directamente por los ciudadanos.
Algunos dirán que el mecanismo ya existe por medio del referéndum, sin embargo, de lo que se trata es de hacer la democracia directa no una excepción sino algo ordinario. Todo ello implicaría un cambio revolucionario para Costa Rica y por supuesto sería un modelo a considerar por el resto de la comunidad democrática internacional.
Probablemente lo que una propuesta así eliminaría son los diputados, debido a que la organización para recibir, procesar, organizar el debate público y la votación de las leyes, quedaría en manos de los funcionarios que actualmente hacen eso mismo para los representantes del pueblo.
Este tipo de elucubraciones y otras, fueron planteadas por jóvenes que están decepcionados de la política. Al final alguien dijo: Volvamos a la realidad, los políticos no van ir en contra de sus propios intereses. Sin embargo, otra persona replicó: ¡Soñemos en cerrar la Asamblea Legislativa! No ve que soñar no cuesta nada.
(*) Andi Mirom Filósofo
Suena muy bonito pero hay un problema fundamental: el poder. Desde que empece a leer note cierta ingeniudad en expresiones como «En Atenas, fue ejercido por los ciudadanos en forma directa» En Atenas sólo eran ciudadanos los hombres libres con propiedades…Todavia hoy en dia (a pesar de que lo que diga la constitución) no somos iguales, no tenemos todos los mismos derechos ni la misma capacidad de acceder a los mecanismo institucionales mediante los que se ejerce el poder. El sistema protege a grupos especificos que se benefician del mismo y por eso mismo es muy dificil que uan modificacion como la que propone pase.